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Un ejemplo de coherencia

Cuando se aprobó la obligatoriedad del nivel secundario, comenté públicamente que una barbaridad de esa índole no podía cumplirse sin un vaciamiento de los contenidos del nivel medio, y por ende una fuerte pauperización de la educación en nuestro país, en virtud de que si los estudios secundarios preparan -entre otras cosas- para abordar estudios superiores, se requiere de un nivel de abstracción al que lamentablemente no llega un porcentaje importante de la sociedad.

Por cruel que suene este concepto, es una realidad tan concreta como que no todos, por sanos que sean, pueden correr 100 metros en menos de 14 segundos, o levantar un peso de una proporción estándar respecto de nuestro propio peso... por citar algunos ejemplos.

Es parte de la diversidad que caracteriza a los seres humanos. No se trata sólo de ser más o menos inteligente: se trata en buena medida de cómo desarrollamos las capacidades que tenemos y la voluntad que tenemos para desarrollarlas. Podemos tener la capacidad y no desarrollarla, podemos no tener la capacidad y a base de esfuerzo y voluntad suplirla de alguna manera. Es, en buena medida, parte de la elección de vida que cada uno va consolidando con el avance de la adolescencia, y que marca en buena medida lo que podremos o no hacer durante el resto de nuestra existencia.

Lamentablemente, las iniciativas del gobierno no hacen otra cosa que ratificar el concepto que planteé entonces: la educación media se vaciará, con el único objeto de mantener a los adolescentes en un sistema que se convertirá en una guardería para jóvenes de 12 a 18 años.

La información, publicada por La Nación, sostiene que "Uno de los puntos de la reforma de la educación secundaria que logró consenso a nivel nacional es la necesidad de modificar el sistema de evaluación, con el argumento de evitar la expulsión de los alumnos del sistema educativo.
Así quedó definido en un documento que aprobaron los ministros de Educación de todo el país, en la reunión del Consejo Federal que tuvo lugar en la sede de la cartera educativa nacional. Se trata del primero de tres textos que definirán la reforma del secundario, mediante acuerdos que procurarán alcanzarse durante noviembre.

'Tenemos que romper la representación de que la escuela secundaria es para pocos y selectiva. Se trata de pensar algunas estrategias de evaluación que consideren la posibilidad de que el alumno que ingresa debe egresar', dijo a La Nación el ministro de Educación, Alberto Sileoni. Actualmente sólo se gradúa el 50% de los alumnos".

Esta última afirmación es sumamente ilustrativa: se deduce claramente que lo importante no es lo que se aprenda, ni lo que debe saber al finalizar el ciclo, sino que todos se gradúen. Por otra parte, si con un sistema laxo como el actual sólo se gradúa el 50%...

La nota continúa afirmando que "En cuanto a un posible cambio en el sistema de promoción, dijo: 'Podemos discutir si un alumno con tres materias debe repetir el año. Pero una cosa es discutir tres materias previas y otra muy distinta son seis, por ejemplo. No va a ser un jubileo'.

A esta altura es importante recordar que los conocimientos se internalizan apoyándose unos sobre otros.

No se puede aprender a restar si antes no se sabe sumar. No se puede aprender a multiplicar si no se sabe sumar y restar.

No se puede aprender a leer si no se conoce el significado de las palabras. No se puede expresar claramente una idea si no se internalizan las funciones que cumplen los distintos tipos de palabras.

Ejemplos similares pueden darse en cualquier rama del saber.

La falta de ejercicio en herramientas de razonamiento que dan la mayor parte de las materias humanísticas y sociales dificulta notablemente la interpretación de la realidad.
Si bien muchos de estos conocimientos o herramientas pueden adquirirse a lo largo de la vida, a través de la experiencia (por eso a los mayores de 25 años no se les exige el secundario para ingresar a la universidad, sino la aprobación de un examen de cultura general que avale la adquisición de esas herramientas de conocimiento y razonamiento), la educación secundaria debe necesariamente favorecer el desarrollo de las mismas en la adolescencia. Cuando no lo hace, se convierte en un jardín de infantes para niños creciditos.

