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Terminé mis estudios cuando las plazas de servicio social se habían obsequiado. Pero meses atrás fui una hormiga juntando material de curación y medicina. Ignoraba dónde, pero tenía conciencia de que estaría en un pueblo alejado de los centros urbanos.
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— Puede buscar una comunidad que no tenga médico y la secretaría le reconoce su servicio social. — me dijo el encargado de la oficina. Por supuesto la secretaría, no le daría beca,—agregó.

Me di a la búsqueda de localidades que no tuviesen servicio médico. Mis compromisos eran intensos: casado, dos hijos, sin casa. Vivía con mi suegra. Cruzaba los dedos para tener tino y ubicarme en una comunidad próspera, que me permitiera un sustento digno y hacerme de algunos bienes. Había escuchado historias de médicos que en un año forjaron fortuna. Un maestro decía “Si ven que en la comunidad, hay un dentista, es seguro que hay tela de donde cortar, pues los servicios dentales son caros”.

Visité algunos pueblos que no fueron de mi agrado y a cuanto fulano veía con sombrero y machete al cinto, preguntaba y preguntaba y preguntando alguien me dijo:
— Vaya por la sierra, por allá cultivan café, maíz, pimienta, y hay ganado y cedro. Para que llegue pronto, váyase en avioneta.

En el campo aéreo, todos conocían al capitán Camacho, quién era el piloto de una avioneta. Yo traía enlistados varios pueblos que copié de un mapa.
—El mejor es éste, pero ya tiene médico, se lo digo porque el doctor cada quince días viene y va. Él es el encargado del centro de salud. El otro pueblo grande es el de arriba, pero es un pueblo difícil, casi nadie habla español y no son queridos los médicos. Le recomiendo el pueblo Cox. Ahora no tiene médico, ni centro de salud, la población es grande. Pero la última palabra usted la tiene. Vaya y si le gusta, pues quédese. Mirar no hace daño.
— ¿Por tierra que tiempo hace uno?
Me quedé sin respuesta, pues el pasaje estaba completo y había que subirse a la avioneta. Después sabría...

La avioneta aterrizó en un potrero, que era el “aeropuerto“, caminé cuesta arriba hasta que divisé las casas. En una encrucijada coincidió la floración de la buganvilia, el olor de vainilla, aromas de café. El pueblo estaba asentado en una ladera de la montaña con calles de piedra, tejados rojos. Hacia el norte los caminos subían y subían entre arboles de carboncillo y cafetales, hacía abajo se situaba el lomerío. Tierras de selva convertidas en potreros y árboles salteados: cedros, mangos y avalos donde el ganado sestea.
Llegué al centro del pueblo. Una iglesia que piedra a piedra había conquistado altura. La puerta de entrada miraba al oriente, al mar. Podía admirarse el paisaje, caminos pelones, aplanados por el casco, el pie o el tiempo. La nave principal con retablos tallados por manos morenas, artesanales. Al centro la imagen de Jesús crucificado y el olor a silencio esparcido entre las paredes, recovecos y débilmente aluzado por algunas veladoras.

Recorrí calles, comercios, platiqué con algunas familias, y por último me entrevisté con las autoridades y ellas dieron el visto bueno.
— ¿Señor presidente y aquí hay dentista?
— No hay, pero viene uno cada mes. ¿También saca muelas?
— Para nada.

No tuve duda, mi intuición me decía que allí estaba un tesoro. Años después sabría que el tesoro no eran riquezas. Sino la comprensión de un pueblo olvidado, rico en cultura, despojado de sus tierras.
Pude sentarme en la plaza, bancas sencillas, cómodas, con un kiosco al centro. Unas palmeras altísimas, como viejos tributos del mar a la montaña. Al frente, el edificio del palacio municipal, a mis espaldas unas escaleras, tan anchas como si hubiesen formado parte de una estructura. Subiendo por ellas llegaba uno al curato, lugar donde vive el párroco. Siempre me pregunté por el tiempo, la piedra olía a vieja. ¿y si fuese una pirámide?, tal vez no tenga nada de extraño, pues los conquistadores arriba de las pirámides construían iglesias, los conquistados aceptaron, porque sabían que sus dioses moraban allí.

Texto agregado el 30-11-2009, y leído por 463 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
10-02-2011 esencia que se encuentra en la verdadera naturaleza de las personas y de lo que nos rodea. parece que los gñomos no permiten que me exprese. te quiero, otra vez sera. se que entiendes lo que digo. besos mancuspia
10-02-2011 vuelvo a intentar dejar mi comentario.... tu relato amigo es lo que esperaba leer, siento que anduve por ese pueblo compartiendo contigo la experiencia de descubrir la mancuspia
10-02-2011 otra vez.... solo las **** puedo poner mancuspia
05-12-2009 Narración sapiente, sencilla, por eso. Se conoce el ánimo del médico, el perfil de los pueblos y su alma escondida. lindero
02-12-2009 Como siermpre tus historias dejan un no sé qué en mi alma amigo. Te felicito por compartir ese (Pueblo y sus habitantes) mis5* y besos NILDA yo_nilda
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