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Sus
brazos eran fuertes y varoniles; sus piernas eran
cual columnas atenienses; sus labios eran de un rosado natural y
carnosos; sus ojos eran de un azul marino y su cabello eran oleadas que
azotaban la ternura de su rostro. Era un joven solitario, pero con
metas en su vida y deseo de llegar a ser grande, de pocas palabras ya
que las reservaba en su cabeza, para el dia que tuviera la necesidad
imperiosa de mostrarle al mundo cuan sabio podía llegar a ser.
El amor no había llegado aun a su vida pues la vida le había ofrecido
muy pocas oportunidades en estas lídes, pero la vida como suele suceder
le tenía una sorpresa preparada. Corrìan sus 17 años apresurados, como
si desearan darle paso urgente a sus 18, su cuerpo cada dìa era mas
varonil y sus rasgos se acentuaban fuertes.
Cierta mañana mientras recorría las calles de su pueblo, craneando o
quizas meditando acerca de su futuro aun incierto, fué sorprendido por
una visión casi celestial, lo que veían sus ojos era inverosímil: Ella no parecía caminar, solo flotar. Eran sus hermosos
pies de una simetría perfecta con el resto de su escultural figura que
se reflejaba en la tierra como la aparición divina de una virgen, su
piel era blanca matizada por un bronceado leve, que resaltaba aun mas
la belleza de sus ojos, esto sin contar que sus labios se
dibujaban como el horizonte en un oceano de incalculable belleza y sus
dientes asomaban cual soldados impecables haciendo guardia en la cavidad de su
boca. Era tanta su belleza que el se sintió por un momento cegado ante
tan radiante mujer, que poco a poco acercaba su humanidad como si se
dirigiera a encontrarse con él, lo que lo perturbaba en gran medida,
pues sentía que sus pies flaqueaban a medida que ella se acercaba mas y
mas. Pero su dicha y sus nervios desaparecieron cuando la vio pasar muy
cerca de él y alejarse por aquellas calles polvorientas,
que dejaban entrever cuan bella era su silueta.
Pasados unos minutos y aun en una especie de trance, vió como se alejaba aquella escultural mujer.
Al regresar a su casa y aún en una especie de embeleso mental, corrió hacia la cocina donde se hallaba su madre concentrada en los quehaceres domesticos y la sacó de su mutismo gritandole entusiasmado: !Mamá, estoy enamorado¡...
De respuesta recibió un silencio total, como si su madre se hubiera convertido en una estatua, "Madre, estoy enamorado" , esto ultimo lo dijo con cierto dejo musical.
Su madre voltea a mirarlo y ajena a su entusiasmo, se limitó a saludar:
-Hola hijo ya te caliento la comida.
-Madre estoy enamorado. Le espetó el muchacho algo molesto, procurando llamar su atención.
-Deja de hablar estupideces y vé a lavarte las manos que ya te sirvo, se limitó a decir.
Decepcionado ante la apatía que la noticia produjo, se dirigió cabizbajo, pero obediente al lavabo y aseó sus manos.
Al día siguiente se levantó bien temprano con un solo propósito; encontrar a la mujer culpable de su desvelo esa noche.
De la cocina empezaban a llegar los primeros aromas del café que su madre religiosamente preparaba todas las mañanas. A través de su ventana que daba hacia la calle podía divisar los vendedores de leche llevando atados en los lomos de sus bestias los cantaros con el preciado líquido, mientras pregonaban a todo pulmon: Leche, calientica la leche.
Al fondo de la callejuela por las esquinas asomaban timidos los primeros rayos de sol, como una premonición de que ese día nuevamente arreciaría el calor en horas del mediodia.
Mientras, se envolvió de la cintura hacia abajo en una toalla y salió de su cuarto directo hacia el baño; en el pasillo se tropezó con su hermana un añor menor que él quien le ganó la entrada.
-Flor no te demores por favor que necesito salír temprano.
-Sabe que, le replicó su hermana, me voy a tomar todo el tiempo que sea necesario; así que no moleste.
-Flor no te demores, mira que tengo afan; le espetó bastante molesto, si te demoras te juro que pateo la puerta.
