He caminado hacia adelante,
he tropezado al instante;
he mirado una roca,
quizás he mirado una piedra lo suficientemente cerca...
Caí, como ver las hojas desprender de aquel trozo de rama que la sostiene y, en el esfuerzo de volar a distancia resbala posándose en la fuente de agua pura y abstracta...
He visto una gran torre que entorpeció el camino con las calles agrietadas,
He mirado lo suficientemente cerca para saber que no fuí demasiado lejos;
Recorrer a paso apresurado en solitario sería poco más hacia dónde llegar,
porque he caido en los escombros del peñasco como el simple polvo se arrastra en las profundidades terrestres,
¿He caído...?
Tal vez dentro de un pantano ennegrecido por la incertidumbre de la oscuridad,
tal vez acompañado por la soledad de los bosques espesos aturdidos del aletear de los murciélagos...
He caído y estoy mirando que... ¡no estoy mirando! ...
¿He caído y no he mirado lo suficientemente lejos?
Sí.
He mirado la distancia necesaria para saber que, el fango le sirve a los cerdos que no habitan pantanos;
he mirado para saber que la voz de un cocodrilo es la canción de un anochecer y un amanecer,
para saber que aquello no es una roca, es una venda que evitó la luz (que sofoca) y se sumió en la oscuridad (que tranquiliza, y no obstaculiza).
El polvo no rasgó la pared sino que la penetró para consolidarse en uno sólo.
Porque no he caído, he tropezado para saber que creí haber caído...



Antes de caer, Miré la causa de mi tropiezo,