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MI ÚLTIMO RECUERDO
Una brisa rebelde que levanta una lámina de zinc en la sala, me hace despertar a estas horas de la madrugada. Reacciono con un suspiro profundo, sin abrir los ojos. Trato de ordenar los pensamientos que dan vueltas en mi cabeza y que acechan como aves de rapiña al último sueño que aún no me deja conectar por completo con la realidad. Duro unos segundos antes de reaccionar por completo, aún con los ojos cerrados. Intento a ciegas apagar el abanico que da con su brisa justo en mi cara.
El frío de la madrugada invade el colchón, yo a tientas busco las sábanas en la penumbra para cubrirme, pero...

¡ Qué borrachera tan berraca la de anoche!, pero que lindo es saber que a pocos centímetros de mi, hay un cuerpo cálido a la espera de amedrentar con su calor, la intención constante de la madrugada que se confabula con el abanico.

¡Maribel!, tu mirada tierna, tu piel canela y dulce, tu carácter sumiso y obediente a mis deseos. Nunca escuché una queja tuya, jamás hubo un no cuando yo decía si. Esa situación fue preciosamente la que terminó aburriéndome, por eso acabé abandonándote. Espero que me hayas perdonado.

Ana Luisa, recuerdo el día que te conocí. Fue aquella tarde en que celebraba mi último despecho. Tus ojos saltones escudados por largas pestañas, esos ojos negros enigmáticos atrajeron mis deseos. Tus labios carnosos moviéndose armónicamente al compás de unas palabras que salían de tu boca como notas melodiosas de un arpa. Y ese cuerpo escultural que conversaba incesantemente con mis ojos. Bastó con mirarte una sola vez para quedar encantado contigo.

En tus ojos se ahogó mi pena, y en tus labios se inició mi alegría. En menos de lo que imaginé, ya estaba recorriendo la geografía de tu cuerpo, perdiéndome en cada centímetro de tu selva y tus montañas. Me extravié una y otra vez, tantas y tantas veces me perdí en ti, que terminé aprendiéndome hasta la más mínima ruta de tu cuerpo. Vivimos en un mes lo que no hubiésemos alcanzado a vivir en diez año. Fue entonces que decidí apartarme de tu camino, cuando ya no tenía más nada que explorar .

En ese ir y venir conocí a Ana María, una mujer de armas tomar, ese carácter fuerte y dominante, me atrajo al principio, pero me alejó al final.

De este modo conocí a Mariana, Rosalía, Mary Luz, Raquel, todas ellas me tuvieron en sus brazos y yo las tuve en los míos. Una ahogando la pena que me dejaba la otra. Todas ellas se reúnen en este instante de frío, de madrugada, listas a embestir a un sueño vulnerado por todos los recuerdos que me han dejado ellas, mis mujeres. Todos esos recuerdos han perdido en su laberinto al más reciente, al que debía ser el más importante, tanto así, que a poca distancia de mí, está la mujer que anoche se convirtió en mi esposa, lo único malo es que no alcanzo a recordar quién es.
Autor:Javier Ladeuth

Texto agregado el 21-04-2009, y leído por 112 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
22-04-2009 bn cuento soy nueva y m lleve una wena impresion en mi primera visita IzZAb3L
21-04-2009 Mmm, que triste eso, que nunca se entere , muy buen texto , me encantó =D mis cariños dulce-quimera
 
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