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La leyenda del León
Capitulo 4: El choque de Titanes

Continuación del Capitulo 3: La historia del viajero

Como decía, nuestro espíritu ardía con toda su fuerza, nuestros ataques daban a su diana uno tras otros, nuestros enemigos caían uno tras otro, sin embargo Demoner no dejo de sonreír, y a un minuto después exclamo con una potencia que casi hace que nos desmonoremos
-Tontos criaturas que han enloquecido, todavía veo el miedo en sus ojos, su resistencia es inútil, destruiremos a todos y a cada uno de ustedes, no dejaremos piedra sobre piedra, su mera existencia es un error-
Al segundo siguiente miro hacia abajo y prosiguió
-es tu turno Virus…-
De pronto se escucho un silbido muy agudo que atrajo nuestra atención rápidamente
-Quiero al Amarat en bandeja de plata-
Fueron las ultimas palabras de aquella enorme bestia, entonces de los ardientes lindes del bosque comenzaron a salir unas siluetas que nos parecían conocidas, ¡Dios mío, como me gustaría haberme quedado siego antes de siquiera entender lo que estaba ocurriendo! Era nuestra la que emergía, de la antigua tierra bendita, ahora eran… ahora eran… (El narrador se toma unos segundos en los cuales de sus ojos salen unas pequeñas lagrimas) muertos vivientes…
Esa era una de las habilidades de Virus, era capas de resucitar a los muertos y ponerlos bajo su completo control. Demoner estaba recurriendo a una táctica de desarme moral bastante destructivo. Ni siquiera la muerte nos hubiese parecido tan mala, comparado con ver aquello, muchos hombres cayeron derrumbados al ver a sus familiares convertidos en bestias hambrientas de carne, algunas se encontraban tan deformadas por las horrorosas muertes que habían tenido que era imposible identificarlos, pero en otros todavía podía reconocerse a las bellas mujeres tanto elfas como humanas que vivían en el bosque, a nuestros niños que jugaban placidamente y a buenos hombres que trabajaban de granjeros, alfareros, etc. Todos eran ahora no más que unas abominables criaturas al servicio de quien los había asesinado tan cruelmente…
Fue muy duro para nosotros como te imaginaras, incluso hubo quienes no pudieron aguantarlo y se lanzaron desde las torres y el muro… Pero lo peor todavía no había llegado todavía. “Traigan a los esclavos” escuche decir por hay abajo, unas cuatro personas tanto de pies como de manos atados fueron llevados por dos altos y pálidos vampiros que los se los tiraron a aquellos muertos caminantes que rápidamente se abalanzaron sobre ellos y devorando toda la carne que podían
-Todavía quedan muchos que no han sido transformados, cada dos horas aproximadamente, traeremos más para que mis nuevos “invitados” coman, después de todo, mis huestes tienen que sacar alimento de algún lado ¿No?-
Y nuevamente, la quimera, se burlo de nosotros, mientras los cuerpos sin vida de los devorados se levantaban y formaban fila con los otros monstruos.
Pero Demoner había escarbado demasiado profundo, y no se había dado siquiera cuenta de su error. Aquellos que no se habían derrumbado o suicidado, solo tenían un deseo, y era acabar con aquellos bastardos que les habían producido tanto dolor, una ira conjunta nos dominaba, incluso Los Garyu y Baldur que no pertenecían a nuestras razas sintieron pena por nosotros, y una combinación de ciego odio por tal innecesario derramamiento de sangre, pero el lobo se dio cuenta de que algo estaba mal, Demoner estaba jugando con ellos ¿Por qué no había mandado a sus huestes vampiricas junto a su general murciélago? Ellos podían pasar volando las defensas, o ¿Por qué ella misma no rompía el portón? Su tamaño era descomunal y su fuerza debía de ir en par, aparte de que ella también tendría que poder volar… esto se preguntaba el viejo cuando Baldur entro en la torre y le comento en voz baja
-Quieren desmoronarnos, mientras que ellos gastar la menor energía posible antes de que llegue Magnus, por si se da la eventualidad de tener que combatirlo-
El lobo lo pensó unos segundos, debía ser verdad pero que algo todavía andaba, mal tal como dijo Demoner “Entonces solo debo matarlos rápidamente” era cierto, si ellos eran abatidos antes del amanecer no habría necesidad de luchar contra su señor dragón, y si bien la estrategia de Quimera era buena, desarmarnos mentalmente, necesitaba tiempo… demasiado… entonces la respuesta la llego a la cabeza como un relámpago
-¡Nos atacan por la espalda! Arqueros preparen sus armas-
Todos se dieron vuelta y lo comprobaron… los vampiros estaban llegando, desde atrás, Quimera no estaba haciendo otra cosa que distraerlos mientras sus legiones aladas llegaban por la retaguardia que no se encontraba protegida ya que todos nos fijábamos en el frente.
