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JULIETA


Todos amábamos a Julieta. Era tan anhelada y prohibida como el calor de sol que no entra a la cárcel. Día a día esperábamos el momento de encontrarnos con ella a escondidas, para regalarle las últimas gotas de esperanza y las pocas reservas de libertad que, en nuestra condición de presos, podíamos robarle a los carceleros. Ella lo era todo.

Julieta nos esperaba siempre a la misma hora, como una prostituta mil veces penetrada que regenera su pureza de espíritu en cada encuentro. Fuimos muchos los que la codiciamos, muchos quienes le tributamos ese amor incondicional. Ella se abrió a nosotros noche a noche, y nos permitió cavar en sus entrañas, uno por uno, en desafío a las negaciones y vejámenes que se viven con cada segundo de condena. Era generosa y discreta, incondicional como una madre, y nos ofrecía un momento de paz en medio de las rejas, un sorbo de libre albedrío en este infierno de imposibilidades.

Julieta era como una niña que iba creciendo poco a poco bajo la mirada orgullosa de once padres cautivos. Estábamos dispuestos a darlo todo por ella. La ansiábamos durante el día y en la noche nos desvelábamos por turnos para atender sus necesidades. Y poco a poco se iba volviendo una Juana de Arco, salvadora magnánima en este paisaje sin horizonte que amenazaba con deshumanizarnos, reivindicadora del derecho a soñar con un mañana que luego ella, bendita, haría brotar de sus entrañas.

Por eso hoy lloramos a Julieta. La lloramos por dentro y sin dar muestra alguna de dolor para no levantar sospechas, fieles a su memoria. Los guardias entran a cada celda y desmantelan nuestras pertenencias, nos llevan de uno en uno al interrogatorio a ver si alguien, por temor, le delata, pero saber que ella existió es suficiente motivo para tener fuerzas y soportar cualquier tortura. Faltaba tan poco para culminarla. Cuando creímos haber llegado a la alcantarilla donde desembocaría, se nos ahogó. Un agujero en la tubería central de aguas blancas hizo caer caudales sobre nuestra bien amada, haciendo imposible continuar la excavación. En cuestión de horas, Julieta dejó de ser cueva para volverse lago, hundiendo el esfuerzo de meses de trabajo clandestino. El túnel fue descubierto por los obreros de hidrocapital, y nuestro plan de fuga se desplomó. La operación Trelew, también llamada Julieta por los que invertimos tanto sudor en su ejecución, ha acabado sin éxito. Cincuenta metros excavados desde el baño de la cárcel modelo, sin sospecha alguna por parte del enemigo, quedan ahogados en las aguas del cautiverio. Pero el amor que le tuvimos no ha muerto. Sólo está dormido, y despertará pronto, cuando los guardias se cansen de buscar un culpable, y podamos revivir nuestros sueños en la elaboración de un nuevo plan de fuga.

Texto agregado el 31-01-2010, y leído por 401 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
04-05-2010 muy bueno me encanto, como podemos hacer algo con tanto sentimiento, lastima que se ahogo en el momento menos indicado xD, te felicito. shrekfiona
02-05-2010 eeeeeeeeeeeeppppaaaaaaaaaa...!!! este si me gusto mucho, esta genial 5* superyayayin
20-03-2010 ponerle julieta a un tunel...eso es creatividad 5* dolorita
 
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