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Inicio / Cuenteros Locales / celiaalviarez / Un pañuelo para el sudor (De los años malditos)

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Mi Mamá con su pañuelo para secarse el sudor. Mi mamá con sus pasos cortos y veloces, haciendo tic tic tic tic en el suelo de cemento con las tapitas de sus tacones desgastados, arrastrándome por esas escaleras larguísimas y estrechas, mirando para arriba y para abajo y para el monte que cubría los lados, buscando la mirada de cualquiera, escudándose en su propia imagen común y silvestre de mujer y niño,30 años aproximados y 7 años el carajito, no tan sospechosa como cualquier otro transeúnte, apretando su pañuelo como a quien se le va la vida en ello y mirándose la muñeca donde se había anotado la dirección al lado del reloj. Bloque 35, preguntar por la señora María, de lo que me enteré por curioso, porque tenía prohibido saber nada y solo estaba ahí para agarrarle la mano y caminar y si preguntan usted no sabe, y cuando mucho sabe que le voy a poner una inyección a una señora, más nada ¿oyó?.

Mi mamá, días antes, abriendo la puerta de casa con cuidado, cerrando las cortinas, apagando las luces y prendiendo una vela sobre la mesa, destejiendo el pañuelo del sudor, desmadejando uno por uno los pequeños pliegos entretejidos en la urdimbre, leyendo esos papelitos que había logrado sacar de la cárcel a punta de crochet, a punta de dejarse manosear, a punta de abrázame vieja y al oído un agarra rápido, si, ahí está la dirección, es para María, dile que él está bien, un beso en la mejilla y sacar el tubito de papel fino, finísimo, casi vuelto un pabilo que cuelga del cuello en la camisa de él, y seguir tejiendo mientras pasaba la hora, conversando no muy bajo y sobre nada importante, y los muchachos y sus clases y tal vez venga en quince días, y no te portes mal para que salgas rápido, y tejer sin mirar mientras las lágrimas caen y el tubito de papel se va uniendo al pañuelo hebra a hebra, punto a punto, amalgama de tela, papel, letras y esperanzas de contrabando en su mano tejedora.

Mi mamá ahora preguntando al kioskero por María, y el hombre viéndola y viéndome, y sospechando cualquier cosa, y ella buscándole algún rasgo a esa sospecha, será digepol será camarada será sapo será camarada será un simple bodeguero será que no me cree será...

Mi mamá esa noche llorando solita y en silencio frente a la luz de vela, leyendo, leyendo, destejiendo, leyendo, llorando, leyendo, destejiendo todo, todo, volviendo ese pañuelo un montón de pedacitos, un montón de pergaminos miniaturizados, un montón de saludos y adioses desperdigados por la mesa, un montón de motivos para darle sentido a ese riesgo, a ese llevar y traer, a ese ida y vuelta de noticias prohibidas y de soledades y de vidas incompletas que se aovillaban entre sus dedos entre visita y visita. Mi mamá volviendo a tejer, llorando, tejiendo, llorando, escondiendo, llorando, arrepintiéndose de saber aunque saber le diera algo de sentido al plan, arrepintiéndose de saber porque saber era arriesgarlo todo, porque saber estaba prohibido mas allá de una dirección, un nombre. Porque saber que ése que estaba bien aunque preso, aunque torturado, saber que ése estaba bien porque estar bien era estar vivo y nada más, puede convertirse en la guillotina de ése, y de papá, y de nosotros... si la atrapan, si la descubren.

