Hoy por la tarde cuando llegué a casa abuela lloraba. No lloraba desvastadora y tampoco pretendía ser vista, pero no escondía sus piadosos ríos. Intenté calmarla pero no me oía. Acudí a llamar a mi madre quién por teléfono se esforzó para que cese su llanto. Otra vez no dio resultado. Poco a poco la gente del barrio y luego de todo el pueblo se acercó para intentar aliviarla pero un manantial ya se había apoderado de mi abuela.
Hoy cuando me levanté vi su almohada totalmete húmeda y ella en el baño se peinaba tras el hermoso vidrio inglés, siempre llorando. Desayunó llorando café con tostadas como siempre. No quiso que mencionaramos el tema del llanto, y como abuela es testaruda, no lo hicimos. Barrió, coció, hizo tortas y todo lo que hacen las abuelas de los cuentos; pero todo lo hico más húmedo.
Hoy hace un año de aquel día y ya no diferenciamos una abuela que llora de una que no. Jugamos todos juntos, comemos y reímos como siempre hicimos, y apenas nos mojamos los zapatos. Cuando algo triste ocurre -porque si, siempre algo triste ocurre- el sólo ver el llanto de abuela nos hace inundar parcialmente el living de casa.
Hoy me preguntaron porqué abuela llora tanto y les contesté que es normal, que siempre lloró.
¿Hasta cuando llorará?