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Era casi medianoche cuando llegué a casa. Entré y caminé como en puntas de pies hasta la cocina, decidido a preparar y beber café. Me hallaba solo, pero una curiosa sensación me ordenaba no hacer ruido. Parecía dispuesto a realizar algo que hasta ese momento desconocía. Estaba fuera y dentro de mí mismo. Como si hubiera ingresado a una sala a ver una película, esperaba sin desesperar, seguro de que todo cuanto debía sobrevenir, ocurriría. Percibía una suerte de impotencia, pero al mismo tiempo me sentía con capacidades inflamadas, henchidas en sí mismas. Indiferente y sensible a todo, con el acto insignificante de beber café, creí haber quedado satisfecho. Convencido de que el tiempo era mío, me dediqué entonces a la contemplación. Cada momento era diferente al anterior, pese a quedar curiosamente ligados, en una interminable serie que abría el presente hacia dimensiones hasta ahora insospechadas. El silencio, algún sonido, la luz, la oscuridad exterior tenían un común denominador: Existían en mí y pertenecían a su propia esfera, aunque parecían destinados más que nada a sí mismos. De súbito, una extraña lucidez aumentó mi sensibilidad hasta la exasperación. Todos los umbrales disminuyeron, y las sensaciones se interconectaron de manera puntual, distendiendo en llana extensión todo lo sensible mas inabarcable. Al ser algo por sí misma, cada concepto, yo incluido, formó parte de una dimensión, ignota, ilimitada, por conocer.

Como despertando de un sueño, volví a la realidad. Juzgué que el tiempo transcurrido había sido enorme y efímero. Entonces, tuve la certeza lacerante de no haber vivido previamente.

Me observé como quien intenta en vano reconocer a un extraño y, con un suspiro de resignada conformidad, regresé al pasado.
A cualquier pasado.

Texto agregado el 06-06-2004, y leído por 299 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
12-06-2004 Adentrarnos al desierto que somos y esculcar en ella, es sin duda, una perdicisión fascinante, pues el pasaje entre la vida y la muerte es el pasaje de la perdida de identidad. Maravilloso texto, mi respeto por esa sutil pluma que nos hace ir más alla. Eunice kitty
07-06-2004 Muy sugestivo. He vivido momentos así en los que aunque sabiendo que no podía molestar a nadie no me atrevía a hacer ruido. Son esos momentos en los cuales se escucha la voz interior que tanto ruido que nos rodea a menudo se ofusca. Me gustó mucho. Gracias. NINIVE
06-06-2004 En tu reflexión, yo percibo un viaje anunciado hacia tu alma y vida interior, imágenes de oscuridad, silencio, luz, ese túnel luminoso de la conciencia hacia la inconciencia que te lleva al infinito de tus sensaciones, levitar , solo tu, sin fuerza física alguna , es un momento de intenso concimiento, del que regresas, cansado, perdido de los momentos mismos, y que de alguna manera, te pareció no haber vivido, esas horas, pero las viviste intensamente.Una impresionante reflexión, un momento solo tuyo, que compartes, casi como un cuento. Felicito tu arte y tu talento, leerte ha sido mágico, viví cada instante, cada sensación. Mis cinco estrellas de admiración. Ignacia
 
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