Mi mamá subiendo la escalera del bloque, tic tic tic tic, mirándome, sonriéndome, apretando mi mano, tocando una puerta agujereada a tiros en algún momento del pasado, saludando a un señora que se asoma apenas con unos ojos mustios de lágrimas, mustios de agobio, de ya no confiar, de no esperar nada. Mi mamá sonriendo y entregándole el pañuelo a la señora que no confía, que abre la puerta y mira a los lados y le implora que se vaya que se vaya que ya no tiene nada, que se lo llevaron todo, que basta ya, que ni siquiera le quedan los hijos para tener por quién pelear. Mi mamá entrando al apartamento conmigo de la mano y la señora sentada en el sofá desvencijado, en el sofá deshilachado, destripado, violado, descuartizado, al igual que el resto de la casa llena de objetos deshilachados, destripados, violados, descuartizados y allanados por la digepol. Y la señora explicando que buscaban no se qué, si ya se lo habían llevado, que qué iban a buscar, no sé qué ganan, y mi Mamá mirándola y mirándome, con miedo, con miedo de ser ella la que llegue a estar sentada alguna vez en un sofá sin tripas esperando un milagro.

Mi mamá destejiendo el pañuelo, que él está bien, que él está bien, te manda esta carta, está bien, léela, quémala, yo lo ví, está vivo. Y la señora sin saber qué hacer con el altar alumbrado que hizo en aquella esquina donde puso su foto y una vela y algunas estampitas del nazareno, sin saber qué hacer con la tumba que va a limpiar cada semana al cementerio, sin saber qué hacer con el cuerpo irreconocible que le dieron en la morgue y que lloró y veló, sin saber qué hacer con la puntada en el vientre todas las mañanas como si le clavasen alfileres al único escondite donde él estuvo a salvo durante 9 meses, con aquellas puntadas como si le allanaran también el vientre palpitante que le hacía saber que había sido cierto, que ella lo parió y estuvo y fue suyo y que ahora volvía a estar en algún lugarcito perdido en la Cárcel de Maracaibo, y no allá debajo del cemento y las flores, ni en el altar ni con Dios, sino aquí, en carne y hueso, en papel y tinta y en una mujer que dice haberlo visto y en un niño pequeño que la acompaña.

Mi mamá abrazando a esa señora que llora y ríe y maldice y ríe y llora y se une al abrazo y me mira como si yo fuera ése que escribió el papelito, como si yo fuera ése que quizá alguna vez estuvo parado en este mismo sitio y tuvo mi misma edad y salió de su cuerpo para multiplicarse en millones de células vivas diminutas y pensantes, y ríe, y besa a mi mamá y reza y respira.

Mi mamá conversando con ella, que sigas llevándole flores, que sigas llorando y llevando el luto, que sigas así para que no se den cuenta, yo vuelvo en unos días y te cuento algo más. Y luego caminando rapidito, tic tic tic tic escaleras abajo, arrastrándome con ese paso suyo rápido pero corto, agarrando una camionetica y mirándome siempre, sonriente, esperanzada. Mi mamá preguntando ¿quieres aprender a tejer?, y poniendo en mis manos esa aguja por primera vez, por primera vez el pabilo sin color y la primera cadeneta, porque nunca se sabe cuándo hará falta un pañuelo para el sudor.

(Para Diogenito y Mercedes, por esta imagen)

Texto agregado el 29-09-2009, y leído por 372 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
04-01-2010 Esto no es cuento es historia de una mujer valiente y valioza que dio todo por los demas sin esperar nada a cambio. Que bello Homenaje a Mercedes y que su ejemplo nos guie en la lucha revolucionaria mamc1970
23-10-2009 Buena historia. galadrielle
21-10-2009 sin palabras celia, me gusto mucho! yabasta
15-10-2009 no estoy de acuerdo con dragontraidor, al contrario me parece que ese uso le da al texto un aire de puro relato "oral", lo hace correr, lo hace un poco angustiante. a mi me gusta, me gusta mas la narracion que el cuento en si. te dejo besos. mariadelassopas
30-09-2009 leyendo, leyendo, destejiendo, leyendo, llorando, leyendo, destejiendo todo, todo, <--- Altamente repetititvo, le quita peso a tu texto. Otro: llora y ríe y maldice y ríe y llora. dragontraidor
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