Lo vi saltar de mí y entré en pànico, ahì estaba aquel que me acompañò durante 45 años, pero no lo conocìa con tanta claridad, solo lo podìa tocar y sentir.

Con el tiempo fue creciendo, pero no me ocasionaba ninguna molestìa, solo que unos 15 dìas atràs, sentí que se enredaba entre el cabello, aquella cadena que siempre traìa puesta tuve que dejarla en su caja guardada porque me rozaba y hacìa daño.

Su aspecto fue cambiando con el tiempo y creo que entre la humedad de ese rincon y su envejecimiento, fue debilitándose hasta que decidió desprenderse de su dueña.

Quede tiritona, lo tomé cuidadosamente con una gasa, lo mirè a travès de mi potente lupa y puede ser ridìculo todo lo que me pasò, pero sentì pena y algo de mì cambiò,

Llamè a mi madre para anunciarle lo ocurrido, creì que ella se merecìa saberlo, ella guardò ese secreto que estèticamente no era bonito pero era algo caracterìstico, muy peculiar que lo hacìa querible.

Es mi gran lunar de carne que creciò en mi nuca y que hoy escribo para darle su merecida despedida.