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Inicio / Cuenteros Locales / gui / La pesadilla que parío un sueño (1)

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No lo querían en su país. En realidad, era el sistema el que lo rechazaba. Era la edad en que la palabra se transformó en un tema peligroso, era el turno del odio y el desenfreno, era el tiempo del silencio y el olvido. Por lo tanto, como muchos otros, Francisco tomó sus bártulos, se despidió de las palomas de su barrio, enterró en vida a todos sus viejos amigos y se marchó a tierras menos cegadas por la tiranía.

Vagó por los mares como un bucanero. Conocía el destino, pero el viaje era menester de otros, ya que él sólo se preocupaba de imaginar costas fabulosas, países legendarios, sirenas y leyendas de catálogo, confabulándose para sorprenderlo.

Hizo el viaje en reversa de Colón, mas, ningún marino aterrado preconizó que la embarcación se iría a pique, cuando las aguas, hastiadas de su vastedad, se precipitaran en torrentes hacía el espacio exterior. La ventaja de vivir en el siglo XX presuponía que hasta el más ignorante de los seres, sabía más que el Descubridor y que todos los científicos locos de aquellas lejanas épocas.

Francia fue, desde entonces, la nueva residencia de Francisco. Él, había sido un maestro de educación básica en su país y después de trabajar en oficios modestos en el día y aprendiendo el idioma por las noches, al fin encontró el cauce propicio que lo llevó a buen puerto. Al poco tiempo, se empleó en una pequeña escuelita de Burdeos, en donde les enseñó a esos pequeños y gentiles niños.

Nada es más doloroso que el desarraigo y Francisco lo sufría de manera tal, que era como si le hubiesen arrancado su piel, extirpado todo aquello que lo identificaba y luego, arrojado en vilo a ciénagas de olvido. A menudo, tenía la certeza que, al igual que lo orgánico que lo constituía, todo lo suyo, su acervo, sus recuerdos y sus alegrías, se habían convertido también en una masa putrefacta. ¿Odio? No, esto era distinto, era algo amargo que se convulsionaba muy dentro suyo hasta transformarse en un caldo que sabía a desesperanza. ¿Lágrimas? No, también su corazón parecía haberse secado.

Pasaron los años. Francisco, logró consolidarse en aquel país hasta familiarizarse con todo lo que lo circundaba. La lengua, bellísimo don de aquella cultura, la pronunciaba con un amor profundo. Alguien le había comentado, alguna vez, que sólo un beso apasionado podía igualar las sensuales inflexiones de ese idioma divino.

Todo ser que porte la enseña de la nobleza dentro de su ser, es alguien destinado a granjearse el cariño de sus semejantes. Y Francisco era un ser lúcido, transparente, encantador. Por lo tanto, era venerado por sus alumnos, considerado entre sus amigos y amado por aquellas francesitas apasionadas. En cierta oportunidad, los hados, no diré dioses, propiciaron lo que cambiaría radicalmente la existencia del extranjero. En cierta velada, en que se libaron los más variados néctares producidos por esa tierra prodigiosa, Francisco y tres de sus amigos más cercanos, optaron por retirarse a sus hogares. Mareados, eufóricos y entonando cualquier cosa en sus gargantas enrevesadas, se dejaron conducir por Francisco, acaso el más lúcido, de esos discípulos de Baco.

Las luces centelleaban y se reproducían como diminutos fuegos de artificio en la pantalla absurda de esos buenos amigos. Y ello, les invocaba nuevas risotadas y blasfemias. Eran seres alegres y despreocupados. Todo era risas y jolgorio…hasta que…

(Finaliza)
































Texto agregado el 24-10-2008, y leído por 223 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-10-2008 Has estado prolífico en estos días, amigo. Para alegría nuestra. Esperamos la continuación....Un abrazo. galadrielle
24-10-2008 haaaa! quiero saber que pasaaa. por lo pronto me indentifíco un poco con francisco. besos y mis 5* para ti. wicca
 
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