-Puedes tumbarla si quieres, igual no voy a salir hasta que no termine lo que entré a hacer. Le contestó desafiante.
-Floooooooooooooor, gritó impotente.
Su madre percatandose de la discusión que sostenían los regañó.
-Bueno dejen la pelea, carajo no parece que fueran hermanos, ademas que es eso de empezar el día discutiendo... y usted jovencito: Para donde sale tan temprano.
-Voy a hacer una diligencia.
-¿ Siii? y ¿se puede saber que clase de diligencia tan temprano?...
-Ahi mamá- con cierto disgusto -no creo que le interese mas de lo que le interesó ayer lo que le comenté me había pasado.
Su madre sintiendose irrespetada lo tomó por el brazo y agitandolo lo amonestó:
-Mire jovencito, usted a mi no me habla así, ademas de que me habla, ¿que fué lo que me dijo ayer?..
-Nada mamà, nada.
Soltando su brazo salió hacia su habitación a esperar de mala gana que a Flor se le diera por salír del baño.
Dejó caer pesadamente su cuerpo sobre la cama, rapidamente sus pensamientos lo apartaron de todo lo que lo rodeaba:
"Mi nombre es Diana, le susurraba al oido y su piel se erizaba al sentir su respiración muy cerca de su rostro. Al ir apartando su rostro pudo contemplar como sus ojos grandes y negros hacían de su rostro algo indefectiblemente bello. Era el conjunto de todo, lo que hacía que su rostro rayara en la perfección. Mientras Pablo tan solo alcanzaban a balbucear: eh, yo, eh yo... ella extendió su mano y posó su dedo índice en la comisura de sus labios.
-shhh, no te preocupes pequeño, mas bien dejame darte un beso.
Como una voz, salida de un tunel, empezó a oir cada vez con mas claridad.
-Pablo, Pablo, y luego mas fuerte, mientras lo zarandeaban por los hombros.
-Oye bobo que el baño está desocupado.
-Ahhh, pero esta imbecil porque me zarandea así.
No fué el movimiento lo que le molestó, sino el hecho de haber sido despertado justo cuando la chica de sus sueños se disponía a darle un beso. Algo para él realmente imperdonable.
De un salto quedó en pie y corrió hacia el baño y comenzó a ducharse mientras cantaba melodías alusivas a su amor, Diana.
Despues de desayunar un poco incomodo ante la mirada recriminante de su madre y la sonrrisa burlesca de su hermana, salió hacia la calle sin aun tener claro por donde empezar. Caminó sin rumbo fijo viendo como las mujeres despedían en las puertas de sus casas a sus maridos que salían a trabajar, con un beso; los niños tambien salían a esa hora, algunos animados a la escuela y otros disgustados seguramente por que lo único que deseaban en ese momento era seguir durmiendo. Siguió caminando sin parar pero sin un punto de llegada o un trazado específico, solo caminaba, pero con la mirada atenta a cada cosa o ser que se cruzara por su camino. Una cosa no tenía claro y era si esta mujer que buscaba, existía o la había soñado en las pocas horas que había logrado conciliar el sueño la noche anterior.
A paso lento, pero constante llegó al centro del pueblo donde ya se encontraban mujeres haciendo el mercado en la plaza principal, algunas recateando el precio, otras simplemente comprando sin regodeos; algunas escudriñaban tan minuciosamente las verduras y hortalizas que parecía como si buscaran el elixir de la vida en ellas.
Alguno que otro niño que seguramente esa mañana no fué a clases con la complicidad de sus padres, correteaba en medio de las piernas de los adultos quienes se hallaban concentrados en lo suyo.
Una bandada de palomas alzó vuelo cuando un jinete que pasaba por allí azotó las riendas de su caballo para acelerar su paso y fué como si el telón de una función teatral se levantara para dar paso a la actriz principal que se encontraba al otro lado de la calle comprando flores. Sí, era Diana. Que digo, Diana existe solo en su pensamiento, ya que él no tenía idea de cual era su verdadero nombre.
Tuvo un primer deseo de correr hacia ella, pero sus pies hacían caso omiso a su cerebro, era como si estuvieran clavados al piso; estaba totalmente paralizado e impotente sin saber que hacer.
