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La campanita de la puerta sonó alegremente, y yo, sobresaltado casi salgo corriendo, un segundo después, tomo coraje y entro a la fresca y oscura librería.

Es mi octavo cumpleaños, esta mañana para mi sorpresa mi abuelo me ha dado cien pesos diciéndome:
-ya eres un hombre y puedes elegir tu propio regalo.
Mi abuela lo miró ceñuda con cara de “vaya a saber cuantas golosinas se comprará con ese dinero”. Mi madre suspiró pensando “con esa plata podría haberle comprado el abrigo que necesita para las frías mañanas de escuela”.
Mi abuelo me mira con complicidad, me guiña un ojo y dice en voz alta
- Mi nieto sabrá gastarlo sabiamente - Y mirándome me dice en voz baja:
-Yo confío en ti.
Orgulloso y feliz las miro a las dos, desafiante, y corro a mi cuarto para cambiarme y salir solo a la calle, soñando en juguetes y golosinas.
El centro comercial esta a solo tres cuadras de mi casa, y con las manos en los bolsillos voy soñando en lo espectacular que es elegir lo que uno quiere. Esta vez no tendré ropa que no me gusta o juguetes “parecidos” a los que yo quería… mientras camino distraído, la voz de mi abuelo resuena en mi cabeza “yo confío en ti”… hmm… por primera vez pienso que quizás juguetes y caramelos no sean una buena idea, ya puedo escuchar a mi abuela diciéndole a mi abuelo “ viste, te lo dije”.
Sin darme cuenta me he detenido frente a un viejo local comercial, es la antigua librería del pueblo.

Otra vez me sobresalto cuando una voz cascada me dice – ¡Buenos días!, a que debo el honor de la visita de un joven de su edad en mi negocio?.
Un anciano asomado tras el mostrador me mira sonriente esperando una respuesta. Yo, sonriéndole a mi vez, como un tonto, le digo
- Vengo a comprar un libro…
El hombre me mira con curiosidad y ampliando su sonrisa me contesta:
- Bueno, al menos has elegido el lugar correcto.
Trato de disimular mi vergüenza y casi salgo disparado, giro paseando mi vista por la enorme cantidad de libros de lomos ajados mientras pienso que un juguete no era tan mala idea.
La voz a mi espalda me dice:
- Jovencito, ¿hay algún libro o tema en especial que desee leer?.
Fuera de mis libros de colegio y algún cuento para niños nunca había leído nada. Adoraba ver a mi abuelo con su pipa sentado en su sillón, después de cenar, y tomar con cariño uno de sus viejos libros con tapas de cuero, disfrutando en silencio de la lectura hasta bien avanzada la noche.
No sabiendo que decir, y tratando de parecer mayor le contesto:
-Quiero un buen libro, ¿que me puede recomendar?.
Esta vez el anciano se puso serio, me miró con una mezcla de tristeza y curiosidad y me dijo:
- Joven, no se por que vino hoy a mi librería, hoy es mi último día de atención, he vendido el negocio, ya no da para vivir. La semana que viene lo demolerán para hacer departamentos. Hace semanas que no vendo un libro, ¿y justo hoy aparece un joven de menos de diez años y me pide un buen libro?... Dado que mi profesión ya termina, y siendo Ud. Probablemente el último de mis clientes, le contaré el secreto de los libros.
Todos los libros son mas o menos buenos, pero el secreto no esta en los libros, sino en los lectores. Casi todas las personas pueden leer un libro y emocionarse mientras lo leen, pero muy pocas personas hacen algo con eso.
-¿Como? Le pregunté.
El viejo con paciencia me explicó:
- El secreto de los libros es que el lector, después de leerlos, puede hacer algo con esa experiencia. Todos los buenos libros son motores de “hacer”… - Y haciendo una pausa con tristeza me dijo:
- Muy pocas personas entienden esto, El secreto es que un libro no debe ser solo un entretenimiento, sino el comienzo de una acción...

El ruido del hielo ha cesado. Me despierto sobresaltado recordando el sueño de mi infancia, y sonriendo para mis adentros termino de completar el sueño con mis recuerdos aún vívidos, de ese día tan importante para mi vida.

