escribo por tí, dicto a mi secretaria que se lo dice de viva voz a un micrófono conectado a un ordenador que encripta la voz y la transforma en palabras que llegan a un documento de un programa gratuito, en el que conviene guardar los cambios de vez en cuando, el que después mi secretario (se cambió el sexo) busca y abre, para trasladar dandole a un botón que siempre está a la derecha y eligiendo la opción copiar y la opción pegar a una página en la que tienen a bien publicar, o más bien mostrar aquello que quedó escrito. tras unos segundos si no se pierde en algún sitio ignoto debido a una pequeña obsesión de algún ente que debe existir al que le preocupa que constantemente el usuario escriba su apodo y su contraseña, posiblemente esté en tratamiento por esta conducta disfuncional, y por fin vemos nuestro cuento colgado y a la vista de todos.
aunque nada de esto me importa si no lo lees tú.