-Fue una suerte que nuestro anciano se diera cuenta de eso, o hubiésemos caído sin remedio…-
Los arqueros tensaron sus arcos rápidamente mientras que los hechiceros encantaban las flechas con magia de la luz, mientras que otros disparaban unas terribles bolas luminosas que desintegraban lo que tocaban, y así fue como el ataque de aquella escoria sirvió para nosotros, ya que su confianza se convirtió en confusión, ellos esperaban encontrar presas desprevenidas, no enemigos atacándolos apenas aparecían.
Sin embargo, no todo fue de color rosa, la envestida también nos causo bajas. Después de unos segundos de confusión los vampiros se enfurecieron y atacaron ferozmente, entonces logre ver al que interprete como el jefe de aquel batallón era bastante más grande que los otros voladores y muchos más terrible, su cara era como la de un murciélago, sus ojos eran amarillentos, tenia una gran mata de pelo blanco y crespo, su cuerpo, era igual al humano pero de un color gris oscuro, sus músculos estaban anormalmente desarrollados, aunque esto no parecía entorpecerle el vuelo, sus manos estaban provistas de unas uñas largas y finas, pero que cortaban como espadas.
El surcaba los cielos para luego caer en picada y decapitar a quienes tenia cerca. Demoner no desperdicio esta oportunidad y mando a poner unas escaleras en nuestros muros, mientras ordenaba a uno de sus demonios más particulares que escalaran, estos eran sus aracnes, si bien parecían arañas, su torso era el de mujeres, el color de su piel era negro y rojo en algunas partes, sus manos eran iguales a los de cualquier persona, al menos hasta la altura del codo donde aparecían unas cuchillas semejantes a las de hoces, sus rostros demostraban malicia y crueldad lo cual los deformaba pero lo más terrible era que parecían extasiadas con aquella salvaje matanza de la cual deseaban participar, sus ojos rojos que relucían como carbones lo demostraba.
En tan solo unos segundos nos encontramos asediados por un ataque doble de una monstruosa magnitud… que provocaba una gran desesperación y desorden en nuestras filas. Las aracnes nos disparaban con sus pegajosas telarañas inmovilizándonos dejándonos a su merced o a la de los vampiros…
Yo desesperado hacia mi lanza y atacaba a las monstruosas bestias que ascendían a la torre, recuerdo agradecer a los cielos por que el viejo Garyu estuviese a mi lado su furia era incontenible, y no había quien se le resistiese, su velocidad era segadora, con sus poderosas garras desgarraba la carne con gran facilidad, con sus fauces destrozaba los huesos de sus oponentes, en más de una ocasión gracias a él sobreviví, mientras que yo me ocupaba de los que lo atacaban por la espalda cubriéndolo o tiraba las grandes escaleras con la que ascendían aquella escoria.
Bardul nos había dejado, ahora, corría socorriendo a los que necesitaban ayuda en las torres o el muro, los elfos atacaban rápidamente con sus poderosos arcos a los horrores alados, los enanos con sus hachas decapitaban a los enemigos que podían, los hombres con sus lanzas y espadas mataban ferozmente, todavía dolidos por las viles acciones de Demoner, los garyus eran los guerreros por excelencia, sus oponentes huían al verlos aparecer. Todos luchaban en las calles y casas desesperadamente tratando de proteger a los civiles que huían aterrorizados al castillo, un grupo de ochenta hechiceros los protegían retrocediendo con ellos conjurando encantamientos de escudo que los refugiaba de la furiosa batalla.
