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Inicio / Cuenteros Locales / allka / EL ENCUENTRO SIN RETORNO

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Los días de universitario se sucedieron violentos, trastocados por la sensación de estar en busca de algo ausente en el entorno. Las amistades que haría, en esta época de de su vida, acentuarían el carácter ambiguo de su personalidad, tirada a un tipo de bohemia en la que se sumergía todo su ser, en una especie de mar indomable que consumía todas sus energías dedicadas a buscar en alcohol y drogas el significado y la razón de su existencia en el tercer planeta.

Su figura, era característica de su personalidad, a simple vista su facha lo descubría ante los demás como un paria. Desgarbado, de vestir descuidado, y mirada inquieta, pero perdida en la búsqueda de nada. Su caminar lo identificaba como un ser que llevaba a cuestas el peso de la incertidumbre de no saber quien es, el peso de saber que sus pasos uno tras otro, lo conducían al lugar ya conocido de la desesperanza.

En los estudios, a pesar de tormenta por la que transitaba su espíritu, tenía buenos resultados, su hábito por la lectura le ayudó para asimilar los conocimientos que le impartían sus profesores en la universidad. Por la forma como vivía, desordenadamente, asistía poco a sus clases. La mayor parte de su tiempo lo dedicaba a reunirse con sus amistades con las que compartía el consumo de drogas y alcohol. Eran días, noches, madrugadas enteras en las que Danilo se entregaba completo a transitar por los caminos sinuosos del consumo de substancias que alteraban su percepción del mundo que lo rodeaba, era como si quisiera escapar de su realidad, su realidad que en los últimos años estaba llena de frustraciones, desengaños, perdida de seres queridos a quienes la muerte los llamó para llevárselos en un viaje sin retorno. Todo esto hacia que justificara su consumo, todo esto y una falta o carencia de personalidad definida hacia que fuera presa fácil de la sustancia que lo hacía alucinar, llevándolo por caminos construidos por sus fantasías producto de su enajenación.

Así vivió años. En su casa la mayoría de sus hermanos y hermanas habían ya contraído compromiso, habían ya abandonado el nido de los padres, se habían ido con las personas que la vida les escogido como compañeras y compañeros del largo camino que es la vida. Su hermana Mercedes después de contraer matrimonio, afectada por una crisis cardiaca, moriría a la temprana edad de treinta años. Su madre una viuda jubilada, ahora pasaba sus horas pendiente del bienestar de cada uno de sus hijos, pero quien le robaba la calma era Danilo, la madre no descansaba en su sufrimiento viendo como la vida de su último hijo se descarriaba hacia el abismo del absurdo, hacia el abismo de la soledad dolorosa que significa no encontrarle sentido a la vida. En pocos años la casa que antes se llenaba de voces, de la presencia de seres que hacían vivir sus ambientes se había quedado vacía de esas presencias. Ahora la silueta de la madre viuda era la única que daba vida a los ambientes de la casa. La presencia de Danilo era nula, la veces que iba hasta la casa de su madre era para bañarse, cambiarse de vestimenta, el resto del tiempo pasaba fuera, en las calles o en los predios de la universidad haciendo lo único para lo se creía útil: libar y consumir base de cocaína, marihuana y dejar sus pensamientos y sus acciones divagar por una estela de momentos intrascendentes que lo vencían frente a las ganas que muy dentro de si luchaban por de verdad vivir.

Una mañana que caminaba hacia casa de su madre, sus ojos se encontraron con la mirada de una mujer que lo había estado observando desde la puerta de un restauran, al verla su actitud fue de indiferencia, siguió su camino sin inmutarse de esa mirada que lo seguía mientras se alejaba. A los pocos días, nuevamente la mirada de aquella mujer y la suya se volvieron a encontrar, él trataba de esquivarla, pero por algún motivo siempre terminaba viéndola. Los ojos de aquella mujer, de verdad, eran hermosos, eran de un color de los árboles, tenían el color de un bosque iluminado por la luz de un sol radiante, y poseían el brillo de los días llenos de cantos de pájaros, llenos de aire limpio. Danilo, poseía la sensibilidad de un poeta, conservaba el sentimiento claro de quienes se conmueven con la belleza de las cosas simples, pero su adicción no permitía que esta capacidad se explayara en su total dimensión.