Evitar la expulsión

En el documento "Lineamientos políticos y estratégicos de la educación secundaria obligatoria", se indica que "la evaluación no puede constituir, por principio, una herramienta de expulsión o exclusión del sistema".

Esta sentencia es cierta: la evaluación tiene que ser una herramienta que permita evaluar si se han obtenido los fines deseados, o no, y en qué medida, pero la consolidación de una cultura en la que se estudia para aprobar, y no para saber, si se concibe que las evaluaciones son la causa de la deserción y se responde haciéndolas más laxas, sólo se estará apuntando a consolidar un pensamiento según el cual a la escuela se va a perder el tiempo.

Otros análisis

He conversado con no pocos docentes mi convicción sobre la política de vaciamiento del nivel medio a partir de la obligatoriedad del nivel secundario, y no siempre he obtenido respuestas que avalan esta idea. Según la explicación que se me ha dado, y que es coherente con algunos planteos al respecto, en buena medida se piensa que el cumplimiento de la obligatoriedad del secundario es posible si desde el Estado se aportan los elementos necesarios para ésto.

Entre esos elementos se cuenta una diversidad de herramientas de carácter pedagógico, no sólo una cuestión salarial, sino fundamentalmente de infraestructura y de apoyo a los alumnos, como tutorías y clases de apoyo.

Sigo siendo escéptico al respecto, especialmente por dos cosas:

La primera es la convicción que planteo en los primeros párrafos: todos somos diferentes y tenemos distintas capacidades, habilidades, posibilidades, pero tenemos -y es importante aclararlo- los mismos derechos y obligaciones. Ser diferentes no implica que haya superiores e inferiores, ni mejores o peores. Pueden -sí- implicar mayor responsabilidad en algún que otro aspecto, pero nunca la preferencia de unos sobre otros.

La segunda es que en los hechos se toman primero las decisiones y luego se ve de qué manera se puede hacer para que las mismas se cumplan, como si cualquier decisión que tomemos fuera posible, cuando no razonable.

Seguramente en algún momento se presentará como un gran logro que el 95% de los alumnos que ingresan al nivel medio se gradúan. Lo que no se medirá es si los conocimientos, habilidades, saberes y conceptos que han internalizados se comparan con los que adquirieron quienes se graduaron del secundario 20 años atrás. Ahí radicará la falacia por la que muchos se alegrará de lo que la sociedad toda deberá lamentar.

Ejemplos

En oportunidad de hacerse público el borrador de la actual ley de educación de la provincia, el texto -afortunadamente corregido en la legislatura- sostenía la barrabasada de que el Estado garantizaba la graduación a quien ingresara en cualquier establecimiento educativo, de cualquier nivel. No el derecho a graduarse: sino la graduación. Así, en estos términos, estaba expresada la norma. Es decir: si uno ingresaba a estudiar medicina, el Estado le garantizaba que se graduaría: sin dudas la acción más efectiva para que los médicos se convirtieran en matasanos (literalmente).

Todas las señales apuntan en la misma dirección, y particularmente Entre Ríos viene siendo un ejemplo en la aplicación de estos criterios. La primera consecuencia es que al provincia retrocedió del 5º al 12º lugar del país en materia de calidad educativa.

Para dar una idea de la magnitud del retroceso, baste decir que se pasó de ser una de las mejores a ser justo la del medio. No dudo que el bicentenario nos va a encontrar en la mitad menos afortunada.
Otra prueba de esta tendencia y de la voluntad de pauperizar la educación está en el proyecto de reducir de 4 a 3 años los secundarios nocturnos.

