Una brisa fresca, suave, ligera, liviana casi tanto que se creería que puede llevarte con ella...

Desde la cima todo se veía tan claro, los rayos tenues del sol bajaban lentamente e iluminaban cada hoja, cada pétalo, cada roca.

El aire se adentraba en los pulmones con cada bocanada salvaje como bailando en el interior.

La mirada buscaba un horizonte, pero éste no era nítido, la línea nublada y desdibujada llegaba a páramos perdidos, inimaginables y lejanos.

Los ojos cerrados, el canto del viento, la agilidad del ambiente, la libertad de ser libre.


Los ojos abiertos, la simplicidad de la calma y armoniosa claridad que pedía permiso a ventanas y cortinas para pasar atenuada en humildad...

Las sábanas enredadas, oprimiendo, obligando a abandonar una nueva fantasía... "Tan descorteces, tan poco sutiles, las muy descaradas"- pensaba ella.

Ese sueño otra vez.