En cierta ocasión se encontraba ebrio caminando sin rumbo por la calles de la ciudad, dentro de si el mundo no era más que una masa de seres y objetos que se presentaban hacia sus ojos como algo sin sentido, sentía rencor por la vida, sentía ira contra las personas que se cruzaban en su camino, juzgaba, desde su punto de vista distorsionado que la vida, los colores del día, las casas, las calles, las personas no eran más que situaciones que desprendían nostalgia, que despegaban un aire de melancolía de resentimiento como si todo estuviera dispuesto como un escenario en el que su existencia era la víctima de las circunstancias. En ese momento sintió hambre, y recordó que no tenía dinero, su madre se encontraba en la capital en casa de una de sus hijas, se había ido huyendo de la situación, había optado por dejar solo a Danilo por que le costaba ver a diario la decadencia en la que vivía su último hijo. No había comido en algunos días y ahora su estómago le reclamaba atención, pero no tenía dinero…..entonces recordó a la mujer del restauran, en ese instante tomó la decisión de ir hasta donde ella a pedirle dinero prestado. Caminó, mientras en su cabeza danzaba la embiagrés haciéndole sentir falsamente una seguridad en lo que hacía. Llegó hasta la puerta del restauran, quiso, e intento demostrar equilibrio, abrió y cerró lo ojos varias veces como queriendo componer su rostro que lo sentía transfigurado por los efectos del alcohol, se remojó los labios que los tenía resecos, respiró hondamente y entró al local de comidas. Al instante que entró pudo distinguir detrás del mostrador a la mujer de lo ojos verdes, ella hizo lo mismo, se sorprendió de tenerlo frente a sí y en ese estado, pues a simple vista demostraba su estado de abandono, desgarbado, despeinado con los ojos rojos y el rostro desencajado. El silencio se instaló entre los dos, pero este fue roto por Danilo:

- Buenos días, disculpe que le moleste - las palabras de Danilo salieron acompañadas de un olor desagradable
- ¿Sí?....dígame en que le puedo ayudar - hablo la mujer que tenía fija la mirada en el rostro trasnochado de Danilo -
- Mire, disculpe, necesito que haga algo por mi…
- ¿De que se trata ?...
- Pues, necesito que me haga un préstamo….présteme dinero necesito comer
- Yo le invito siéntese y le invito algo de comer
- No, necesito el dinero
- Si es para tomar alcohol no se lo doy
- No, de verdad es para comer pero en otro lugar

La mujer se acercó a la caja registradora, el sonido de la caja le dio como tranquilidad a Danilo que en su mente ya proyectaba comprar una botella de aguardiente para seguir libando. La mujer de los ojos verdes sacó un billete y se lo extendió. En ese momento él la miro fijamente y estiró su mano, tomó el billete y lo guardó en el bolsillo de su casaca. Enseguida habló:

- El día lunes muy temprano le devuelvo, le agradezco mucho.
- No se preocupe, sólo le pido que no utilice el dinero en alcohol, y que sea verdad que va a comer.
- Gracias, voy directo a comer algo, muchas gracias. – mientras decía las últimas palabras caminaba de espaldas hacia atrás trastabillando buscando ciegamente la salida.