-¡Vamos! Debemos apresurarnos y ayudar a los refugiados a llegar al Amarat-
Fue lo que me dijo el anciano Garyu
-¡Sígueme!-
Y de un gran salto callo a la calle y empezó a correr como si nada hacia la fortaleza, mientras yo lo miraba desde uno de los ventanales de la torre y me decía a mi mismo “Si claro, como si yo también pudiese caer desde aquí y no hacerme daño”, cuando me di y me disponía a irme hacia la escalera, me resbale en uno de los charcos de sangre, entonces me di cuenta de que eso me había salvado la vida, ya que una de las filosas extremidades de una aracne que aparecía por el mirador en el mirador que yo estaba, me estuvo apunto de atravesar con esas molestas hoces, entonces dándome vuelta rápidamente, la empale con mi lanza con toda la fuerza que pude, tal vez demasiada, ya que aquella bestia callo llevándose mi arma junto a ella, maldije debido a mi torpeza, y saque mi espada y baje a toda velocidad.
Cuando baje hasta las calles me di cuenta del peligro que corría en ese lugar, estaba completamente desprotegido de los ataques aéreos que se daban como pan del día, aparte de la cantidad de demonios que había ya de por si ensartados en feroces luchas contra nuestras fuerzas, en cualquier caso, era evidente que no podía quedarme mucho tiempo, así que me dispuse a correr nuevamente por empedrado camino hacia el Amarat, el paisaje era realmente desolador, cuerpos mutilados, tanto de soldados como de civiles, casas en llamas, incluso pude ver a varios amigos míos, que si bien no eran guerreros, eran buena gente con lo que acostumbraba a beber y comer en la posada en la que me hospedaba, toda aquella muerte ¿Por qué? ¿Ellos no tenían nada que ver con la lucha? ¿Por que? Esa y otras preguntas surcaban por mi cabeza, mientras unas lagrimas pasaban por mis mejillas, cada vez estaba más furioso, Demoner, pensé, no mereces perdón alguno.
Mientras yo estaba perdido en mi subconsciente, me pareció distinguir, muy vagamente, que una enorme masa negra se acercaba desde arriba, a una velocidad indescriptible, me quede paralizado y cerré los ojos, de pronto, sentí como el suelo bajo mis pies se destrozaba y me hacia caer, pero ningún golpe llego a darme o al menos yo no sufrí ningún tipo de dolor
-¡Muévete invecil!-
Escuche que me gritaban, entonces me aventure a reabrir mis parpados para ver la siguiente escena: Baldur, se encontraba dándome la espalda, pero dando frente al monstruoso general murciélago, era un combate de fuerza bruta digna de ver, aquellas dos bestias chocando entre si, tensando sus imponentes músculos, entonces el horror alado mordió en el hombro al gran león, que enfurecido lanzo un rugido de tal magnitud que me dejo ensordecido, pero el efecto en él murciélago debió de ser mucho peor debido a sus potentes oídos, y aprovechando la inmovilidad de su oponente, mi general lo lanzo contra el techo de una casa en llamas, para luego caer encima de él en pleno vuelo, pero antes de caer en ese infierno ardiente escuche que me apremiaba diciendo
-Apúrate y ve a ayudar a Erius-
No pude evitar hacer una reverencia y mandarme a correr nuevamente.
Seguía encontrándome con aquella escoria, pero todos conocían el fin bajo el filo de mi espada, después de la confianza que me había depositado
Baldur, no dejaría que nadie me detuviese. La furia me dominaba, ninguno de esos bastardos podrá sobrevivir, no después de lo que nuestra gente sufrió.
Seguí de esa manera por un tiempo interminable, cada muerte que causaba parecían unas pasar como unos cuadros rápidos por delante de mis ojos, hasta que finalmente llegue con los refugiados, los hechiceros hacían, ronda alrededor de ellos convocando sus hechizos defensivos y ofensivos con gran eficiencia, pero ya estaban agotados, algunos colapsaban directamente, sus piernas simplemente ya no los aguantaban, solo los magos elfos, y cuatro ancianos humanos estaban dispuestos a dar pelea.
Me apresure a llegar junto a ellos para auxiliarlos, pero uno de los viejos me pregunto con el aliento entrecortado
-¿Solo tú? ¿No habrá más refuerzos?-
Entonces logre darme cuenta, el Garyu había salido antes que yo ¿Por qué todavía no llegaba? ¿Qué podría haberlo detenido a un luchador de su calibre? Solo algo realmente malo podría, así que intente sacarme aquel pensamiento negativo de la cabeza, era lo último que necesitaba después de todo lo que ocurrió.