Al otro lado de la calle Diana detallaba con delicadeza cada tallo y cada flor; llevaba puesta una pava de medio lado dandole un aire de princesa de castillos medievales, su vestido llegaba hasta sus tobillos de un lino blanco virginal, que ondulaba cada que el viento acariciaba su figura.
La escena no podía ser menos sublime para Pablo, alcanzó a dar un paso, pero el latir desbocado de su corazón detuvieron en seco su andar; su cuerpo comenzó a sudorar inclemente aunque aún la temperatura no excedía los 20 grados.
Diana ya finiquitaba su negociación con la señora de tez de ébano sentada en un pequeño sillón de mimbre donde reposaba su enorme figura, lo que causó en Pablo una leve sonrrisa, pero luego de un instante adoptó de nuevo su gesto adusto y volvió su mirada a la mujer mas hermosa que en su vida había cruzado por el espectro de su mirada.
La señora de figura enorme y piel de ébano entregó a Diana las vueltas y esta consintió con una lúcida e impecable sonrrisa acompañada de un:
-Gracias, que tenga un feliz dia.
Su bella figura que a los ojos de Pablo parecía sacada del Olimpo cual diosa del templo de Zeus, comenzó a alejarse lentamente mientras miraba cada uno de los tendederos que los vendedores ambulantes extendían a lo largo de la calle; algunos dueños de negocios comenzaban a abrír las puertas de sus establecimientos. Era como si poco a poco las puertas de la ciudad comenzaran a abrirse de par en par; joyerías, panaderías, la barbería, el boticario, la tienda de viveres, almacenes y hasta la misma iglesia abrían sus puertas al paso de Diana, como si le brindaran una venia rendidos a los pies de tan flamante mujer.
Pablo seguía del otro lado de la calle cada uno de sus pasos y con especial atención cada movimiento, mirada y gestos de Diana.
Ella totalmente ajena a la existencia de aquel chico siguió su camino y se detuvo a mirar un hermoso anillo de oro con pequeñas esmeraldas perfectamente engarzadas, que se encontraba exhibido en uno de los mostradores de una joyería que rezaba en su aviso en madera "JOYERÍA DON JULIAN" ; una brisa suave llegando del norte levantó levemente su pava, pero ella con su mano derecha detuvo su caida.
Ya era demasiado para él así que corrió hacia el otro lado de la calle totalmente decidido a contarle cuan hermosa le parecía; cuan enamorado estaba de ella y todo lo que su corazón le dictara. Al estar justo detras de ella quiso tomarla por los hombros y llevarla a sus brazos, para luego besarla con pasión desbocada, cuando de repente ella giró su cabeza y le preguntó: disculpe joven ¿usted atiende aquí?...
-Pues eh, no...oh sí, mejor dicho que se le ofrece.
El no sabía como habían brotado de sus labios esas palabras, pero lo que menos podia entender era como aun permanecía en pie delante de su musa, princesa, hada, diosa y todos los apelativos que pasaban por su mente.
-Joven, joven se encuentra bien?...
-Eh... eh, disculpe?...
-Le pregunté que precio tiene ese anillo y de cuantos quilates es?.
-um ah ya... eh... el anillo?.
-Si el anillo, es lo unico que veo en esta vitrina.
-Ah sí el anillo por supuesto, pues es de 24 kilates y viene con unas bellas esmeraldas incrustadas que le dan distinción, calidad y por supuesto elegancia a la persona que lo luzca y mas si es una persona tan distinguida como lo es usted.
-Gracias y cuanto cuesta?
-300 pesos-
-!¿300 pesos?¡... un poquito caro no le parece?, aunque me imagino que debe ser por las esmeraldas cierto?.
-Por supuesto señorita.
-Señora.
-¿Disculpe?.
-Le regalo el "ita" , soy señora felizmente casada.

Continuará...

Texto agregado el 08-08-2009, y leído por 151 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
10-08-2009 Escribes muy bien , me atrapó este cuento , espero lo que sigue =D mis cariños dulce-quimera
 
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