Logró salir a la calle, lo tomó como un triunfo, con su mano derecha en el bolsillo de su casaca podía sentir el billete, ahora tenía suficiente como para comer y comprar una botella. No reparó en la mujer, la olvidó, simplemente fue un instrumento más que utilizó para saciar sus necesidades inmediatas. Ese día tomó hasta perder el conocimiento, por la madrugada no pudo llegar a casa de su madre y se quedó dormido en un parque. Al despertar ya era de día, el transito de la avenida más cercana lo despertó, se incorporó con dificultad su cabeza la sentía como una piedra gigante sobre sus hombros, sus brazos y sus piernas le pesaban, le costaba caminar, sentía un frío que le calaba los huesos, acompañado de un frío no físico que recorría su espíritu, era como si estuviera vivo pero su espíritu muerto. Caminó con dificultad su único deseo, ahora, era llegar hasta la casa de su madre. Llegó, entró, sintió la soledad, estaba sólo, hasta su espíritu le había abandonado, se sentía mal, bastante mal, no le quedaban fuerzas, lo único que pensaba era en dormir para olvidar y salir de ese estado. Logró quedarse dormido. El ambiente de la casa se transfiguró, él tirado, deshecho sobre la cama, ahora ausente de la realidad sumergido en un sueño forzado, mientras la ausencia de sonidos en la casa completaba el cuadro de abandono y soledad. El silencio cómplice hacía la escena más patética, sólo se podía escuchar el sonido del viento que se colaba por una ventana entreabierta. Así pasarían horas, horas del día y de la noche en las que se sumergía en un sueño pesado y profundo que por un tiempo lo alejaba de la realidad, en sus sueños se perdía y por momentos era un ser inexistente en el escenario de la vida.

Despertó a la media noche, estaba completamente deshidratado, se levanto de la cama, todo su cuerpo temblaba, estaba débil, tanteando en la oscuridad buscó los zapatos, los calzó y camino entre las tinieblas, tocando las paredes, hasta el baño, abrió la llave del lavabo, acercó su boca a la llave de agua y bebió con desesperación, sintió agradable al agua fría que parecía devolverle la vida, varias veces sorbió de la llave. Cerró la llave y alzó su cabeza, sus ojos se encontraron consigo mismo en el espejo, se miró y tuvo la sensación de estar mirando a alguien ajeno a si mismo, se miró atentamente los ojos y descubrió en su mirada inexpresiva a un ser abatido.

Esto se repetía como un ritual todos los fines de semana. Un día sábado despertó temprano con la resaca sobre sí, creía que la mejor forma de sentirse bien era fumarse un cigarrillo de marihuana, buscó en su habitación la sustancia, no la encontró, tampoco tenía dinero para comprarla, entonces decidió salir en busca de un amigo al que nunca le faltaba. Se vistió apresuradamente y salió en dirección hacia la casa de este. Tendría que ir a pie, caminó, era temprano las calles estaban semivacías. Mientras caminaba no pensaba más que el llegar y fumar con la esperanza de que esto le quitara el malestar que sentía. Cuando logró ver a lo lejos que venía caminando en dirección suya la mujer de los ojos claros, la misma que días antes le había dado el dinero. La vio venir, le pareció atractiva, vestía una falda azul. Al toparse con ella saludaron, pero cada cual siguió su camino de espaldas el uno del otro, entonces el regresó la mirada y la llamó, ella se detuvo mientras él caminaba hacia la mujer.

- Hola, ¿como está?
- Bien, gracias, ¿qué hace por aquí?.... – preguntó ella con una sonrisa en el rostro
- Pues voy a visitar a un amigo que vive por aquí cerca.
- ¿Y usted a donde va?
- Estoy trabajando, tengo que visitar a un cliente en el edificio que queda aquí junto
-¿La puedo acompañar?
- Pero usted tiene que ver a su amigo
- Eso puede esperar.
- Vamos entonces

Entraron al edificio, tomaron el ascensor, mientras conversaban de cosas triviales, volvieron a salir a la calle, ya en las afueras del edificio se despidieron.

- Bueno fue un gusto saludarla – le dijo Danilo mientras la miraba fijamente a los ojos-
- De igual manera, gracias por la compañía.

El se acercó y le dio un beso en la mejilla. Cuando se alejaba la mujer, él volvió a llamar su atención.

- ¿Que hace hoy por la tarde? – le preguntó ansiosamente-
- Nada estoy en mi casa
- Pues le invito a tomar algo

La mujer queda en silencio, dentro de sí se instaló la indecisión.

- ¿Que dice entonces? – le preguntó Danilo-
- Está bien.
- ¿Conoce el parque del recuerdo?
- Sí
- Pues, la espero ahí a la tres de tarde, ¿que le parece?
- Está bien, nos vemos en la tarde.

