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Trabajo con perros guía. Este cuento resume la vida de uno de ellos. Su nacimiento, entrenamiento, instrucción y adjudicación a una persona ciega. Es un homenaje a estos animales.

No recuerdo cuándo nací, ni tampoco dónde. Sólo sé que ocurrió hace muchos, muchos veranos. En mi memoria se pierden añoranzas de otros tiempos, de ladridos de otros Iguales a Yo. Juegos, carreras y peleas que mamá se ocupaba de cortar, con mis hermanos en un entorno agradable y feliz. Entonces no tenía nombre, era uno más entre mis iguales que tratábamos de ocupar en el regazo de mamá aquel lugar que tuviera más leche. Más juegos y más peleas. Mamá se ocupa también de limpiar todo. Ahora sé que se llama “número uno y número dos”, pero entonces no lo sabía. También ignoraba muchas cosas que con el tiempo aprendí. Todos estos conocimientos han ocupado un lugar importante en mi vida y aún hoy me pregunto si mi destino fue el origen o la causa de saber todo lo que ahora sé.
Regreso al principio. Un día me sacaron del lugar dónde hasta entonces había comido, dormido, jugado y ensuciado. Ya había conocido antes a algunos humanos. Desde siempre me gustaron los humanos, me trataban bien y emitían agradables sonidos que me llamaban para asomarme al mundo exterior, pero en aquellos momentos mis pensamientos de cachorro no alcanzaban a conocer la importancia que estos extraños seres de dos patas y sin pelo iban a tener en mi vida. Empecé a percatarme de esto el día en que me separé de mi madre y mis hermanos. Aquel día les conocí. Eran Él, Ella y Pequeño Él. Simpaticé de inmediato con este último. No sabía por qué pero se parecía bastante a mí y a mis iguales pues, a pesar de ser humano, jugaba como nosotros. Yo mordía sus manos y él tiraba de mis orejas. Sin embargo era Ella quien me sacaba a pasear y quien me enseñó a caminar despacio a su lado. También me daba la comida y limpiaba mis “número uno y número dos”. Con Él también salía de paseo algunas veces pero en esas ocasiones generalmente nos dirigíamos a otros lugares. Entonces me dejaban suelto y pegaba grandes carreras. Pequeño Él corría conmigo o me lanzaba un palo a lo lejos que yo debía recuperar. ¡Eso si que era un juego divertido!.
Pronto conocí que había cosas que no debía hacer porque entonces ellos se enfadaban y me daban grandes voces que me hacían sentir muy mal. En cambio otras veces su voz era suave y cariñosa. Acariciaban mi cabeza rascándome detrás de las orejas. En esos momentos no me hubiera cambiado por nadie.
Yo notaba que mis ganas de jugar iban pasando y que algunas sensaciones nuevas iban desarrollándose dentro de mí. Sin saber por qué un día levanté la pata a la hora de hacer número uno y cuando veía que otro igual se acercaba hacia mí me entraban unos deseos irrefrenables de gruñir. Fue coincidiendo con esta época cuando visitamos al humano de bata blanca. Ya había visitado a este humano más veces y, aunque debo reconocer que me trataba con especial afecto, su presencia siempre terminaba por ocasionarme alguna molestia. Recuerdo confuso esta vez a la que estoy haciendo referencia. Sólo sé que, de repente, me sumergí en un extraño sueño del que desperté bastante aturdido y con algunas molestias justo debajo de mi cola. Estas molestias no duraron demasiado y con ellas también desapareció este extraño deseo de levantar la pata al hacer número uno.
Poco tiempo después volví a mi origen. Había permanecido allí en algunas ocasiones y siempre era divertido. Iguales para jugar y un buen parque para correr. Pero esta vez la cosa era distinta y la diferencia radicaba en que fue entonces cuando conocí a Maestro Él. Maestro Él era un humano afectuoso que me llevaba de paseo habitualmente por zonas bastante transitadas por otros humanos. Me enseñó a perder el miedo a las “escaleras subientes y bajantes” y con él aprendí a conocer muchas más cosas de las que hasta ese momento había conocido. Al principio todo llamaba mi atención, otros humanos, otros iguales y muchas cosas más que pronto empezaron a resultarme familiares por lo que dejaron de asombrarme. También empezó a resultarme familiar la extraña manera de conducirme que tenía Maestro Él. En lugar de un collar y una correa como las que usaba anteriormente, me sujetó firmemente alrededor de mi cuerpo varias cintas de cuero y un asa brillante que sustituía a mi correa habitual. Al principio esta sujeción me resultaba bastante incómoda pero, repito, tardé poco en habituarme a ella. Me dí cuenta de que el sentido de los paseos había cambiado y tenía la sensación de que ahora era yo el que adquiría la responsabilidad de buscar el camino más fácil y evitar que Maestro Ël topara con algún obstáculo. Pasé un tiempo con Maestro Él hasta que un día no apareció más. En su lugar conocí a Maestro Ella que continuó la rutina iniciada con el primero añadiendo algunos cambios poco interesantes de recordar.
