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Esta es la historia de un Hombre que cometió un funesto y espeluznante crimen.

Con el fin de obtener ganancias rápidas, producto de su paupérrima situación económica y ante la imposibilidad de conseguir un trabajo digno, este Hombre decidió llevar a cabo una acción delictual sumamente planificada y, por lo demás, necesaria para los fines deseados por este otrora buen hombre.

Inmiscuirse en y, más aún, difundir detalles acerca de cómo se gestó el hecho en particular, dista mucho de ser una necesidad inexpugnable. El gérmen del asunto es la atrocidad del suceso mismo, por cuanto representa a la perfección al máximo grado de degradación humana.
No es mi intención, debo aclararlo, husmear alrededor de la degradación propia, pues me encuentro bastante lejano a abrazar la más ínfima posibilidad de llegar siquiera a pensar en replicar lo acontecido. Simplemente, fui testigo durante un sueño de lo que a continuación narraré. Una historia, sin duda, difícil de digerir y más aún, de abalar.
Pero es una historia que pasó, quizás incluso más de una vez. De lo contrario, sería imposible poder describirla con tanta frialdad y precisión. Lo hecho hecho está, qué cierto dicho. Paradigma, inviolable, intocable… indeseado.

El robo desde un comienzo, y tal como lo adelanté unos párrafos atrás, fue finamente pensado y estructurado. La casa se sabía no estaría deshabitada: la madre y sus tres hijos (Francisca, de 32 años; Julio, Carmen y Luis, de 14, 12 y 7 años, respectivamente).

El Hombre no fue solo, sino que acompañado por Víctor, de 19 años y tez morena. Ojos claros color celeste. Facciones bien definidas. Corporeidad atlética. Pelo roñoso pero teñido con inocente sofisticación.
El Hombre por el contrario, era (y hasta el día de hoy lo es) robusto, en especial su abdomen, producto posiblemente de su afición por la cerveza y los asados. El cerdo era su especialidad.

Una vez que Francisca estuvo amarrada de pies y manos, con pegote cubriendo su boca, y Julio, Carmen y Luis neutralizados por Víctor, es que el Hombre decidió dejar volar su imaginación:

- Sácale la cinta del hocico –indicando a Francisca y hablándole a Víctor.- Si das un solo grito te voy a matar, perra –gritándole a Francisca, aterrada.-

El Hombre seguía los veloces pasos de sus latidos, dejando atrás a la conciencia. Esta última oración la agrego para objetar disimuladamente el proceder del Hombre, a quien al no tratarlo de Bestia posiblemente será vinculado a quien os narra lo que nos convoca.

- El rusio se va a sacar toda la ropa, ahora –ordenando a Víctor apresurar a Julio, el mayor de los hijos de Francisca.- Ahora vas a tirarte encima de tu mamá cabro culiao… a la primera que no me hagai caso voy a violar y matar a tu hermana chica –mira fijamente a Carmen.

- Ya lo tenís parao hueón… así como ves en la tele le vay a meter el pico a tu mamá. –Julio no llora. Pero teme. Teme pues se hará Hombre con su propia Madre.

Julio mira nerviosamente y doblando el cuello cada 5 segundos, a Carmen, quien está enblanquecida por el terror que cambiará su vida. Luis se tapa la cabeza con las manos. La primera vez que comenzó a gritar desesperado, Víctor lo golpeó con una biblia grande, de esas antiguas, en la cabeza. Lo mejor que le pudo haber sucedido a Luis es quedar aturdido.

- Méteselo mierda… -el Hombre se ve forzado a golpear a Francisca en el estómago. Julio con ojos llorosos y transpirando, comienza a coger a su Madre. La coge como en las películas con las que se masturba, hace no muchos meses. La coge y siente placer como nunca antes lo había sentido. Su madre apenas respira. Lo abraza del cuello y acaricia su pelo.- Julio, te amo, siempre te voy a amar… cuida a Carmen… Luis… -Francisca le habla a su hijo que levanta su rostro y la mira- Luis… hijo… -el Hombre interrumpe el diálogo- ¡Llévatelo para afuera y quédate con él! …Y …¡Sácale la ropa a la pendeja antes! –Víctor obedece a su Jefe.

Para una mente como la del Hombre, obligar a que una Madre tenga sexo con su hija preadolescente no está fuera de los márgenes de la cordura. De hecho, representaba la guinda de la torta preparada con especial dedicación por su autor, más allá de las consideraciones morales al respecto. La moral es algo que no existe en ciertos aspectos de la vida, como lo es el trabajo. ¿De qué vale un jugoso botín, si es que no cuesta su obtención?

Julio penetraba a Carmen mientras ésta langüeteaba los genitales de Francisca. Víctor no se supo bien lo que hizo con Luis, pues su cuerpo fue encontrado completamente descuartizado, imposible de estudiar para corroborar tal o cual delito.
El Hombre largó en llantos antes que Carmen se desmayara. El Hombre recordó unos violines que alguna vez escuchó cuando fue público estable de la ópera. El Hombre sollozaba entre los fluídos de una familia obligada a follar entre sí.
El Hombre mató primero a Carmen. Le dio tres balazos en la cabeza. Cuando la Madre lo golpeó en la cabeza con el control remoto, el Hombre disparó a Julio en el cuello. Luego golpeó a la madre con la cacha de la pistola en la nuca. Pisó su rostro al menos veinte veces. Antes de desfigurarla, había perdido la respiración. Víctor apareció por la puerta de la habitación.

- Lo tuve que matar. –Agachó la cabeza pero la levantó enseguida.– Ya sé dónde está el efectivo.

Francisca dio la vida por sus hijos. Julio y Carmen perdieron la virginidad en familia. El último recuerdo de Luis fue la escena de una película de acción. Víctor está fumando pasta base en una esquina rehuída por la policía.
El Hombre cumple una condena de 4 años y un día por robo con intimidación y está pronto a convertirse en un célebre escritor.-

Texto agregado el 24-02-2011, y leído por 233 visitantes. (0 votos)


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