Se despidieron. Danilo camino hasta la casa de su amigo. Cuando llegó el amigo le recibió en la puerta, no podía hacerlo pasar por que sus padres estaban dentro. Entonces le pidió que le diera un poco de marihuana, a lo que accedió el otro, fue adentro y regresó con un pequeño paquete de papel que lo entregó con disimulo.

Cerca en un parque abandonado, sacó el pequeño paquete, extrajo un cigarrillo del bolsillo de su camisa, lo desarmo sacándole todo el tabaco, acto seguido puso la marihuana en lugar del cigarrillo, lo cerró untándolo con su propia saliva, lo prendió y fumó sentado en una banca del parque, en menos de dos minutos había acabado de fumar. Ahora sus sentidos estaban alterados. Todo a su alrededor tenía otra connotación, recordaba el encuentro con la mujer, ahora se arrepentía de haberla invitado, pensaba y quería estar solo el resto del día. Se levantó de la banca y caminó en dirección a casa de su madre. Mientras caminaba el efecto de la sustancia aceleraba su ritmo cardiaco, sus ojos dilatados, y su boca seca le hacían sentirse cansado, no logró quitarse el malestar como había sido su objetivo inicial. Camino por el tiempo de una hora aproximadamente. En el lapso de ese tiempo llegó a casa, entró, sentía hambre. Se preparó algo de comer, el cansancio lo invadió, se quedó dormido. Despertó eran las tres de la tarde, recordó la cita, fue hasta el baño. Se arregló la fachada, salió hasta el parque donde tenía el encuentro. A distancia de una cuadra pudo distinguir a la mujer, estaba parada en una esquina, se la veía inquieta, como asustada, como que estaba en un lugar en el que no debía estar.

En poco tiempo estaban ya en la casa de la madre de Danilo, él la invitó a pasar y a tomar asiento en la sala. Se sentaron alejados, el silencio se hizo presente, en ese momento; él se acercó hasta ella, retiro un bolso que ella llevaba y que se interponía entre los dos, ambos fueron presa de un momento de alta emoción, sus cuerpos temblaban, él la llevó hacia la alfombra, se quitaron la ropa y terminaron entregándose el uno al otro.

Dentro de si Danilo sintió culpa, él pensaba y se decía que no sentía nada por aquella mujer. Sin embargo la piel de ella, desde aquella ocasión, dejaría huella en él. Nunca más volvería a ser el mismo, desde aquella tarde en la que estuvo con Francisca, su vida tomaría otro rumbo de manera determinante.

No la volvió a ver en más de un mes. Un viaje fuera del país lo tuvo alejado. Sin embargo la recordaba, a veces como un recuerdo añorado, otras veces como un acto negativo, que le hacia sentir culpa. Cuando regresó de su viaje la telefoneó, hablaron y él la invitó para volverse a encontrar. Volvieron a verse, una y otra vez. Se veían en casa de un hermano de él que pasaba desocupada, en esa casa hicieron su lugar de encuentro donde daban rienda suelta a momentos de sexo apasionado.

Francisca era casada, su matrimonio atravesaba por un momento de crisis, ella pasaba por una situación en la que sentía que el amor por su esposo se había perdido, era como si en Danilo encontraba el ser que le daba apoyo en esos momentos difíciles, y a su vez Francisca era el ser que ayudaba a Danilo a sobrellevar su existencia presa del abuso de las drogas. La relación fue creciendo, cada vez fueron más continuos los encuentros. En cierta ocasión estando en la cama, él sintió muy dentro de sí que sentía algo especial por Francisca, fue un momento en el que se dio cuenta que sus sentimientos traspasaron la línea invisible que marca el amor; sintió miedo por que sabía que desde ese momento en adelante ella sería lo más importante en su vida y sabía que era ajena, que fuera como fuera ella pertenecía a otro hombre, que ella tenía un hogar, pero todo esto que su cerebro procesaba, lo anulaba su corazón, ahora Francisca estaba clavada, como una flor en la tierra, en su corazón.

