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Inicio / Cuenteros Locales / albertoccarles / Antón Chéjov, 14 de julio de 1904 (in memoriam)

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Irene Nemirovsky, en La vie de Tchekov, cuenta en el último capítulo de su biografía, la noche del 14 de julio en Baden Weiler, una estación termal alemana de la Selva Negra:

“ Olga Leonardovna, esposa de Antón Chéjov, lo acompañaba en esa ocasión. Él la había enviado a pasear, ya que se sentía mucho mejor, pero ella no lo abandonaba; tenía miedo. Sin embargo, él insistió. Entonces ella bajó al parque y al volver lo encontró inquieto. ¿por qué no comía? Debía de tener hambre. Hasta el último momento pensó más en ella que en sí mismo. Ninguno de los dos había oído el gong que anunciaba la comida. Olga Leonardovna se acostó sobre un diván, cerca de la cama de Antón Pavlovich. Permanecía silenciosa, triste, cansada, “aunque como dijera más tarde, no tuvo la menor sospecha de que el fin estuviera tan cercano”. Para distraerla, Antón Pavlovich empezó a imaginar un relato, “describiendo una estación termal muy elegante, con muchos bañistas ahítos, sanos, amantes de la buena mesa, ingleses y americanos de rojas mejillas, y he aquí que todos...vuelven al hotel soñando con una buena comida y el cocinero se ha ido. .¿Cómo reaccionaría esta gente feliz, mimada, ante este contratiempo?” Hablaba, y Olga Leonardovna lo escuchaba riendo. Caía la noche. Poco a poco, el hotel y la pequeña ciudad se calmaron y se durmieron entre los bosques y las colinas. El enfermo calló. Algunas horas después llamaba a su mujer a su lado y le pedía que le trajera al médico. “Por primera vez en su vida, dice Olga Leonardovna, reclamaba él mismo un médico”.

“El hotel estaba lleno de gente, pero todos dormían, y la mujer de Chéjov se sentía aún más abandonada y sola en medio de esa multitud indiferente. Se acordó de que dos estudiantes rusos vivían no lejos de allí; los despertó. Uno de ellos corrió a buscar a un médico, mientras Olga Leonardovna rompía hielo para ponerlo sobre el corazón del moribundo. Él la rechazó dulcemente:”

“-No se pone hielo sobre un corazón vacío...”

“Era una cálida noche de julio. Todas las ventanas estaban abiertas, pero el enfermo respiraba con dificultad. El médico le dio una inyección de aceite alcanforado, que no reanimó su corazón. Era el fin. Trajeron champaña. “Antón Pavlovich, escribe Olga Knipper, se sentó y, gravemente, le dijo en voz alta, en alemán, al doctor (hablaba muy mal el alemán): ¡Ich sterbe! (Me muero). Después tomó la copa, se dio vuelta hacia mí y sonriendo con su maravillosa sonrisa, dijo: “Hacía mucho que no tomaba champaña”, bebió todo tranquilamente hasta el fondo y se acostó suavemente sobre el costado izquierdo”.

“Una mariposa de noche, enorme y negra, entró en ese instante en el cuarto. Volaba de una pared a la otra, se golpeaba contra las lámparas encendidas, caía dolorosamente, las alas quemadas, y retomaba su vuelo, ciego y fatal. Después encontró la ventana abierta, sobre la tibia noche oscura, y desapareció. Chéjov, mientras tanto, había dejado de hablar, de respirar, de vivir.”

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A través de la Biografía de Irene Nemirovsky, recuperé a fines del año pasado la devoción por los textos de Chéjov, a la que agregué el apasionamiento por su vida, dramática por cierto. Así fue que me sentí impulsado a escribir el relato “Nosotros tres”, a la manera de..., y las “Variaciones sobre Las Bellas”, que hoy adjunto en mis textos de La Página.

Un escritor llega a sus lectores a través de sus letras, y a veces también, con su biografía. En este caso, como en el de D.H.Lawrence, en el de Franz Kafka , y en el de Nikos Kazantzaki, sus biografías, y las obras que he alcanzado a leer y releer de ellos, me han dado la posibilidad de aproximarme a sus vidas enormes, contemplar sus combates siempre desiguales, perdidos invariablemente en primera instancia, pero también verlos erigirse triunfantes, sin saberlo ellos mismos, en una posteridad inequívoca de la que tenemos la invalorable prerrogativa de participar.

Tenerlos en mi biblioteca, y llevarlos adentro mío, es mi privilegio particular.

ACC, 14 de julio de 2004.-


Texto agregado el 14-07-2004, y leído por 840 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-07-2004 Me uno a tu homenaje a Chejov que para mi hasta hace poco era un nombre, no había leído nada de él. Gracias Alberto por haberme enseñado el camino, seguiré caminando. NINIVE
14-07-2004 Tuve el inmenso placer de degustar este texto cuando aún era un boceto neonato. Ver el estrago de ingenio utilizado para su culminación y haber estado allí, tan presente, durante el proceso creativo del mismo me llena de honra. Placer seguirlo, Don Alberto Gabrielly
14-07-2004 ¡Felicitaciones! por esa biblioteca privilegiada que guardas en tu corazón. Qué casualidad, no sabía que Chejov, había muerto en Baden-Banden?, el mísmo día que los franceses tomaron La Bastille, eso sí unos cuantos años antes. Besos maravillas
 
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