UN DÍA DE JUNIO.

Hoy mi amor se levantó contento. Y me despertó, se disponía a celebrar un gran acontecimiento. Que es su cumpleaños. Desayuno brevemente, no quería cargar su estomago, dispuesto a reservarse para el día de mañana.
—Qué hacemos vieja el domingo —. La respuesta la da el mismo.
—Hace un budín de pan, no olvides las pasas de uva, también unos pastelitos de batata y de membrillo, que más le gusta a los chicos.
Le pregunto:
—¿ Y de comer qué hacemos?
—Siempre pensas en el postre.
—Hace unos tallarines con salsa a la boloñesa.
—Pero… ¿Vos qué proyectás hacer? me estás cargando con todo.
—No rezongues protestota, que yo iré a hacer las compras.
Escribí la lista para que vaya al supermercado, y al punto de retirarse la cerré de forma oral…
—Trae si vos querés, crema o dulce de leche, para acompañar el postre.
Y se fue para el mercado tarareando por lo bajo. Tardó bastante en volver, empezaba a preocuparme, al ratito apareció cargado con sendas bolsas. Y antes de que pregunte ¿Si había traído todo? Se atajo riéndose, que los dulces no encontró, pero si el vermouthcito completo. No me quedó mas remedio que reírme yo también, no sin antes regañarlo por su travesura de niño.