Francisca y Danilo vivieron así, amándose a escondidas, se las arreglaban incluso para verse todos los días. Él tenía una personalidad posesiva en el amor lo que le hacía querer estar con ella todos los momentos, si no la veía un día se sentía mal, incompleto, nada lo llenaba. Esto de no poderla ver se volvió un problema pues, como vivían en una ciudad pequeña, los comentarios comenzaron a interponerse entre los dos, los errores de Danilo fruto de su carácter posesivo llevaron a que la familia de ella la descubriera, entonces como efecto sucedió lo inevitable; las circunstancias hicieron que tengan que dejarse de ver. Esto produjo en Danilo un estado de depresión tal que se refugió con más fuerza y equivocadamente en el alcohol y las drogas. Para esto ya habían pasado seis años juntos, seis años en lo que compartieron muchas cosas, cocinar juntos, cantar a la luz de la luna, pasear por los campos, visitar pueblos olvidados, compartir el asiento en un autobús, pisar hojas secas, mirar las estrellas, sonreír con niños desconocidos, robar flores de un jardín, bailar en la soledad, ir a un concierto, comprar prendas de vestir, sonreír mirándose a los ojos, llorar juntos, amarse sin medida. Y ahora no podía verla, ella era su vida, lo que más quería era estar cerca de Francisca, y todo, personas y circunstancias se oponían a su deseo. Tomaba casi todos los días, volvieron los días de desesperación, los días de angustia, su carácter se tornó violento, era como si buscara en las drogas olvidarse de Francisca, nuevamente las calles volvieron hacer el lugar donde su existencia trasmutaba sin rumbo.

Un día desesperado, llamó a donde trabajaba Francisca, ella trababa en una guardería de niños, la hermana de ella que también trabajaba ahí le dio una noticia que haría que se derrumbe el mundo para Danilo; le dijo que Francisca se había ido con el esposo para Europa, que ella había decidido al final quedarse con él, que era mejor que acepte la realidad. Lloró en el teléfono, sintió que bajo sus pies la tierra se hundía, no lo podía aceptar, no podía aceptar que no la volvería a ver más, por su mente las imágenes de ella se multiplicaban, podía verla sonriendo, recordaba su desnudes, sus ojos claros, su labios escarlatas, sus juegos, sus bromas, su voz; no podía aceptar que todo ahora era un simple recuerdo, Colgó el auricular, apenas podía caminar, se enrumbo a una tienda, pidió un botella de licor, salió, sin importarle la gente que pasaba cerca de él, abrió la botella y comenzó a tomar como un desesperado. Terminó embriagado como nunca, no se contento con lo que había consumido compró más licor, se enajenó por completo, en su mente la imagen de ella se le hacía distante, sabía que sólo el recuerdo no le bastaba.

Noviembre pasó, el fin de año se aproximaba y para el parecía como si se aproximara el final de sus días. Consumía como nunca antes, quedarse dormido en las calles era parte de su rutina, a veces los parques cobijaron sus sueños de adicto.

Llegó navidad, siempre estaba aislado de sus familiares, la mayor parte del tiempo pasaba solo. En la navidad se sintió en el abismo, su personalidad se volvió aun más triste, pasaba las horas escribiendo poesía, le escribía a ella, le escriba despedidas y en otros poemas le decía que en verdad ahora ella era libre de un ser esclavo de las drogas, de un ser que la amaba en medio de la desesperación. Así le escribía:

“Lejos de mi existencia
tus sueños crecerán
se dibujará en tu rostro
con colores de verdad
la alegría de vivir”

Y en otro poema:

“Ahora que eres libre de mi
me quedo en esta cárcel
encerrado, prisionero
guardando en mis manos
tus caricias
que me dan momentos de libertad”

Pasaron tres meses y no sabía nada de Francisca, tres meses en los que su cuerpo enflaqueció tanto que daba la impresión de que sus huesos estaban fuera de la piel.