Continúo recordando que entonces el anciano librero me preguntó:
-puedo sugerirle un libro para “hacer”?
Yo rápidamente le contesté que si, y se fue detrás del mostrador. En unos minutos volvió con un enorme libro encuadernado en cuero; supe en ese instante que el libro valdría mucho mas que los cien pesos que tenía. La tapa del mismo estaba grabada en dorado y las hojas eran gruesas y antiguas.
El hombre me dijo:
- Este es el libro más valioso de mi librería, es el único que queda de esta primera edición. Lo sostuve en mis manos leyendo el titulo… “Moby Dick”, un señor Herman Melville lo había publicado en el año 1851, el libro tenía más de un siglo.
Me lo envolvió con cariño, le di los cien pesos y cuando estaba saliendo me sorprendió diciéndome:
- Feliz cumpleaños, yo también confío en ti.
Cuando volví a casa, le mostré a mi abuelo mi compra. Al principio me miró desconfiado y le conté mi experiencia en la librería, y las palabras del librero. Entonces sonrió, y por algunos años, leímos juntos después de cenar, el sus libros y yo el mío, una y otra vez me asusté ante la capacidad de odio de un hombre como el Capitán Ahab contra un noble animal que se rebela a ser cazado, las carnicerías atroces sobre las pobres ballenas y sus crías me acongojaban.

Ya despabilado me levanto de mi litera, me visto rápidamente cuando se escuchan unos golpes en la puerta de mi camarote. Una voz detrás de la puerta me dice:
- Señor, hemos finalizado el canal, ya está todo listo.
Prendo mi pipa, la vieja pipa que heredé de mi abuelo y subo a cubierta. El viento del ártico sopla despiadadamente, el invierno ha llegado demasiado temprano, Este frío ha congelado el estrecho de Bering sorprendiendo a las ballenas que se reproducen en el océano Ártico en verano e impidiendo que salgan con sus crías hacia el sur. La masa de hielo es tan amplia y gruesa que no permite que las mismas aguanten la respiración bajo el hielo tanto tiempo. Ya no hay alimento en el océano Ártico, si no alcanzan el pacífico norte, al sur de las Aleutianas, morirán de hambre.
Con el rompehielos a mi cargo hemos abierto un canal para permitir que las ballenas puedan salir de esta trampa mortal. He tenido que rogar y convencer a todos mis superiores sobre la importancia de esta misión.
Piso el hielo pidiéndole a Dios que no hayamos llegado tarde… cuando a lo lejos desde el norte veo el chorro de agua de la primer ballena.

Mas de trescientas de ellas desfilaron ante mi, machos jóvenes, madres con sus cachalotes, viejas matronas, todas pasan resoplando su chorros de agua al cielo, se las notaba cansadas y escuálidas pero pude ver que lo peor para ellas ya había pasado, mi felicidad es indescriptible.
Cae la tarde cuando la última de ellas pasa ante mi, se acerca al borde de hielo donde yo me encuentro y misteriosamente se detiene, me arrodillo en el hielo ante ella. Es un viejo macho que venia cerrando el grupo cuidando que nadie quedara atrás. Me mira con su enorme ojo, y veo en él, los ojos de mi abuelo, o quizás los del librero, ambos ya muertos hace muchos años…entonces, quizás telepáticamente, me parece sentir que me dice… “Yo también confió en ti”.

Texto agregado el 29-12-2011, y leído por 315 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-08-2014 Ahhh... que dulce sensación Goose, la primera vez que lo leí me recordo "la historia sin fin" de M. Ende, ahora con un matiz diferente alimenta mi espíritu poderosamente. Cinco aullidos satisfechos yar
16-02-2014 :) Todo tiene su propósito, no? Me ha gustado mucho este relato. En verdad es muy emotivo. Ikalinen
09-01-2012 Soy una llorona. Me llevaste a mi propia infancia a escuchar, ver y sentir a mis abuelos.Gracias. pantera1
30-12-2011 Muy bueno, placer leer tus letras =D mis cariños dulce-quimera
29-12-2011 Muy buen texto glori
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