Si existe o existió alguna forma de ausencia en mi corazón, espero que mañana quede desterrada. Pero lamentablemente sé que no lo será. Llevo tantos días pensando lo que te diré al verte que ya se me olvidaron todas las frases que en su momento me parecieron adecuadas, y solo me quedan obviedades tales cómo “¿qué tal estás?” o “qué guapa estás”. Me encantaría poder decirte que te eché de menos con toda mi alma durante estos días, sin sentir que, al menos, estoy faltando a la cordura, y eso sin entrar a juzgar si eso fue cierto, ó que cada noche me acosté abrazado a tu fantasma, o que cada día me hice un poco más pequeño al comprobar que quedaba un día menos para verte, pero también para dejar de hacerlo. ¿Por qué es todo tan difícil? No contestes, prefiero pensar que tú tampoco tienes la solución, o más bien, que no te diste cuenta de que todo el problema está en mi, en mi afán de búsqueda ciega, tanteando, casi a gatas… Sólo espero que no te canses nunca de intentar entenderme, que así para mi todo es más fácil, es cómo lograr al fin un objetivo, aunque éste sea algo tan absurdo como que me entiendas cuando ni yo mismo lo hago. No tengo costumbre de comerme las uñas, pero si la tuviera iría por el codo…, mi niña, mañana te vuelvo a ver y son casi las tres de la madrugada y estoy aquí, temblando como un muelle, dispuesto a acostarme abrazado de nuevo a lo que me queda de ti, esperando, soñando quizá, con que mañana esto no sean más que temores infundados, y que, aunque sólo vaya a ser un momento, nos dediquemos el momento más hermosos que nunca una pareja se dedicó, sólo un momento, sólo uno, uno.