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Un Lugar Cerca de Ti (capitulo 6; se acerca el final)


Desconcertada por la advertencia recibida, Patricia arribó al restaurante donde Bertha ya esperaba frente al acceso principal. A bordo del auto, las dos mujeres enfilaron hacia el bar.

Patricia no podía ocultar cierta incomodidad, cierto alejamiento de su compañera, pese a los esfuerzos que hacía Bertha para ganar su atención. Transcurrían los minutos y la relación comenzaba a tornarse tensa. Patricia ataba cabos mentalmente para tratar de encontrar algo que justificara la actitud del policía. Recordó el allanamiento en su habitación. Aquel día, Bertha había abandonado su trabajo con el pretexto de la salsa sobre el uniforme. ¿Sería ese el momento que aprovechó para ir a su habitación en busca de algo? Sin embargo, sonaba absurdo, puesto que aquella mujer tenía contacto cada mañana con sus pertenencias mientras aseaba el cuarto. Entonces ¿para qué hacerlo de esa manera? ¿Sería que trataba de infundirle miedo? ¿Quizá sólo era para desviar su atención? Y si sus sospechas fueran correctas ¿qué se proponía aquella mujer rodeada de misterios?

Aurora fue su siguiente preocupación. De pronto se había perdido todo contacto con ella. Recordó que fue su primera sospechosa cuando encontró sus pertenencias revueltas, incluso le llamó por teléfono para reclamarle y desde entonces nada... ¿Se tomaría la molestia de indagar sobre su paradero, acudir y todo para entrar a su habitación, desordenarla y luego perderse? Por donde le viera no había lógica. Además, comenzaba a dudar que aquella mujer hubiera estado en el pueblo. La verdad es que Aurora en ocasiones no parecía muy centrada, pero ¿llegaría a tanto?


--Si lo prefieres mejor nos retiramos, parece que esta noche no estás muy agusto –reprochó Bertha más que sugerir, luego de hablarle un par de veces sin obtener respuesta.

--¿Cómo dices? No, no, espera...

--Me da la impresión de que no estás presente, aunque te pueda mirar físicamente.

--Perdona, son sólo pensamientos que rondan mi mente, ya pasa, ya...

--Por qué no compartes esos pensamientos.

--Bueno... Sí, creo que sí, es más, me parece que debes saberlo.

--Bien, así al menos tendremos tema para una charla.

--Se trata de lo siguiente: me he estado preguntando si tiene caso volver a la mina, pienso que tengo material suficiente para presentar el sitio como una opción para los paseantes. Es eso...

--¿Y por eso tanto misterio? Llegué a pensar en algo más serio, digo por lo preocupada que te ves. ¿No habrá algo más?

--Bertha dime una cosa sobre esa mina ¿existe alguna razón por la que deba preocuparme por haberla visitado? ¿Hay algo escondido en ella?

--Imagino que tu pregunta se deriva de algo en particular que yo desconozco.

--Pues sí. Creo que sería mejor que lo diga.

--Vaya, comencemos a sincerarnos...

--Cuando venía a tu encuentro me detuvo un policía para hacerme preguntas. Quería saber por qué estuve en la mina. Quería saber si buscaba algo en particular. Cuando me identifiqué como periodista percibí en su rostro un cambio que denotó sorpresa, preocupación. Bertha, dime qué encierra ese lugar que alteró tanto a ese hombre.

Mirándola fijamente a los ojos, Bertha tardó en responder.

--Creo que tienes razón, lo mejor sería dejar las cosas como están. Quizá el lugar no sea tan interesante como para atraer visitantes, es peligroso, es muy peligroso, así que mejor lo olvidamos.

En cuanto terminó de hablar, Bertha apuró su bebida hasta agotarla. Sacó de su bolso un par de billetes que dejó sobre la mesa y se despidió.

--Me tocaba pagar los tragos. Ahora si me disculpas, me siento cansada y prefiero no desvelarme.

--Bertha, parto mañana temprano.

--Bien, que tengas un buen viaje. Y que haya suerte.



Aquella noche Patricia no podía conciliar el sueño. Le molestaba verse sumida de pronto en una intriga que no podía ni siquiera entender. ¿Por qué habían surgido tantos misterios? Esa pregunta revoloteaba en su mente sin encontrar indicios que le pudieran conducir hacia una respuesta. Para el amanecer estaba decidida a investigar lo que estaba ocurriendo. Ese sexto sentido que adquiere el periodista se había impuesto ante la razón, de manera que volvería a la mina, pero lo haría sola para tratar de encontrar algo, no sabía qué, no sabía por dónde buscar, pero estando allí algo podría encontrar que le diera una pista. Si no encontraba nada, igual se iría con la duda, pero sin el remordimiento por no haberlo intentado.