-Apretemos el paso-
Dije yo
-Debemos llevarlos rápidamente al Amarat-
El anciano me hizo un signo afirmativo con la cabeza y seguimos como pudimos.
Nada se podía comparar a eso, si sobrevivía a esto decidí que tendría que invitarlos a un bar a aquellos hechiceros, parecía que la mayoría de los ataques fuesen dirigidos a ellos… monstruos de todos lados aparecían, y ellos se mantenían firmes para protegernos, yo prácticamente era una carga más que una ayuda para ellos, y aunque nunca me lo dijeron de frente yo lo sentía así, aparte de que me salvaron la vida varias veces. Otra de las cosas que pude percatarme fue que no solo eran hábiles con sus encantamientos sino que cuando alguna de aquella escoria se acercaba demasiado sacaban un gran puñal y les cortaban el cuello como si se tratara del de gallinas.
Más que nada, junto a los refugiados, yo me encargaba de ayudar a caminar a los magos cansados, que apenas podían sostenerse en pie, aunque de vez en cuando, debía moverme rápido y defender la retaguardia de los hechiceros que eran atacados a traición, y ellos me lo agradecían con una sincera sonrisa marcada por el cansancio.
Todo fue así hasta que finalmente logramos llegar al Amarat y logramos refugiarnos, detrás de las grandes puertas, hay todos pudimos por primera vez tomarnos un respiro, entonces me caí y ni siquiera intente pararme, la adrenalina del combate me había dejado, solo pensaba que ya no podía más, pero él más viejo de los ancianos hechiceros se me acerco con paso decidido, este era alto, en su cara arrugada por la edad se podía ver una gran inteligencia, sus ojos azules demostraban confianza y daban esperanza, tenia una poblada barba blanca al igual que su pelo, bestia una larga tunica roja con bordajes de oro, parecía tener más años que incluso el más viejo de los elfos hechiceros presentes y a un así no daba la minima señal de chochez, es más, era el único que parecía no estar realmente cansado entre los presentes. Cuando llego a mi lado me comento en voz baja
-¿Cuál es tu nombre caballero?-
-Soy Rafael, aunque señor, todavía no ostento ese cargo-
-Bueno sir Rafael, yo soy Helios, si sobrevive a esto puede estar seguro de que lo nombraran caballero, usted acaba de prestar un gran servicio al ayudarnos hoy-
-¿De que habla? Fueron ustedes los que me salvaron varias veces de camino aquí-
-No hables sandeces, es un echo el que tu nos hayas auxiliado en esos tiempos de peligro, podríamos haber perdido sin la escolta de tan hábil guerrero, al menos puedes estar seguro cuando te digo que tendrás mi apoyo-
Y haciendo una pausa para tragar aire, me dijo aun más bajo
-Regreso al frente, al parecer soy el único que conserva algo de energía, incluso, los elfos que tanto alarde hacen de su resistencia apenas pueden moverse, así que te pido que los cuides a todos en mi ausencia-
Apenas ya había terminado de decir eso cuando el ya estaba caminando hacia la salida, y yo haciendo un gran esfuerzo me levante
-¿No necesitaras algo de ayuda halla afuera?-
Mi comentario fue recibido con una mirada interrogante
-¿Podrás aguantarlo joven?-
-¿podrás aguantarlo tu abuelo?-
Entonces apareció una sonrisa en su cara
-Acompáñame, y de paso veremos a quien le falta aguante-
Helios les dijo unas palabras a los otros tres ancianos, para luego decirme
-¡Vamos!-
Ambos salimos rápidamente, a la caótica calle, y nos pusimos de nuevo en marcha, ahora hacía el portón principal…
En el camino nos encontramos a muchos enemigos a los que yo acababa con mi acero, pero él hechicero se valía de sus poderosos hechizos para acabar con sus oponentes, de sus manos emergían grandes bolas de fuego, convocaba poderosos rayos que descendían desde los cielos sobre los demonios como serpientes doradas enfurecidas, otras veces, hacia que del suelo emergieran grandes estacas de hielo que empalaban a quien tuviese en frente, era realmente impresionante verlo luchar, otra cosa que me llamo la atención fue que el no usaba un puñal para luchar como la mayoría de de los demás magos, sino que después de murmurar un corto encantamiento en el extraño lenguaje arcano, sus manos eran recubiertas por una especie de guanteletes de un blanco plata tan puro que parecía echo de luz, con una agilidad que no se esperaba en alguien de esa edad, golpeaba a sus oponentes, y cada vez que esto ocurría, un pequeño resplandor aparecía y el ataque resultaba tan poderoso, que aun con las pesadas armaduras demoníacas, se escuchaba el ruido de huesos rotos o el demonio volaba varios metros hasta que caía y no volvía a levantarse. Tanta era su fuerza que no pude evitar pensar “Menos mal que estamos del mismo lado”.
