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EL MADISON SQUARE PARK
Este parque se encuentra finamente engarzado como diamante primoroso en el corazón mismo de Manhattan. Está ubicado en un privilegiado rinconcito concurrido por miles de almas, ansiosas de arribar a sus orillas. Para conocerlo es preciso llegar al centro mismo de la isla; aqui no cuentan los extremos. ni el norte ni el sur. Tan pronto avisoremos, lejos de nuestra vista, una copiosa arboleda mezclada entre los enormes edificios y podamos sentir unos latidos que nos imanten de alegria, entonces recién tengamos la seguridad de estar empezando a entrar a sus linderos.
El antiguo barrio de Chelsie colinda con nuestro querido parque, justo en el lugar mas cotizado de la manzana neoyorquina, donde convergen tres calles principales de obligada caminata. La Broadway, la 23 así como la afamada quinta avenida. Este cruce tripartita le confiere al parque una fisonomía cálida y acogedora, en sus 24,000 metros de extensión.
Lo descubrí por casualidad en una sofocante tarde del verano del 2005, cuando salía del trabajo a la hora del refrigerio. Quería disipar mi mente huyendo del axficiante ambiente de trabajo y respirar un aire diferente, que renovase mis sentidos. Asi fue como puse mis pasos en acción y me dirigí a explorar un lugar adecuado para relajarme.
Disponía tan sólo de media hora para saborear los tallarines rojos que había preparado en casa, muy temprano por la mañana.
Trabajaba en el hotel Hampton, ubicado entre la 23 y la 6 avenida. Al salir, me dejé llevar por una corazonada que me inducía a seguir derecho, a lo largo de la 23 avenida, sin voltear a ninguna parte. Una vocesilla traviesa me susurraba sigue adelante que ya lo encontrarás, sigue tus pasos que allá al fondo, hay un espacio vacío que espera por tí, !disfrútalo!.
Obedecí con sumisión a mi voz interior y estando a cuatro bloques del hotel, tuve la sensación de estar muy cerca de lo que sería para mí, una novedosa revelación. Y no me equivoqué.
Conforme me acercaba, quedé enmudecida al ver a unos cuantos metros de distancia, un hermoso paisaje cubierto de un brillante y dorado resplandor, que me anunciaba ser el lugar que estaba buscando. Desde entonces, lo he frecuentado con avidez, en toda época del año.
!Era el Madison Square Park!.
Lo primero que impresiona es lo apacible del lugar. Mentras uno va acercándose a su interior, los imponentes arboles de la entrada son los primeros en recibirnos con una sonrisa tentadora. Resulta grato admirar la silueta caprichosa y divertida de los tronquitos nacidos en los extremos de sus ramas. Sus bracitos abiertos están en posición de brindar a sus visitantes, un generoso abrazo de bienvenida.
Sentada, desde una de las bancas de madera enclavadas por doquier, se siente que las horas transcurren con la lentitud de un paso de carreta. Uno se recrea viendo a los curiosos turistas paseando sin el peso de las preocupaciones habituales. Mas allá, se forman grupos alrededor de un guía turístico que los invita a observar los edificios que bordean este lugar, para conocer las historias y secretos que cada mole esconde.
En una de las esquinas está el edificio más importante, como es el Flatiron Building. Su nombre, traducido del inglés equivale a “plancha”.
Al ubicarnos en el ángulo preciso, nos daremos cuenta que, en efecto, este edificio tiene la forma de una plancha. Su frontis tiene apenas dos metros de ancho. Su base triangular se ensancha, mas y mas, conforme uno lo aprecia a la distancia. Sus 21 pisos fueron construidos en 1902, con un estilo renacentista francés e italiano. Estando aquí, es aconsejable tomarse una foto disparando en el ángulo perfecto, para tener como fondo el lado triangular del edificio.
El ambiente es compartido con las graciosas y sociables ardillitas que caminan y saltan por doquier. Estos tiernos animalitos, de apariencia asustadiza, no pierden tiempo ni se quedan con los brazos cruzados cuando de comida se trata. Ellas salen muy resueltas, a pedir lo que más les gusta, y no paran hasta lograrlo. Tan pronto se las huelen, dan el primer zarpaso saliendo de sus escondrijos y se acercan a nosotros con caritas inocentonas de yo no fuí. Se paran en sus patas traseras y erguidas como bailarinas de ballet, estiran sus manitas para recibir el codiciado alimento.
Entretiene verlas atravesar con atléticos movimientos, por los arboles, bancas, jardines y caminos peatonales. No muestran temor que alguien las pueda agredir, espantar o ser involuntariamente pisadas. Son el centro de atención, especialmente de los niños que inocentemente les ofrecen sus golosinas. Su presencia nutre de felicidad a cuanto visitante las observa con una inevitable sonrisa.
El Madison Square Park es conocido también por las presenaciones de variados eventos culturales, bandas musicales al aire libre y muestras de arte y escultura.
En lo que se refiere a comida, es necesario hacer un alto a nuestro paseo para disfrutar las deliciosas hamburguesas del Shake Shack, kiosco ubicado en el centro del parque. Es famoso por las deliciosas hamburguesas, acompañadas de queso derretido, tomate, cebolla y lechuga. Estos sandwishes no tuvieran nada del otro mundo ya que también lo venden los populares Kentuckies, si no fuese por la sazón original que cada uno envuelve. Me derrito de gusto triturar esa delicia que son sus papitas fritas en forma de zic zac. ofrecidas en coquetonas cajitas de cartón.
