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EL MAR Y LA CONQUISTA DEL PERU



El mar bañaba las costas del actual Lambayeque y apareció un día una flota de balsas y caballitos de totora, se erguía en el centro de una de las más grandes naves, Naylamp que era el jefe llevando un ídolo de color verde de jade, acompañado de su esposa Ceterni y sus concubinas de cuerpos dorados por el sol, a los lados de la embarcación mayor había otras más pequeñas que entre golpes de remos y música se agrupaban sus ornamentados compañeros, Ninacolla que cuidaba del trono, Ochocalo que dirigía la cocina, Ninagentue que escanciaba licores extraños en las copas, Xam encargado de los ungüentos y pinturas, Ollopcopop que preparaba el baño de su señor, Llapchillulli que tejía las túnicas imperiales, al llegar a la playa la comitiva descendió de sus naves y Pitasofi tocaba bravamente su caracol marino, mientras Fengasigde regaba al paso de su jefe polvo marino y cuenta la leyenda que desde entonces hubo habitantes en las tierras costeras del Perú.

Después de muchos siglos cuando los aventureros españoles llegan a América en sus viajes marítimos, cuentan que se confesaban y comulgaban tomando así un seguro para el cielo, quedaba así el alma satisfecha pero el pobre cuerpo no encontraba modo de conformarse ni resarcirse de las infinitas penalidades que abordo había de pasar, pues las naves eran pequeñas solo de 25 toneladas era la que empleo Francisco Pizarro en su primera expedición, se construían lo más rápido posible y al menor costo, siempre la mar barría la cubierta, los torrenciales chubascos del Ecuador las llenaban de agua, el sol plúmbeo y rabioso era otro tormento bajo sus ardientes rayos no había modo de escapar, pero no solo la naturaleza hostilizaba a los aventureros, por necesidad de la navegación misma había que meter dentro del mil objetos que quitaban espacio, así junto a los 70 o 100 hombres que componían la mesnada se hacinaban caballos con su respectivo forraje, los víveres, tocino y pan cazabe, agua dulce, leña para el fogón y materiales necesarios para la reparación de la nave, cabuyería, velamen, pez, sebo, estopa, clavazón, anclas, etc.

Los navegantes no eran de los que se bañaban con frecuencia y despedían olores de los menos agradables, no es extraño que cucarachas y otros animales los acompañaran en el viaje, pero no se inquietaban por ello, pero se entregaban con pasión al vicio de las cartas y dados, como por ejemplo; primera de Alemania, tablas de borgoña, tocadillo viejo, flux catalán, en su mayoría todos eran fulleros, perjuros, blasfemos, pendencieros, leones en la pelea y por eso estaban separados por las funciones que desempeñaban, los soldados para tierra y la gente de mar, en el océano el rol de los soldados era casi nulo, su trabajo empezaba en tierra firme.

La gente de mar usaba un gorro rojo, el escalón empezaba a bordo por el piloto y terminaba en el paje, entre ellos había tripulantes que tenían funciones administrativas o muy particulares, maestree de raciones, despenseros, calafates, toneleros, barberos, capellán, escribano.

EL SEÑOR PILOTO

Desde la aparición del libro de las 7 partidas, el piloto era el responsable de la nave a tal punto que dicho código establecía la pena de muerte para el marino que perdiera su nave por su culpa, no eran los pilotos como vulgarmente se cree tipos improvisados, comenzaban su carrera desde pajes pero obtenían instrucción especial durante muchos años, remozaban sus conocimientos continuamente y se les obligaba a recibirse en Portugal o España ante un jurado formado por marinos, la presidia el piloto mayor de la casa de contratación, para presentarse al examen tenían que justificar haber concurrido a la cátedra de cosmografía, estar instruido en el arte de navegar y en el uso de los instrumentos, pasar de los 24 años, ser cristiano y natural del reino de España, de buenas costumbres, diligencia y aptitud, haber navegado por mas de 15 años, se le preguntaba sobre los puntos principales de la navegación y por votación secreta o pluralidad de votos salía aprobado o reprobado.

La ciencia de los pilotos de ese tiempo era una mescla de lo enseñado en textos de geografía de la antigüedad, Tolomeo, Eratóstenes, Plinio, Aristóteles, leías “el arte de navegar” de Raimundo Lulio, “el astrolagium comentarium” de Torres, “la cosmografía” de Nebrija, “el tratado del astrolabio plano” de Sabokt, a esto después se añadió las novedades sobre América con su nueva geografía con el libro “suma geográfica” que tenía todos los datos sobre el nuevo mundo.

