Encontré en la oscuridad aérea de un cóndor ciego

la luz de las palabras que resuelven en rebeldía milenaria

el desorden del mundo,

en el que usted, poeta

sentía el llamado trascendente

de todas las razas

escrito en las siluetas de las montañas,

en los sínodos de la tierra,

en la resistencia de la locura.



Y cuando escuché el rezo silente

entre los muros de una catedral salvaje,

los demonios de su sangre

bailaron en mis pupilas incrédulas,

mientras mis manos buscaban su vida

transformada en inquietud constante.



Después llegó la noticia tardía, para mí

la elegía hecho boletín,

sobre la vida y muerte de padres comunes

de rostros y voces quichuas

en resistencia rítmica

A ritmo de color tierra,

A compás de yaraví

como huella sagrada

escrita en el corazón de las montañas



Mas su figura humana

impresa en colores de tiempo

descolgaba del misterio

la magia de sus letras

resueltas en primeras palabras

marcando un arco de instantes

en conexiones de tierra.



Son tantos universos.

Son tantos caminos.

Son tantas imágenes regadas,

tanta vida regalada al mundo

que pienso que usted, poeta

adelantado muchos siglos

dejó caer su sangre en Caracas

sin testigos ni culpables,

simplemente porque, tal vez

no pensaba estar

en esta mañana de mayo.