Los que son impacientes tendrán que buscarse otro lugar; los que tienen perseverancia tendrán que esperar mucho tiempo; estar por lo menos, veinte minutos, parados en la fila, detrás de muchas personas igualmente hambrientas. Todas ellas pugnan por llevarse a la boca estas deliciosas hamurguesas, las mejores del mundo.
En mi caso, no podría renunciar a esperar el tiempo que fuese necesario para tener en mis manos estas canastitas con tan provocativo manjar. Si otras personas vienen de diversas partes del mundo en busca del Shake Shack, entonces, !como desperdiciar la oportunidad que la vida me da de frecuentarlo, estando a sólo unos pasos de este lugar encantado!
Lo primero que se hace antes de saborear un platillo, en este reconocido kiosco, es dar nuestro nombre, hacer el pedido y pagar un promedio de 12 dólares entre el sándwich y las papitas, incluido el impuesto. En seguida, recibiremos un pequeño aparatito con la forma y el tamaño de un control remoto. A partir de ahí, nos disponemos a buscar una mesita y... !a esperar se dijo!.
Hay que estar atento de este aparato.
En cualquier momento puede empezar a vibrar al igual que un celular. Si empieza a temblar y se prende con luces verdes, significa que llegó nuestro turno y debemos pasar a recoger nuestra cajita. Es ahí recién cuando empieza lo bueno. !Dar el primer mordisco!.
El kiosco está rodeado de pintorescas mesitas con sillas para sentarse a contemplar a los transeúntes. Mientras recreamos la vista mirando a los que están a nuestro aldedor, hacemos crujir las crocantes papitas fritas que provocativamente se muestran servidas. sobre la mesita redonda. Sería pecado no tener a la mano una bebida, muy popular en este país, como es un Doctor Pepper que nos atempere el ánimo y la garganta. !A su salud!
Como todos sabemos, la belleza es mas diáfana en el verano. El sol ilumina hasta lo mas opaco y los lugares hermosos realzan su esplendor. Por esta razón prefiero visitar este parque encantado los meses del verano y quedarme con esta grata impresión.
Cuando ya en el invierno, volví a visitar el parque, tuve una sensación de nostalgia. El ambiente había cambiado completamente. Si bien seguía manteniendo su belleza, tuve la impresión que toda la alegría, propia del verano, se había ido volando como una hoja soplada por una brisa marina. Ya no estaban los niños. La concurrencia de turistas era casi nula. Las bancas estaban vacías y los arboles lucían delgados, sin el ropaje de las hojas verdes. Los lugares que fueron la delicia de los turistas lucían casi desolados y con huellas del hielo y de la nieve acumulada de los días pasados. No obstante, su belleza todavía se mantenía con altivez y deslumbramiento,
Al verano siguiente volví acompañada de Luis Alberto a las mismas mesitas redondas del Shake Shack para tomarnos un café espumoso bien calientito. Curiosamente, después de sentarnos, sentimos que el frío era menos intenso. Al mirar hacia arriba, nos dimos cuenta que en vez de las coquetonas sombrillas del verano, habían puesto unos postes en medio de las mesitas. Cada uno irradiaba una luz intensa que calentaba el ambiente como si estuviésemos tomando sol. Ese calorcito era el que ahora nos provocaba a seguir sentados en ese mágico lugar.
Fue una mañana placentera e inolvidable estar en ese lugarcito apartado de la ruidosa ciudad. Siempre que se pueda resulta necesario explorar y explorar estos rinconcitos encantadores.
Hay que robarle unas cuantas horas, a nuestro día de rutina, para darnos el regalo de olvidarnos del bullicio y cobijarnos en esta pequeña naturaleza, enclavada en medio de la ciudad que nunca duerme. Por eso y por muchas razones, ¡me encanta visitar New York!.


Texto agregado el 04-01-2009, y leído por 550 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
31-05-2012 Me fascinó tu relato! Amo Nueva York, es así, la llevo en el corazón. Indagué el motivo de ese amor y creer o no, viví ahí durante mi última encarnación. Agradezco que comentes de ese parque, lo visitaré en mi próximo viaje. Me encanta cómo narrás.***** MujerDiosa
05-05-2012 Interesante relato. Hay tono de narradora aqui. Hay que seguir leyendo. Recuerdo el nombre de James Madison, cuarto presidente de USA. Importante figura politica de los primeros años de la republica americana. A él se debe el nombre de este lugar tan emblemático. sayari
17-10-2010 Me gusta la forma en que nos presentas ese pedacito de tierra niuyorquina. Me di un gran paseo leyendo tu relato. Hace poco deje New Yor. Es cierto, esa ciudad tiene vida propia y se mueve. vibra y se entrega sin reservas. Cuando la visito me quedo entre la 32 y 33 de Park Avenue, muy cerca del Empire State, el formidable edificio que mantuvo en vilo al mundo cuando King Kong luchaba contra la muerte. Muy bien relatado. piara
03-10-2010 Vívidas imágenes. Parece estar viendo una película Yankee. Muy bueno. 5* Catman
18-09-2010 Delicioso paseo de tu mano por el parque. Egon
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