A muy temprana hora del día siguiente subió al auto todas sus pertenencias, se dirigió a la administración para liquidar su cuenta y al salir observó, de reojo, que Bertha le miraba al través de la ventana de la habitación que aseaba. Por un momento pensó en ir a despedirse, pero el recordar la manera como fue abandonada en el bar la noche anterior le hizo desistir.

Levantando una nube de polvo, el auto dejó el motel y enfiló por la carretera.


Una vez más recurrió a Bulmaro para contratar de vieja camioneta.

--¿Y Bertha? ¿Esta vez no le acompaña Bertha? –Preguntó intrigado el grueso personaje.

Para ahorrar explicaciones Patricia respondió con sequedad.

--Esta vez sólo tomaré un par de fotos y regreso. No hace falta molestar a nadie para eso.

--Pero lleva herramientas como si fuera a explorar.

--Cosas que compré, pero no quiere decir que las vaya a usar ahora. Bien, ahora marcho, le encargo mi auto, en el interior están todas mis pertenencias.

Apresuró su salida para cortar esa conversación. Mientras se alejaba, por el espejo retrovisor observó que Bulmaro no le quitaba la vista de encima mientras rascaba su cabeza.



Cuando llegó a la mina, Patricia observó el panorama completo, analizó el entorno, buscó con la mirada hacia el horizonte en todas direcciones; caminó, miró algunas piedras, removió algo de maleza seca... No encontraba nada que le dijera por dónde comenzar.

La mañana era fresca, pero el sol levantaba y hacía vislumbrar temperaturas infernales. Soplaba un viento suave, constante; hacía revolotear los cabellos de Patricia.

Se aproximó a la boca principal de la mina. Recordó que en su primera visita no se acercaron a esa zona. Buscó, palpó y de pronto, en uno de los tablones que impedían el paso, observó lo que parecían ser los restos de alguno de esos sellos policiales que usan para asegurar los sitios donde se ha cometido un crimen. Miró con atención, eran sólo fragmentos deslavados, pero no había duda, era uno de tales sellos oficiales.

Percibió un escalofrío al pensar que en aquel lugar se hubiera cometido un crimen –Entonces es esto –se dijo complacida de haber encontrado alguna pista.

Rodeó el pequeño cerro hacia el respiradero que habían empleado para entrar. Con una lámpara alumbró hacia el interior y finalmente se decidió a meterse por aquella boca hacia las entrañas de la tierra.

Sola, sintió miedo en las oscuras cuevas y túneles, pero sabiendo que ya tenía una pista se animó a seguir, mas no lo hizo hacia donde Bertha la condujo la otra vez, sino en sentido opuesto.

Miró, rebuscó, captó algunas imágenes de lo que parecían marcas hechas por la mano del hombre, quizá le sirvieran después si conociera su significado. Había transcurrido una sofocante hora cuando decidió buscar la salida.


Se alegró al verse de nuevo en la superficie. El sol ya calentaba con fuerza. Caminó hacia la camioneta. Al menos tenía algo en firme para comenzar su investigación. Pensaba acudir a la autoridad para indagar qué clase de crimen y cuándo se cometió en aquel lugar.

Imaginar que toda la intriga giraba en torno a un crimen le produjo una duda más --¿Y si Bertha estuvo implicada en ello? Estuve allí adentro con ella... Hubiera regresado con ella sin saber nada.

Su preocupación se tornó en terror al acercarse a la camioneta y descubrir algo que heló su sangre: las cuatro llantas habían sido inutilizadas. Cada una presentaba grandes tajos. Miró alrededor sin descubrir a nadie, mas en el piso apreció gran cantidad de huellas que no eran las de ella. Entrando en un estado de desesperación gritó al aire.

--¡Dónde estás! ¡Quién eres! ¡Qué es lo que quieres!

En eso, captó su atención una llamada entrante a su teléfono celular. Comprobó en el identificador de llamadas.

--¡Aurora!

Se apresuró a responder, pero apenas logró escuchar la voz de aquella mujer, el aparato dejó de funcionar producto de la falta de energía. Patricia entraba en pánico y en una reacción sin pensar lanzó el inutilizado aparato hacia el suelo.

--¿De qué se trata? ¡Qué te propones! –Siguió gritando sin saber hacia qué dirección dirigir su voz. Imaginaba a Aurora mirándola oculta desde algún sitio cercano.

Permaneció allí, de pie, mirando hacia el horizonte, buscando algún escondrijo, De pronto escuchó la detonación de un arma de fuego y de manera simultánea sintió la ráfaga de un proyectil cruzar apenas a unos centímetros de su cuerpo.

