Todo cambiaba a mi alrededor, mis ojos se consumían en un mar de mosaicos desencadenados, nada parecía cuerdo, nada era cuerdo. Aquellas miradas claras y sin pudores eran un error, todo era inerte, mas tu cuerpo susurraba entre las sombras y confundía aún mas mi avanzada demencia.

Nunca tuve el valor de encararte, nunca, tal vez mi naturaleza cobarde fuese responsable, tal vez mi lealtad ciega, tal vez mi estúpido orgullo. Tan sólo el día, la noche y las almohadas fueron siempre testigos de mi dulce locura.

Todo continuaba cambiando, si el tiempo no era mi aliado, la culpa es de la esperanza, mis sentidos alerta vislumbraban las tinieblas, mas mi conciencia indiferente esperaba en la senda clandestina, victima de las ilusiones… traicionada por si misma en un sueño profundo.