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Inicio / Cuenteros Locales / sarnahuixtli / Dios los cría... y ellos ven si se juntan

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Usnavy estaba sentado a la vera de su mesa, haciendo la digestión y limpiando sus fosas nasales.

Hacía quince minutos que su dedo meñique se atoraba, primero, en la cárcava izquierda, donde prensaba, con su piel, un pequeño bulto tostado para luego llevarlo cerca de sus ojos y reconocerle.

Una vez confirmada la salida del mucoso inquilino, procedía a esconder el cuerpo del delito debajo de la baranda de hierro de la mesa en la que apoyaba su brazo derecho, a la par de una goma de mascar endurecida por el paso de los años. Todo esto, tratando de no llamar la atención de los dueños del cuchitril, para que no le fueran a cobrar por el uso de indebido de espacios sépticos.

Una vez sintió que el aire se le deslizaba sin atropellos hasta los pulmones, arremetió contra la otra huesa de su nariz y repitió el acto liberador. En esas estaba “Us”, que así le decían de cariño, cuando ella apareció tras la puerta de cristal junto a otras dos chicas de “gran personalidad”. Él, la siguió con la vista hasta la barra de servicio, sin retirarse de su faena.

La chica estaba deslumbrante. Usaba un vestido de domingo, floreado y casi transparente, que se mostraba generoso con las curvas que cubría. Ella, sobre su cabellera negra, llevaba una flor blanca que resaltaba el bruno de sus ojos. Pero lo que más le llamó la atención a Usnavy de ella, fue su par de sandalias color canela, de esas que a él tanto lo excitaban.

Ella es, razonó, "Us", en voz alta. Y en seguida se vio inundado de imágenes y suposiciones fantasiosas. Se imagino, a sí mismo, haciéndole el amor, sobre una de las mesas del lugar.También, alucinó sobre lo lindo que sería estar casado con ella y tener muchos hijos.

Las elucubraciones en su cabeza se transformaban en espuma que resbala hasta su estómago para vertirse como mariposas que flotan entre las paredes viscerales, y que le hacían sentir “bonito”.

Sobre esas proyecciones estaba nadando Usnavy, lleno de amor, cuando la vio por segunda vez. En ese momento ella sustraía un moco de sus narices, para, luego, depositarlo en la palma de su mano y juguetear con él, pasándolo de un dedo a otro.

A “Us” se le revolvió el estómago de ver como ella disfrutaba de esta actividad.

¡Gúacala!, alcanzó a decir mientras se olvidaba de su alma gemela y volvía a meterse el dedo meñique en la nariz.

Texto agregado el 01-05-2004, y leído por 239 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
01-05-2004 De algo cotidiano, has creado un hermoso y nostágico cuento. No es fácil de algo tan pequeño, sacar algo grande. Te felicito. islero
 
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