El trayecto fue largo y agotador, y en varias ocasiones tuvimos que detenernos a tomarnos un respiro, también, de vez en cuando encontrábamos varios grupos de garyus, hombres, elfos u enanos que se encontraba luchando, entonces nosotros nos apurábamos a darle una mano, así que para cuando llegamos al gran portón ya éramos unos dos mil, y nos reunimos junto a los ya exhaustos guerreros que se encontraban en los muros y torres, todos volvimos a nuestros puestos reforzando las defensas, y acabábamos con cada una de las escorias de Demoner, tanto voladoras como terrestre, mientra unos cuantos magos blancos que todavía estaban vivos curaban a los heridos.
Entonces ocurrió lo peor… la sonrisa que le la gran Quimera había mantenido todo el tiempo se desvaneció, convirtiéndose en una mueca de enojo e impaciencia, de ese modo lanzo un grito indefinible, increíblemente poderoso, paralizándonos a todos nosotros, pero teniendo un efecto contrario en sus huestes, que se alejaron espantadas lo más rápido que podían. Mire la cara de Helios que estaba pálida como la ceniza…
Demoner que hasta entonces se había mantenido como una simple observante iba a poner cartas en el asunto, abrió su enorme boca repleta de colmillos, unas especie de energía se estaba concentrando y comprimiendo en una bola negra y roja esto duro unos tres segundos, lo siguiente ocurrió a una terrible velocidad, la energía se disparo en forma de rayo, pero antes de que nos alcanzase, Helios dio un paso adelante y exclamo un encantamiento, de la nada un masivo escudo de luz se levanto entre nosotros y el ataque. No recuerdo que fue lo que ocurrió cuando aquellas potencias chocaron, solo un increíble resplandor que me segaba, luego una profunda sensación de caída, intentaba ver que ocurría pero me era imposible, entonces unos brazos fuertes me agarraron… lo siguiente no se cuanto tiempo duro, pero a mí me pareció una eternidad…
Cuando por fin pude ver algo, me arrepentí al segundo siguiente tanto el portón como los muros, prácticamente habían desaparecidos y en su lugar solo quedaba un humeante cráter y partes de cuerpos despedazados, en frente mío se encontraba Baldur con toda la espalda quemada y en varios lugares atravesada, a mi lado se encontraba Helios que empezaba a abrir los ojos, hay fue cuando me di cuenta de lo que había ocurrido, el muro de luz del anciano mago no fue suficiente para protegernos del poder de Demoner, y para salvarnos, el general uso su cuerpo y recibió algo de aquel monstruoso impacto, no sabia si se encontraba vivo o muerto.