Entre otras cosas, se retirarían la mayoría de las horas correspondientes a materias humanísticas, aquellas que justamente nos ayudan a construir las herramientas de análisis de la realidad.
Uno podría pensar que, considerando que a los nocturnos van alumnos que ya son adultos, y que por lo tanto han adquirido esas herramientas a partir de la experiencia, no sería una decisión que afecte demasiado a la formación que allí se imparte. Sin embargo, los secundarios nocturnos ya no reciben sólo a alumnos mayores de 18 años, sino de 16, y el promedio de edades tiende a reducirse notablemente. Basta pararse en el ingreso a cualquiera de los edificios escolares de esta modalidad para notar esta realidad.

Paradójicamente, siendo "malpensado", uno podría imaginar que, con la actual presión para abrir más cursos en los secundarios nocturnos, reducir su duración de 4 a 3 años permitiría aumentar en un 25% la cantidad de aulas disponibles, sin crear nuevas escuelas de estas características ni la necesidad de invertir en infraestructura o aumentar la cantidad de nombramientos. Una solución práctica para "reencauzar" a quienes "se caen" del sistema formal.

Esta hipótesis es incluso coherente con el criterio de buscar herramientas para que los chicos permanezcan en el sistema.

Es decir: si se parte de la peor de las hipótesis, todos los hechos tienden a ser coherentes. Si cree en la buena voluntad, todo genera dudas y los resultados no acompañan.

En el camino, el sector docente tampoco parece encontrar una estrategia con la que realizar sus reclamos sin sacrificar el sistema del que vive, y con vicios que le llevan a abusar de licencias, hacer capacitaciones no significativas y en horarios de clases, y concebir que su rol no es de intelectuales sino de obreros, por lo que en lugar aportar a la construcción del sentido común y la voluntad popular, simplemente venden su fuerza de trabajo al Estado, que los forma en esa misma concepción, retroalimentando el sistema.

Lamentablemente, todo indica que la voluntad política, en materia de educación, no es formar: sino deformar.

Texto agregado el 13-11-2009, y leído por 856 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
21-10-2010 No había leído esto, me pareció interesante el punto de vista, comparto lo de que las escuelas se vuelven guarderías. No conozco el detallle del caso argentino, pero puedo decir que en Chile la búsqueda de homogeineidad se ha traducido en empobrecimiento. Al fin, la escuela es un espacio donde (se supone) se va a realizar hallazgos, a descubrir qué te interesa y cómo podrías subsistir o lucrar a partir de manejar mejor que otros los temas que te apasionan. Hay una charla en TED que muestra una experiencia orientada a reducir el rol del maestro y fortalecer el trabajo en grupo aumentando la dificultad de los contenidos para hacerlo imprescindible. Los resultados sorprenden. Te lo dejaré en tu LDV. Saludos eride
12-03-2010 Así estamos...creciendo en el subdesarrollo y desarrollándonos en la mediocridad. Muy interesante. malaya
21-02-2010 Me detuve atentamente, lei, relei con suma atención éste texto y no sabes lo que daría por debatirlo frente a vos, mis********* nanajua
30-12-2009 en bolivia se esta haciendo lo mismo que todos los paises de izquierda, una profunda "revoluvion educativa" que va a tener consecuencias a largo plazo... el_mesiaz
30-12-2009 Argentina, Chile, Venezuela, Mèxico... en general toda América Latina tenemos mucho en común y es un abismal atraso en materia educativa, no se diga en el contenido de los programas académicos, material didáctico, técnicas docentes y mucho más. Y nada de eso es casual, porque como dices en el final: "la voluntad política, en materia de educación, no es formar: sino deformar", porque eso es lo que conviene a nuestros gobernantes. Es más sencillo manipular a quien carece de conocimientos. Interesandte reflexión, es bueno encontrar estos temas. Dejo cinco estrellas. borarje
28-12-2009 Con la ùltima frase lo dices todo louyann_
24-12-2009 En los tres nivles, primario, secundario y terciario, no está importando el qué sino el cómo. Cambian las formas pero no el objetivo principal. Este objetivo; no es la formación de la población. Con un objetivo equivocado, cualquier forma vendrá bien para distraernos del final del camino. No sabemos donde vamos, no importa que camino tomemos. abulorio
 
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