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Los días del pasado

Habitamos un no lugar, le damos cuerda al pensamiento. Desatamos la melancolía que se humedece sobre nuestras espaldas. Pensamos en el ayer mientras transcurre el ahora. Nos condenamos fríamente a evocar el recuerdo, beber del vino del estío. Posponemos las decisiones y caemos una y otra vez en la misma sentencia.

No hay correcciones, no hay progreso. Es el constante esfuerzo por creer que todo tiempo pasado fue mejor. Nos detenemos a observar el mapa que limita nuestras vidas. Revivimos aquellos instantes de dolor, quizás felicidad, como lienzos reconstruidos. Así todo queremos desnudar la realidad y cambiarla con suspiros.

Izamos la vela del barco que navega a la distancia. Buscamos la tormenta que pueda terminar con todo. Queremos desafiar al espejo y preguntarnos quienes somos. Tenemos miedo de perderlo todo o simplemente, quizás, sentimos que no tenemos nada. Así el camino directo al abandono, mirar siempre la misma película, imposibilidad por descubrir un final, aprender de memoria el laberinto del minotauro y cuando todos se vayan de la oficina, simplemente soñar.

Es sadomasoquismo. Sangrar la herida y mirar sin reparos como todo se tiñe de rojo. Es gracioso, también triste, es una perspectiva gris del mundo. Cambiamos los colores, ni siquiera blanco o negro, el simple gris, como una niebla tragándolo todo. También repetir aquellas canciones que elevan el alma y hacen latir a los sentidos. El debate interno de quienes somos mas allá de quienes fuimos. Es lo lúgubre, lo incierto, es la ironía, la risa de ver pasar los momentos.

La melancolía evoluciona, ni en recuerdos, ni en canciones. La abrazamos dentro y dejamos que se escurra cada vez más en lo profundo. Como una lluvia que todo lo alcanza.


El vacío

Necesitamos la fuerza de mil langostas antes de dar el gran paso. Necesitamos la piedra que sostiene al mundo o quizás el sentido de la luz. A veces tan clara, otras tan oscura. Necesitamos sentir como necesitamos respirar. A veces creemos que se abre un agujero en el pecho capaz de absorberlo todo. Vamos por la vida con la mirada vacía y el corazón hambriento. Varios autores sostienen que la única decisión del hombre es el suicidio. Que es la única gran pregunta, todo lo demás es efímero. Sentimos que estamos solos, incomprendidos, que nadie nos entiende, escucha o aprecia. Deformamos la realidad hasta volverla tal y como la deseamos. Sin ánimos de cambiar, sin ánimos de reformular el juego. Algo nos detiene, nos espanta. Es el frío que congela los huesos y perturba el alma. Es la sensación sin miedos, ni dudas, de que nada vale la pena y todo, absolutamente todo, pasa.

Luego refugiarnos en el templo de lo inmutable. Una mujer que nos brinde una seguridad tal que no vuelva el abandono, un perro más fiel que todas las deidades. Combatir el vacío de una tarde que se acaba y la condenada muerte lamiendo los pasos con una huella de vida.

El vacío existe, se crea y se destruye. Lo hermoso es que muchas veces intentamos llenar ese vacío con los demás, y también pedimos a gritos que nos saquen.

La lluvia

A continuación un fragmento del poema “Lluvia” de Federico García Lorca

La nostalgia terrible de una vida perdida,
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
o la ilusión inquieta de un mañana imposible
con la inquietud cercana del color de la carne.


La lluvia cae sobre una ciudad triste. Las gotas resbalan sobre calles manchadas de miedo, inseguridad y desdicha. Nos recuerda que hay cosas que no controlamos y que hay un techo sobre el mundo. Una gota no se pierde sobre el aire, ni se disuelve, tiene un objetivo y eventualmente llega hacia el.

Existe un hombre que busca la lluvia cuando no encuentra sus lágrimas. Rememorando los días que se fueron y no volvieron o la vida perdida. El tiempo como una constante latiendo al ritmo de nuestros corazones. Ya lo dijimos, todo tiempo pasado fue mejor. Partimos de la idea del “No progreso”, nos detenemos en un pensar, en un momento. Todo el después es una repercusión del acto mismo, una consecuencia de.

Existe el romanticismo en la melancolía. El no pertenecer, perdemos la noción del ahora y así nos dejamos llevar hacia viajes imposibles o revivimos una y otra vez los mismos instantes. No hay remedio para la melancolía que no incluya el superarse. Es la abominable idea de dejarse llevar por las gotas, que desnuden el alma y nos purifiquen. Es intentar dejar de juzgarnos por hechos que perduran en la memoria. Es el desafió de despertar con nosotros mismos todas las mañanas y poder mirarnos al espejo. El poder definir el si, el no. La medicina para cada enfermedad vive en nosotros. Y solamente de nosotros depende utilizarla.

El tiempo es un factor que no podemos manejar. Pasa siempre pasa. Los inútiles lo dividimos en horas, un intento catastrófico de saber que tarde o temprano todo terminara. Al final reímos sabiendo que la única solución para el tiempo es más tiempo.