Ahora las legiones de Quimera podían entrar sin impedimento alguno y asolar la ciudad entera… ya no tenia fuerzas para nada, entonces llore, llore desconsoladamente, no por el increíble dolor que sentía en todo el cuerpo, sino por nuestra gente, por toda la lucha que habíamos dado y aun así todo fue en vano, por mi destino, mi llanto solo se encrudeció aun más al recordar que cualquier sobreviviente seria convertido en muertos vivientes que engrosarían las filas de Demoner, no podía aceptarlo, no quería aquel destino… empecé a escuchar al anciano que decía serenamente
-En los cuentos que me cantaba mi madre, llenos de magia y secretos, con tantas maravillas por revelar.-
Entonces cerrando los ojos prosiguió
-Déjame pedirte este deseo, si mis hombres y yo morimos, déjanos llegar a aquellas tierras-
Aquellos versos eran una tradición, el rey, o en caso de que este faltara, él oficial de mayor rango, tenía la obligación de decirlas para asegurar el descanso de las almas de sus subordinados y la suya y pasar a una mejor vida. De alguna forma aquellas palabras me calmaron y relajaron mi corazón, al mismo tiempo una gran garra tocaba mi espalda, girando mi cuello, apenas pude contener una exclamación al ver al viejo Garyu sonriéndome, estaba lleno de magulladuras, cortes y rasguños, me ayudo a incorporarme, y luego al mago, después, miro a Baldur, su mirada se lleno de pena y dolor
-Adiós, amigo…-
Murmuro, mientras Demoner se mofaba y decía
-Te lo dije, solo estaban retrasando lo inevitable, pero su estupidez no les dejo entenderlo, ahora morirán aplastados de tal manera que el mundo ni siquiera sabrá que existieron-
Y siguió riéndose, pero Erius le increpo
-No as logrado nada Demoner, en nuestro corazón no hay miedo, estamos preparados para lo que sea-
Ese comentario solo enfureció a la gran Quimera
-¡Ustedes se pudrirán! Me asegurare de matarlos cruelmente, su carne será devorada y rasgada por su misma “gente” y no podrán hacer nada para evitarlo-
Demoner hablo en el lenguaje arcano, entonces sentí como si una gran fuerza que me empujaba hacía abajo obligándome a postrarme delante del monstruo, eche una rápida mirada a mis compañeros y vi que les pasaba lo mismo, pero aun en el suelo no dejamos que ningún tipo de miedo se reflejara en nosotros, aun cuando los muertos comenzaron a acercarse lentamente. Yo recitaba mentalmente los versos que Helios dijo.
Entonces llego la luz del amanecer, el sol brillo por encima de las lejanas montañas
-No te desesperes, el nuevo día siempre trae nuevas esperanzas-
Comento en voz baja el anciano, mientras los muertos que se encontraban cada vez más cerca empezaban a gruñir y enseñaban sus grotescas sonrisas al oler nuestra carne, ya estaban a cincuenta pasos, cuarenta, treinta, veinte, diez, cinco. El hedor a putrefacción era insoportable y la visión realmente terrible, una mano mitad devorada, mitad podrida estaba por alcanzarme, no estaba a más de unos centímetros, cuando unas enormes plumas doradas, semejantes a lanzas empalaba a todos los integrantes de aquella pestilente horda para luego incendiarse y reducir a cenizas a los desgraciados.
-Mira, Magnus ha llegado junto a Ringel-
En el oeste se veían dos gigantescas siluetas que pude distinguir como la de nuestro señor Dragón y otra de menor tamaño pero aun así considerable general fénix, un enorme pájaro dorado, pero que al extender sus alas, sus plumas brillaron de todos los colores como un arco iris, de su cabeza semejante a la de las águilas se distinguían dos ojos azules, de su poderoso pico emanaban pequeñas llamas
-Parece que he llegado un poco tarde a la fiesta, pero por lo que veo el plato principal todavía sigue intacto-
Dijo el gran Magnus mientras miraba a Demoner que lo fulminaba con la mirada furiosa, lo siguiente seria una verdadera lucha, una que el mundo nunca olvidara, aquello iba a ser un choque de titanes.
El hechizo de la Quimera ya no me inmovilizaba, pero aun así no podía más, mis ojos se fueron serrando poco a poco, el cansancio era demasiado, hay fue donde la oscuridad me trago y no sentí ni escuche nada más…

Continua en capitulo 5: El fin de la historia, y el comienso del viaje

Texto agregado el 21-08-2009, y leído por 135 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
06-09-2010 Por cierto, adoro la personalidad marcada de tus personajes, especialmente la de Baldur. Además, las estrategias y movimientos utilizados por ambos bandos fueron buenas, especialmente el hecho de resucitar a los muertos y desmoralizar así a las tropas de Magnus, por parte de Demoner. Tewen
06-09-2010 Pese a su longitud, éste capítulo nos impide apartar la vista de la pantalla. Repleto de acción, estrategias, descripciones del dolor, y añoranzas de una felicidad ya perdida pero esperanzadora, nos sumerge en la caótica batalla. Vivimos y sentimos lo que Rafael, y la impotencia se hace insoportable en el momento en el que son inmovilizados en el suelo, con los muertos acercándose. Notables imágenes, portadoras de sentimientos y aspiraciones. Destaco mucho el momento en que el mago recita las antiguas palabras del rey. Sólo hace falta mejorar algunos desvíos gramaticales, y queda excelente. Tewen
 
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