Llegó el catorce de febrero, y Danilo salió con un grupo de sus amigos a cantar, a dar serenatas, esa noche se embriagaría y terminaría en la cárcel. Salió al siguiente día, fue a casa de su madre, cogió el teléfono y escucho un mensaje en la contestadora automática, no lo podía creer, era la voz de su amada, de Francisca que le decía que él próximo día lunes esté atento que ella le llamaría que necesitaba hablar con él. Explotó en júbilo, la vida le sonreía, su corazón palpitaba fuerte de alegría, volvía a creer, volvía a vivir. No veía llegar el día lunes, le desesperaba que los día no pasaban, esperaba el lunes como un niño espera la noche de la navidad, esperaba el lunes como una flor espera la lluvia luego de varios días de sequía. Llegó el día, despertó temprano….sonó el teléfono se apresuró a contestar:

- Alo!..... hola!!!
- Hola!!... hablas con Francisca
- ¿Dónde estás?
- No te puedo decir, no puedo hablar, te llamo otro momento….espero que estés en casa
- Espera dime dónde estás…..!! por favor!!!
- Yo te vuelvo a llamar….! Adios!


La comunicación se cortó, Danilo sentía una mezcla de emociones, por un lado estaba alegre, sólo con escuchar su voz, después de tanto tiempo, se llenó, pero al mismo tiempo lo brusco, y fugaz de la conversación le dejo ansiedad. No sabía certeramente cuando volvería a hablar con ella, pero quedaba la esperanza, ella le había dicho que le volvería a llamar, lo que le quedaba era esperar.

Espero varios días, vivía para oír sonar el teléfono, estaba pendiente de cada timbrazo. Una tarde almorzaba junto a su madre, en silencio, de pronto el teléfono sonó, él apresuradamente tomó el aparato.


- Aló!!....Aló!!....
- Si, con la misma – habló ella al otro lado de la línea-
- Hola… ¿Dónde estás?
- Ven, estoy aquí, donde tomábamos café, en el centro
- Espérame voy enseguida.

Se levantó de la mesa, agarró una casaca y salió apresurado sin dar tiempo a las preguntas de su madre. Cogió un taxi, su corazón latía aprisa, no lo podía creer, estaba a pocos minutos de volver a ver los ojos de Francisca, estaba a pocos minutos de tenerla frente así, a pocos minutos de poder tocar sus manos. Los semáforos le desesperaban todos coincidían en rojo, a ratos tenía el impulso de bajarse del coche e ir corriendo al encuentro de su amor. Pero se controlaba, quería vivir a plenitud toda esta emoción.

Llegó, pagó al taxista, ni había reparado en el rostro de quien conducía, se bajó del taxi, miró la puerta del café donde lo esperaba Francisca, respiro hondo, se aproximó, entró y pudo mirarla de espaldas a la puerta de entrada, caminó hacia ella, Francisca sintió su presencia, volvió el rostro; el corazón de Danilo parecía escaparse del pecho, miro los ojos claros de ella, estaba pasando por una especie de espasmo, se abrazaron fuerte por un largo rato, era el reencuentro.

Hablaron. Ella le contó todo lo que había sucedido. Había estado en la capital arreglando los papeles para el viaje que no se concretó, su esposo y ella había resuelto regresar a la ciudad, compraron una casa a las afueras y ahora ella vivía con sus hijas, le contó que la habían operado, que un tiempo estuvo hospitalizada y que nunca dejó de pensar en él, que lo amaba, que lo extrañaba. Danilo por su parte le dijo que estuvo a punto de la locura, le contó que se dio cuenta que no puede vivir sin su presencia, que había pasado los días más dolorosos de su vida, que la amaba de verdad.

Y ahora, se preguntaron, que vamos a hacer, cómo vamos a vivir. Él le planteo que si de verdad lo amaba dejara su casa, que por que continuaba al lado de su esposo si no lo quería, que si de verdad lo amaba se fuera con él. Ella fue clara y dijo que eso en este momento era imposible, que ella se sentía el eje de su hogar, que sus hijas nunca le perdonarían si ella tomaba esa decisión. Nuevamente la incertidumbre se instaló entre los dos, el amor que sentían mutuamente otra vez estaba enfrentado a los obstáculos que se presentaban por el hecho de ser una relación prohibida, nuevamente sabían que estaban solos en su afán por estar juntos, todo el resto nunca comprenderían a este amor furtivo. Pasaron como dos horas, Francisca tenía que retirarse, su familia la esperaba en algún lugar de la ciudad, de esta ciudad en donde se conocieron, en donde se enamoraron, en donde hicieron volar sus sueños, en donde no podían vivir juntos, esta ciudad rodeada de montañas y cubierta de un cielo azul limpio que en silencio parecía invitarlos a volar más allá, donde no llegara nada ni nadie que les impidiera vivir a plenitud sus sentimientos.

