Y esos hermosos ojos grises
jamás volvieron a compartir
su generosa luz al mundo.

Nunca más brillaron,
como el faro que se apagó
y dejó en la más intensa oscuridad
la ruta de los marinos,
ahora perdidos.

Se cerraron para siempre
ese par de luceros intensos
que a veces derramaron
sendos ríos de dolor.

Con ese don de la mirada
las ventanas de tu alma
ahora censuraban
al mundo su resplandor.

Descansa ya tranquila
dulce niña de mi vida
ahora vives en el mundo
de los sueños imposibles
que emanan de verdad.

Duerme ya en tu lecho
que mientras mis ojos vean
jamás te dejarán de cuidar.