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A veces la memoria racional nos engaña.
Sólo el corazón tiene la capacidad de guiarnos sin equívocos.
Salvo que nunca hemos aprendido a escucharlo.
Si nuestra memoria empieza a borrarse poco a poco,
haciéndonos retroceder cada vez más en el tiempo,
si el muro de contención va debilitándose
para liberar todos nuestros impulsos, desos y secretos
confinados al fondo de nuestro ser,
esperemos que el corazón nos ayude a expresar
nuestra esencia más profunda.






Ya no sé cuanto tiempo llevo dando vueltas. Me siento sola, abandonada. No sé donde estoy, no reconozco nada. No sé hacia donde ir, ni qué encontraré al final de esta calle. ¡ Estoy perdida ! Me paralizo, el pánico me invade, estoy sola, terriblemente sola, no me atrevo a moverme. Trato de tranquilizarme, respirar con calma, eso es, no pensar en nada, inspirar, expirar lentamente, inspirar, expirar lentamente... y así hasta... Si solamente alguien, alguien bueno, muy bueno, me tomara de la mano y... Me está dando un poco de frío, parece que fuera a llover, y yo sin mi paraguas, voy a tratar de volver rápido para no mojarme. Bueno, primero tengo que encontrar el camino de la plaza San Andrés. No estoy lejos, reconozco esta calle, pero no me acuerdo para donde tengo que ir. ¿ A ver ? ¿ Dónde puede encontrarse la plaza ?, voy a preguntarle a ese joven...

- Buenos días, me puede decir, por favor, ¿ Cómo puedo ir a la plaza ?

- ¿ Qué plaza ?

- Esa en donde está el hombre grande, buen mozo...

- No, no sé.

- Gracias de todos modos... Ya empezó de nuevo, estos jóvenes, tan poco amables, no tienen tiempo ni para indicar un camino... Pareciera que a nadie le interesara ayudarme, hacen como si no comprendieran lo que digo, como si estuviera hablando en chino... Esa señora tiene cara de buena, a ella le voy a preguntar...

- Perdone señora, ¿ me puede indicar el camino de la plaza, por favor ?

- Sí, por supuesto, ¿ a qué plaza quiere ir ?

- La plaza esa, donde está ese joven grande y guapo...

- Este..., ¿ puede darme más indicaciones, por favor ?

- Es un hombre grande, macizo y con una melena ondulada...

- La verdad es que no sé...

- Es muy valiente, y tiene una espada...

- ! Ah, ya sé, la Plaza San Andrés ! Uste hablaba de la estatua en medio de la plaza, el Caballero Bayardo, " el caballero sin miedo y sin tacha"...

- ! Sí, sí, claro que sí, ese mismo ! Muchas gracias. Usted sí que me entiende. Gracias, gracias, muchas gracias de nuevo.

- Si quiere la acompaño...

- No, le agradezco mucho, pero no se preocupe, indíqueme solamente el camino, ¿ qué dirección debo tomar ?

- Mire, tiene que seguir derecho por esta calle, ahí va a llegar a la plaza.

- Ya, muchas gracias, ! Hasta luego !


Amalia se siente feliz, casi eufórica, por fin alguien le contesta como corresponde. Bueno, entonces sigo derecho por esta calle, me voy a apurar para llegar luego. Si no quiero perderme de nuevo... Ya está, ahí veo la estatua, ahora tengo que encontrar mi casa... A ver... todos estos edificios los reconozco, pero tengo mis dudas, para qué lado ir... Voy a preguntarle a la señora que vende flores, parece amable, ella puede ayudarme...

- Perdón señora, ¿ me podría indicar, por favor, cuál de estas es la calle Baleares ?

- Buenos días señora Amalia. Claro pues, Baleares es esa al frente, usted vive en la segunda entrada, un poco más allá.

- Ya, muchas gracias, si yo sé que es por aquí, pero es que me confundí un poco. Hasta luego, y que tenga un lindo día.

- Hasta luego señora Amalia, y tenga cuidado con su cartera que la lleva abierta.


Amalia cerró su cartera y se fue caminando al edificio donde vivía, subió los dos pisos, abrió su cartera, sacó sus llaves, abrió la puerta y guardó enseguida el llavero en su cartera, siempre lo hacía con mucha atención, que no se le fuera a quedar la llave metida en la cerradura; cerró la puerta y colocó cuidadosamente la cartera en el aparador. Había aprendido a cumplir rigurosamente esa especie de rito ya que últimamente se le estaban perdiendo las cosas, y prefería ser precavida. Recién entonces se dio cuenta de lo agotada que estaba y se sentó en el sillón frente al televisor apagado, en donde se quedó inmóvil mirando al vacío, hasta que el teléfono la hizo reaccionar.

- ¿ Aló ?

- Hola mamá, ¿ cómo te va ?

- Hola Melo, yo estoy bien, gracias, y a ti, ¿ cómo te va ?

- Bien también. Te llamaba para saber si necesitas que te compre algo, puedo hacerlo a la salida del trabajo y te lo paso a dejar...

- No, gracias m'hijito, no necesito nada. Dime, ¿ y tú, cómo estás ?

- Bueno, entonces si estás bien, no es necesario que pase a verte hoy, mañana nos vemos.

- Sí, claro, hasta mañana, saludos a todos...


Este Melo, tan atento que es, siempre me llama, menos mal que él se preocupa de traerme lo que necesito, porque a mi edad, subir dos pisos con paquetes no es fácil. Si no fuera por él... Aunque últimamente a él también lo encuentro algo distinto, a veces me responde mal, parece exasperado, como los demás, se alejan de mí como si tuviera la peste, como si les molestara responderme. No sé qué pasa, es verdad que me estoy poniendo vieja, pero no es para tanto, todavía puedo valerme por mí misma... Si hasta mis hermanas han cambiado conmigo, cuando nos juntamos conversan entre ellas y a mí casi ni me hablan. Como si tuviera algo contagioso... Bueno, voy a preparar algo para comer, me está dando hambre.

Amalia se levantó del sillón y caminó hasta la cocina. Ah, no queda pan y casi nada de mantequilla. Cuando Melo llame, porque seguramente va a llamarme luego, le diré que me traiga pan. Es tan atento este Melo, todos los días me llama sin falta...





Loreto Paz Atías Céspedes, 2005



Texto agregado el 23-05-2011, y leído por 397 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
14-04-2013 se muy bien de que se trata esta enfernedad, trabaje mucho tiempo con personas que la tienen y sus familiares que la padecen, lo cuentas muy bien*********** pensamiento6
09-05-2012 No hace falta tener Alzheimer, para ser viejo y desmemoriado, para que se alejen . La indiferencia , la discriminación y el desamparo son moneda corriente, en este mundo globalizado¡gracias! efelisa
23-02-2012 El desamparo de la vejez. Terrible esa enfermedad, que va despojando de a poco, la vida conciente de quien la sufre. La involución del quien soy, hasta llegar al punto de partida. Un gran texto. sagitarion
22-01-2012 Buen cuento. nada alejado de la realidad. Bien llevado en su desarrollo, los monólogos y los diálogos. un gusto leerte******* pithusa
03-01-2012 Un cuadro excelente, muy bien trazado, con absoluto respeto por las reglas del cuento. Me gustó mucho. fabiangris
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