Tantas cosas conocían los pilotos que debieron parecer magos a los incultos aventureros, en ellos se confiaba no solo el éxito de la aventura emprendida sino de la vida misma, este no solamente imponía disciplina a bordo guiando la nave desde el alto castillo de popa llamado tabernáculo, cerca de la bitácora, el gobernalle y la ampolleta del reloj donde la arena molía esperanzas cada hora, al lirico sexteto del paje que daba el alerta a la guardia de proa, el piloto ordenaba las maniobras a los marineros y grumetes encargados del laboreo de los aparejos y velas, suya era la tarea de llevar el libro de bitácora o diario de viaje, trazar el grafico de su destino, cartear o echar puntos tomando la altura mediante el astrolabio, también marcaba el norte para comprobar la exactitud de la aguja mediante la guía de la estrella polar si navegaban en el hemisferio superior.

Siempre vigilante vivía entre el compas, las velas, las cartas marinas, como dijera Bartolomé Colon “vivía borracho de estrellas” solo el sabía en qué punto aproximado del océano se encontraban, si estaba por desencadenarse un temporal, si la nave aguantaría el empuje de las olas, el ascendiente que ejercía el piloto sobre los aventureros embarcados era tal que quieras o no tenias que confiar en él, durante la conquista hubo muchas rebeliones pero en tierra donde los temerarios pero analfabetos soldados podían ser jueces en cuestiones de valor, pero en el mar el piloto siempre fue omnímodo solo consultaba con “charta, compasus, acus ot stellas maris”.

LA VIDA A BORDO

La mayor parte de gente que iba a bordo como marineros eran personas habituadas en esta profesión, el mar era un viejo amigo aunque a veces desleal, la guardia se dividía en 3 partes durante la noche; prima, segunda guarda y cuarto del alba, seguían en esta categoría los grumetes gente joven y avispada eran gavieros y bogas en las embarcaciones, terminaba en los pajes que eran el ultimo escalón en la jerarquía de la gente de mar, se componía de hijos, parientes, prófugos o huérfanos, refugiados a bordo hacían de todo, limpieza, rancho, costuras de las velas, arreglaban los cabos de labor, hacían guardia con los marineros velando la ampolla o reloj de arena, ellos eran los que cantaban al amanecer por ejemplo el ave María al que añadían:

Bendita sea la luz

Y la santa Veracruz

Bendito sea el alba

Bendito sea el día

Y el señor que nos la manda

Amen

Buen viaje

Buen pasaje.

Siempre hubo pendencias a causa de los dados y las cartas, a bordo la existencia transcurría a veces triste y monótona con cierto cariz de convento, a menos que se embarcara un músico de vihuela o un licenciado con los fundillos rotos que leyera para los compañeros pasajes de los “amadieses” o los “palmerines” o que una tempestad los tuviera trabajando como locos asustados.

Las comidas se confeccionaban en un fogón alimentado con leña, que se apagaba temprano así como otro tipo de luz por miedo a los incendios, el despensero distribuía los alimentos una vez que los pajes anunciaban que estaban listos con el siguiente pregón:

Tabla, tabla puesta, vianda presta

Viva el rey de castilla, por mar y tierra

Quien le diera guerra le corten la cabeza

Quien no dijera amen, no le den de comer

Tabla, tabla, quien no viniera que no coma.

Los aventureros se tendían en la cubierta y pronto daban cuenta de la escasa ración, las oraciones y canticos eran interminables, al alba el paje anunciaba la hora, en las noches cuando se ponía la luz en la bitácora se decía:

La guarda es tomada

La ampolleta muele

Buen viaje haremos

Si dios quisiere.

Luego los pajes declamaban la doctrina y después el credo, la salve o el padre nuestro y terminaban con la siguiente endecha:

Bendita sea la hora

En que dios nació

Santa María que le pario

San Juan que le bautizo

Amen

Buen viaje

Buen pasaje.

Entonces los aventureros buscaban su sitio para dormir, siempre a cielo descubierto pues no había sollados, arrullados por la voz de los pajes que daban el alerta o llamaban a los relevos de las guardias, o cuando un trovador lleno de ron, cantaba:

En cosas del amor

Un viejo me dio un consejo

No te lances con ardor

A los pies de ninguna mujer

Si antes en su alma no vez

Que puede de corazón

Corresponder la pasión

Y olvidar el interés



En este mundo tan loco

Se halla de lo bueno poco

Pero de lo malo mucho

Donde quiera que voy escucho

Las quejas del que confió

En una mujer que amo

Que para su desdoro

Supo aprovechar el oro

Y la pasión olvido, la, la, la.

Texto agregado el 29-12-2010, y leído por 143 visitantes. (0 votos)


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