Danilo experimentó nuevamente la sensación de perderla, otra vez tenía que aceptar que se iba, que Francisca no era libre, que le esperaba su familia. Se despidieron, ella le pidió de favor que la dejara ir sola, Danilo la miró levantarse, sus ojos no sabían si la volverían a ver, tenía que contentarse con la esperanza de creer que así sería. Francisca le dijo un hasta pronto y desapareció por una calle angosta. Sentado sólo en la mesa del café Danilo espero unos minutos en los que no pensó en nada, sólo le quedaba en sus retinas la imagen de Francisca saliendo del café. Se levantó pago la cuenta y empezó a caminar de regreso a casa. Ahora, pensaba, tendría que esperar la llamada de ella, pero ¿cuándo llamará?, ¿cuantos días tendrían que pasar para volver a saber de ella?, muy adentro de si sentía alegría por haberla visto, por saber de labios de ella misma que lo quería, no le importaba tenerla en esa condiciones, siempre repetía para sí que prefería verla eventualmente que no volverla a ver. Se animó, comenzó a cantar para si mismo, sonrió, y su caminar se hizo ágil. Mentalmente le dedico este poema:


“Quiero compartir contigo
esos días en los que el sol
regala vida
dando calor a nuestros sentimientos”




Pasaría dos semanas y no tenía noticias de ella. No lo llamaba. Pasaba los días a espera de volver a oírla. Hasta que una mañana lo llamó. Se citaron en un parque a las afueras de la ciudad, otra vez estaban juntos, ambos disfrutaban de volverse a ver, ambos compartían la pasión por el aire libre, los árboles, la naturaleza, estaban contentos, entrelazaban sus manos, sus corazones latían fuerte, sus miradas se alimentaban mutuamente, volvían a vivir, a sentir que sus cuerpos que se extrañaban ahora vibraban al compás de sus sentimientos. Siempre que estaban juntos el tiempo les jugaba una mala pasada, corría más a prisa, como que dios les permitía esos momentos pero su mano todopoderosa movía las manecillas del reloj violentamente, un minuto juntos se transformaba en un segundo, ellos necesitaban todo el tiempo para amarse.

De esta forma la relación llevaba ya ocho años, habían transcurrido ocho años desde aquella vez que Danilo estuvo con ella amándose sobre la alfombra de la sala de su casa. En todos estos años las circunstancias por las que pasaron eran de todo tipo, si bien vivían escondidos en medio de la tensión a ser descubiertos, también habían descubierto la alegría de compartir juntos las cosas más sencillas, ambos tenían un espíritu de aventura, ambos compartían la pasión por lo no convencional de la existencia.

Pero nuevamente los errores de Danilo hicieron que las hijas de Francisca comprobaran nuevamente que ellos se seguían viendo, otra vez Francisca fue aislada, prácticamente de la presencia de Danilo, ahora su hija estaba en todo lugar donde ella iba, lo que no permitía que él pudiera acercársele siquiera. Él la buscaba por su trabajo, se paraba a contemplar la puerta de la guardería de niños donde trabajaba, a la hora de salida, y podía ver que salía con su hija, se embarcaban en el coche y se iban. Se quedaba frustrado, tampoco podía comunicarse por teléfono, menos aún buscarla en su casa.