Siempre me pregunté la razón de todo aquello. Obedecía con agrado a las solicitudes de Maestro Ella aunque no entendiera el objeto de éstas. Cierta mañana que, en principio no parecía distinta a las demás se produjo el cambio más importante de mi vida. Maestro Ella me llevó a un lugar en el que ya había estado en otras ocasiones. Un humano se acercó a mí titubeante y esto no pareció importarle a Maestro Ella. El humano acercó su mano hacia mí y rascó mi cabeza. De inmediato me di cuenta de que algo raro había en su mirada que me traspasaba a pesar de ser una mirada sin luz. Menee mi cola en señal de simpatía y, desde aquel momento, nunca más me separé de Líder.
Al principio Líder se mostraba inseguro y vacilante a pesar de que la presencia de Maestro Ella le daba bastante confianza. El día en que finalmente Líder y yo nos quedamos solos comprendí la razón de todo lo pasado. Mi destino era ser Luz de Líder.
He cumplido fielmente con este destino. Junto a Líder he pasado ratos buenos y malos, tristezas y alegrías. He conocido su ánimo y Líder ha conocido el mío y siempre que me necesitó estuve a su lado. Pero esto no quiere decir que me haya olvidado de Ella, Él, y Pequeño Él. Una vez, creo que por casualidad nos encontramos. Pequeño Él había crecido y Líder me permitió que saltara demostrando mi alegría por el reencuentro. Estuvimos bastante rato juntos y todo el rato hablaron de mi. Por un momento pensé que iba a volver con ellos. Quizás no hubiera estado mal pero no era lo que yo deseaba. Sabía cual era mi destino y estaba cumpliendo con él. Luego nos separamos y nunca volví a verles.
Pasaron muchos veranos y seguí cumpliendo mi papel de Luz de Líder hasta que mis fuerzas empezaron a fallar. Cada vez me costaba más levantarme y ahora es Líder quien me ayuda. Hoy estoy más cansado que de costumbre y tengo ganas de cerrar los ojos. Líder no se separa de mí, me agrada que pase su mano por mi cabeza. Algo le debe pasar, está llorando y noto que me abraza con dulzura. Voy a cerrar los ojos, quizás cuando los abra ya no me duelan las patas y pueda seguir siendo la Luz de Líder. Después de todo, ese es mi destino.
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Texto agregado el 17-10-2008, y leído por 1275 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
24-04-2009 No dudo que sea autobiográfico leyendo tu presentación. Y si además es real tiene ese plus del que dice algo con propiedad. Muy lacrimógeno. Eres muy duro con tus lectores y no piensas en sus corazones. Eso está muy mal. Pero lo que te mereces te lo daremos 5* marea-rioplatense
16-12-2008 Aqui estoy yo llorando a moco tendío con tu cuento. Aunque no me gusta el tema de los perros guías (tal vez podamos conversarlo alguna vez) tu cuento es hermoso y de una perrunidad que duele. colomba_blue
30-11-2008 Es usted conocedor de canes y posiblemente sea algo autobiográfico el texto. A mí me ha hecho sentir animal sin duda alguna, también será porque tengo varias mascotas y en muchos casos me mimetizo con ellas. Pasar por el sacrificio de un amigo, es duro. Saludos y como dicen por acá, nos estamos leyendo. iolanthe
23-11-2008 Mi querido Poirot, rato sin leernos. ¿Cómo estás?...este relato me ha gustado mucho y me pareció notar algo de tí en su entorno. Me gustaría saber que estás bien. Un abrazo. albaclara
21-11-2008 Oye, siento como la emoción me anuda la garganta, y el corazón se llena de tristeza, mira, este relato tan bello me llego como un rayo que penetro mi alma, sí créelo, yo amo a los animales y tengo tres mascotas, afro-lagu-pepo, todos me dan su amor incondicional y al leerte pienso la tristeza de líder, me gusto mucho tienes el alma en la mano, y un gran corazón.***** Besos lagunita
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