No sabía que hacer no quería leer nada, nada saber, tenía miedo de no ser quien es. Si algo leía algo escuchaba, algo llegaba a aprender, que sería de él, ya no sería el mismo, sería otro ser, y a él le aterrorizaba no ser él. Si andaba y miraba, y respiraba y le saludaban, no podía permitirse aprender nada de todo aquello, él trataba de pasar de largo de no escuchar de no olfatear de no tocar, porque no hay nada que no le preocupase más que dejar de ser él.
Sin embargo en otros momentos él se disfrazaba de no sabía quién, precisamente para seguir siendo él, para que nadie llegase a encontrarle para que no tuviesen la oportunidad de comunicarse con él y así quien aprendía no era él quien hablaba era ese otro que él había puesto en medio de él y de todo lo demás, tan hiriente y afilado. Al final él llegó a ser casi él y se pareció mucho a aquel de hace millones de años con la mirada inocente de un bebé.