El tiempo lo soluciona todo. Sin embargo no puede curar esas heridas que siguen sangrando pase lo que pase. Y mucho menos devolvernos aquello que el mismo tiempo nos quito.

Todo lo que va no vuelve, las oportunidades se presentan, una sola vez, las decisiones que tomamos varían cada día y la incertidumbre de vagar por destinos inciertos siempre será distinta.

Lograremos entender algún día, que nuestra existencia representa una gota de lluvia, cayendo al vació. De vez en cuando logramos ser parte de la tormenta y cambiar las cosas, pero al final, siempre al final, terminamos destrozados contra el piso.

Veronika decide morir

Ya no más. Un punto de inflexión donde queremos que todo acabe. La poca valoración del instante. El ínfimo segundo donde queremos detenernos. Dejar de vivir con la consecuencia no solo de nuestros actos, sino de los demás. Queremos evadir la responsabilidad de completar el texto. Cortar por nosotros mismo el hilo de las furias.

Veronika decide morir, no por amor, no por deseo, sino por la falta. La falta de un todo que nos haga sentir completos. Cansados del continuo pasar las tardes.

En la obra Veronika tiene melancolía. La melancolía de un amor que no existió y el deseo de vivir se apaga. Quizás un significado que logre un punto que nunca se aparte. Una luz que ilumine los pasos para desmentir un mundo condenado donde a todo le faltan explicaciones.

Ella decide morir. Decide no lastimar su cuerpo, algo que simplemente quedara transgrediéndose en el tiempo. Inequívocamente decide terminar la cuestión tal y como empezó, por dentro. Creemos que el aspecto puede resolverlo todo y sin embargo se aferran a los límites del alma, las mismas raíces del pensamiento.

Tiempos de dolor donde nos pasamos evocando el fantasma que se avecina sobre nosotros. La condenada habitación a oscuras impidiéndonos escapar. Como esposas a nuestros pies que no nos dejan correr ni volar. La idea se autofragela sola y pretendemos creer que la solución es ponerle un fin.

Ciertamente Veronika decide morir. Creer que los conflictos del pasado pueden resolverse con mano propia es la disolución de la melancolía. Es la idea más oscura que carcome al pensamiento. Y sin embargo hay una luz que lucha por brillar, en cada texto, en cada poema, en cada novela, por mas ínfima que se presente, aparece la esperanza.

La esperanza

La palabra que sana

Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa. (El infierno musical, III, 1971)
Alejandra Pizarnik

La esperanza es la piedra que alguna vez rompió tu vidrio cuando actuabas más de lo que pensabas. Es un cuadro inacabado que fluye con el mismo respirar. Quizás sea la palabra que en boca de otros, siempre quisimos escuchar.

La esperanza es una renovación del mundo. Es volcar todo lo que alguna vez callamos con el fin de que otro lo sepa. Es el beso inconcluso que con las luces del alba, vuela. Parece un rayo de luz, una letra musical. Es una excusa que nos permite vivir, transgredir, significar.

Aparece, desaparece, creemos y no esta. Fantástica idea de que existe un allá afuera en algún lugar. La esperanza es encontrarte, perderte y volverte a buscar. Descender al infierno y conmover la razón. Pintar al mundo de colores, sin importar los rastros del sol. Los puntos que señala el mapa, la reconciliación del yo.

Punto de inflexión, momento exacto donde se presentan alternativas. Quizás renunciar a la melancolía. Encontrar el motivo que hace tambalear las piernas y cambiar los conceptos. Es la idea de dejarlo todo en pos de algo mas, abandonar la soledad y volcar nuestras expectativas.

La esperanza se disfraza, camufla y asfixia. Es difícil encontrarla, es difícil percibirla. Simplemente nos domina, como una fe ciega. Esperanza es lo que impulsa a los hombres a llevar a cabo las ideas.

La melancolía se revierte con esperanza, en vos, en mí, en los demás. Es sacrificar todo lo que alguna vez creímos por el deseo más egoísta de cambiar.

Busquemos una palanca y movamos al mundo.

Texto agregado el 04-11-2010, y leído por 472 visitantes. (10 votos)


Lectores Opinan
29-09-2017 Vuelve, Dreamcatcher, para leerte bonito. Mariann
30-11-2012 Extraño el ser que es usted en las letras, No necesita afirmarse de nadie más. ¿cuándo volverá? Parasito
30-11-2011 Qué buena historia, has crecido en las letras amigo mío, quizás aún me recuerdas, hoy visite a olgo y te vi allí, decidí llegarme a saludarte y leerte, me gusto lo que encontré, felicitaciones. ***** lagunita
14-11-2011 hola, no pienso leerte .Sólo vengo a hacerme publicidad:http://www.loscuentos.net/cuentos/link/489/489038/ collectivesoul
30-08-2011 Que buenas meditaciones, lo felicito, varios, me senti en muchos de tus parrafos identificado***** josepoeta1
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