La extrañaba, pero no podía hacer nada, tenía que aceptar que esa era la realidad, pero su personalidad adictiva le disparaba pensamientos negativos que nuevamente terminaban por hacerlo consumir alcohol y droga. Se destapó, aunque nunca dejo de consumir drogas, estas épocas en las que ella se alejaba de su vida el consumo se hacía más continuo. Nuevamente dormido en las calles, dos, tres día de tomar sin descanso. En este momento sus hermanos habían tomado la decisión de internarlo en una clínica para alcohólicos y drogadictos. Una noche que llegaba completamente drogado a su casa le rescataron un grupo de jóvenes de la clínica y lo llevaron. Iniciaba otra etapa en la vida de Danilo. Recién al siguiente día se dio cuenta donde estaba, aceptó sabía que fueron sus errores los que le condujeron a tal situación, ahora encerrado pensaba más en Francisca, le pedía perdón por todo el daño que le había causado y muy adentro suyo le susurraba que la amaba. Fueron tres meses que estuvo interno, acepto las terapias, se dio cuenta que estaba enfermo, que era un adicto, que Francisca no era culpable de nada, que más bien ella estuvo con él en los momentos difíciles de su enfermedad, comprendió que necesitaba ayuda y aceptó la ayuda que le brindaba la confraternidad de Narcóticos Anónimos.

Tres meses sin saber de ella, nunca dejo de pensarla, cada noche que se iba a la cama pedía a su poder superior por ella, le pedía que la cuide, le pedía que ella no lo recuerde con rencor. Adentro pensaba que ya nunca la volvería a ver, aceptaba, aunque le costaba pensar así. En el internamiento tomó la decisión de no volver a consumir alcohol y drogas, le costó mucho llegar hasta este punto, era como que tuvo un despertar espiritual que le hacía ver su pasado adictivo como algo a donde ya no tenía que regresar jamás.

Llegó el día de su salida, lo despidieron, se fue con su familia a casa. Llegó a casa todo estaba igual a como lo dejó. Sentía muy adentro de sí, la ausencia de Francisca, pensaba dónde estaría ahora, pensaba si lo había olvidado.

Pasaron dos semanas desde que salió del internado, un día volvía de su trabajo, eran las cuatro de la tarde de un miércoles, se bajó del colectivo y como que automáticamente vio un teléfono público, comenzó a sudar y a temblar, ¿la llamó?...- se preguntó- temblaba, metió su mano en el bolsillo, sacó una moneda, caminó hacia teléfono, marcó el número, sonó tres veces, alzaron al otro lado, era la voz de Francisca:

-Aló…. Buenas tardes… ¡! Aló!!
- ¡! Te amo!– dijo Danilo con voz entrecortada, y colgó –


Sólo escuchar la voz de Francisca bastó para sentirse bien, se alegró, sentía como que a ella le había gustado también escucharlo, y estaba seguro que esas dos palabras llegaron claras a Francisca ¡!Te amo!!. Tendría que llamarla otro día. Llegó ese día, la llamó y esta vez hablaron, ella le disparaba preguntas, él con el corazón acelerado sólo le pedía que quería verla, Francisca aceptó, quedaron en encontrarse en un pueblito a las afueras de la ciudad. Danilo llegó al pueblo, se sentó en el parque central. Su apariencia física ya no era la misma, el pelo largo ya no lo tenía, tampoco la barba, ahora llevaba pelo corto, pensaba en que si ella lo reconocería. Sentado ojeando un libro la esperaba, cuando a lo lejos la reconoció caminando hacia él. Otra vez la emoción, caminó en dirección a ella, se encontraron, un abrazo fuerte fue el saludo, un abrazo prolongado en el que sus cuerpos se fundieron. Se desviaron por un camino de tierra, bajaron hasta un rió, se sentaron y comenzaron a platicar.

- ¿Cómo estás?...- preguntó él-
- Como me ves
- ¿Me olvidaste?
- Jamás….
- Yo tampoco, te amo más que antes
- Yo igual


Se besaron apasionadamente, se tomaron de las manos, se abrazaron, y terminaron estando de acuerdo en que no se iban a separar, que Danilo y Francisca estarían juntos para siempre, que se necesitaban mutuamente, que el encuentro que tuvieron alguna día ya hace nueve años era para los dos un encuentro sin retorno.

Continuará…

Texto agregado el 14-01-2009, y leído por 962 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
14-01-2009 Muy buen texto. Excelente narrativa, buena descripción situacional, buena musa. ***** susana-del-rosal
 
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