Un grito de angustia escapó de su garganta. Al menos ahora sabía en qué dirección se encontraba su atacante. Sonó otro disparo y prácticamente pudo sentir el calor de la bala que pasaba de largo. Era tiempo de hacer algo por su vida, de manera que corrió hacia la mina, porque era el único sitio que le pudiera dar refugio en esas circunstancias.

Un tercer disparo fallido le hizo tirarse sin miramientos hacia la rampa por donde había entrado ya en dos ocasiones. De inmediato se alejó por el túnel lo más que pudo, alumbraba sus atropellados pasos con la única lámpara que llevaba. Buscó un escondite que le permitiera mirar el boquete hacia el exterior y allí se quedó a oscuras.

Trataba de controlar su agitada respiración, sentía que los latidos de su corazón la delatarían de inmediato. La mirada puesta en el punto de luz.

Y ocurrió aquello que temía. Observó la silueta de una persona aprestándose a entrar a la mina. Tuvo que esforzarse para ahogar un grito de terror.

Con agilidad entró aquella persona provista de una lámpara de gran potencia, además de una escopeta. Dirigía la luz hacia un lado y a otro. En un momento dado, el rayo luminoso reflejó las ropas de aquella persona y Patricia estuvo a punto de gritar una vez más. No había duda, aquella persona vestía las prendas que fueron robadas de su equipaje cuando allanaron su habitación. El mismo pantalón y la misma camisa. Aurora jamás hubiera podido entrar en ellas, así que pensó con horror.

--¡Bertha!

Un ruido en lo profundo de la cueva distrajo a quien le perseguía, no titubeó para accionar de nuevo su arma hacia el punto donde se produjo el sonido. El estallido fue atronador. Patricia sintió que estallarían sus tímpanos.

Sin percatarse de que caminaba a sólo tres o cuatro metros de Patricia, aquella persona, cuyo rostro no podía distinguir, se apresuró a seguir el rumbo del extraño sonido que se repetía en la negra profundidad.

En cuanto perdió de vista la luz de aquella lámpara, Patricia salió de entre las rocas que le dieron cobijo y se apresuró en la oscuridad hacia una salida, no podía dirigirse hacia el respiradero que conocía, porque existía peligro de ser descubierta al ir por ese rumbo. Entonces, trataría de escalar la empinada rampa por donde entró. No había opción.

La tierra floja y la falta de algo para sostenerse hacían imposible llegar siquiera a la mitad de aquel terraplén. A cada intento, Patricia terminaba rodando hasta la profundidad. Bien le había advertido Bertha que por allí jamás podría salir.

En uno de tantos intentos fallidos, mientras se incorporaba luego de haber rodado, luego de haberse golpeado contra las rocas, sintió unos brazos que la rodeaban por el cuello, desde la espalda, y le oprimían con fuerza. Una mano cubríó su boca con gran fuerza, impidiéndole gritar. Intentaba desprenderse de aquellas tenazas, luchaba pero era imposible, De pronto miró el rostro de su captora, a quien reconoció de inmediato, era Bertha.


Continuará la próxima semana


Texto agregado el 15-10-2009, y leído por 317 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
22-10-2009 Uffffs,estoy a punto de un infarto... Qué bueno se pone esto aunque el miedo atrape. Tiene algo que no deja parar de leer...es magnífico Pero como demorarás tanto? Una semana esperando? Moriré******** Victoria 6236013
15-10-2009 Madre mía... ¡Esto si que es angustiante! Emoción al rojo vivo. ¿Y esa Bertha, qué es lo que quiere? ¿Será una enviada de Aurora? ¿Estará protegiendo, más bien, a Patricia? Ah... amigo, si que sabes jugar con los sentimientos y las emociones de tus lectores. Nos tienes en vilo y ¡hasta la próxima semana! No es justo, mira que no. Estupendo relato y demasiada buena esta hsitoria. Estaré a la expectativa. Un abrazo, amigo, pero... ¿no te parece mucho tiempo de espera? Besitos. Sofiama
15-10-2009 Un relato tan interesante que uno quiere su prosecución, ya mismo.Estrellitas ansiosas. almalen2005
15-10-2009 ¡Qué interesante, Julio Enrique! Entró en el laberinto de Bertha. Ahora, para zafarse, tendrá que escapar por la única salida que existe, para mantenerse a flote: si vuela, se salva de esa espiral tensa. Un abrazo y cinco estrellas. maravillas
15-10-2009 Ayyyyy será una de las semanas mas largas de mi vida!!!!!!!! jajajajajaj estrellitas y saludos. ***** MariBonita
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