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El Sistema circulatorio es una maravilla de la ingeniería biológica. Consta de una bomba, llamada corazón y de miles de mangueras llamadas arterias y venas que llevan oxigeno proveniente de los pulmones y alimento en forma de proteínas, minerales, etc. extraído del sistema digestivo. Adicionalmente elimina las substancias toxicas a través de los riñones y el propio intestino, y de esta forma mantiene vivos alimentados y “limpios” a todos los músculos y órganos del cuerpo, incluido el propio corazón, “la bomba”. Si uno quisiera hacer un atentado contra el cuerpo humano, aquí, en el sistema de irrigación del corazón, es donde debería colocar el artefacto.
Uno diría que la noche es el momento menos propicio para los accidentes, y quizás así lo sea, el cuerpo descansa, el organismo se relaja, la mente se serena y el metabolismo baja su ritmo. Pero el corazón no descansa. El flujo sanguíneo, sin prisa pero sin pausa continua distribuyendo oxigeno y alimento. Claro, entre los alimentos están las grasas, lípidos llamados técnicamente con el nombre de colesterol. Estas partículas tienen la extraña propiedad de pegarse en las paredes de las arterias, y esta noche, silenciosamente una de ellas se dirige lentamente por el caudal sanguíneo hacia la arteria coronaria, la arteria que irriga al corazón.
El hombre duerme, a su avanzada edad sus arterias envejecidas han ido acumulando en su interior importantes cantidades de colesterol, de hecho, sin haberlo notado, su corazón hace meses funciona con insuficiente cantidad de irrigación, de alimento y de oxigeno.
La partícula es bombeada por el propio corazón en un extraño caso de suicidio por ignorancia, la minúscula porción de grasa recorre los últimos milímetros y, sumada a sus hermanas químicas acumuladas con el paso de los años, obtura la arteria coronaria. Este hecho se llama en medicina trombosis.
El pronóstico es la muerte del músculo cardiaco por asfixia, la muerte de sus células condena a todo el cuerpo, y a su dueño al mismo fin.
Un ser humano, de cincuenta y ocho años, representante de la especie mas avanzada conocida, la especie que dominó el mundo, el espacio y las profundidades, termina víctima de un pequeña partícula grasa. Así de simple.


El dolor en el pecho me despierta, noto a mi brazo izquierdo dormido, casi no lo puedo mover, el dolor asciende por mi cuello hasta mi mandíbula, transpiro profusamente. Asumo inmediatamente que estoy viviendo a un infarto. El miedo me ciega, los recuerdos de mi vida se comprimen y aprietan en mi mente como el fuelle de un acordeón. El dolor me impide respirar, giro mi cabeza y veo a mi mujer, mi amor, mi compañera de vida durmiendo de espaldas placidamente, lucho por hablar, gritar, moverme, pero el dolor me nubla. Trato de pelear para no perder el conocimiento, se que estoy muriendo. Una voz en mi interior me dice “aflojá… entregáte,…ya está”. Finalmente me abandono y el dolor cesa repentinamente.

Silencio, no más dolor, no más calor ni frío, solo silencio.
Una extraña luminosidad me permite “ver” mi habitación, la perspectiva me asusta, puedo ver todo, extrañamente me puedo ver a mi mismo.
La boca abierta sin respirar, los ojos abiertos que se opacan, el cuerpo se tiñe de un color violáceo, no termino de entender, ¿si ese soy yo entonces quien soy “este” yo?
Los rayos de luna entran por la ventana, “La luna es el sol de los muertos” afirmaba Llamazares. Me sorprende tener intactos mis recuerdos, ¿como es posible?, ¿no se alojaban en neuronas?, las mías están muertas…
Espero paciente flotando en el cuarto, las primeras luces del día se filtran por las persianas del cuarto. Mi mujer se revuelve en la cama, la conozco de toda una vida, está por despertarse. No soporto ver lo que viene, me retiro, desde lejos solo alcanzo a escuchar su grito, si pudiera llorar lloraría. Decido alejarme más.
El corazón, si lo tuviera, ya estaría roto, los amo tanto, mi mujer mis hijos, todos están destruidos, las ceremonias fúnebres han concluido, solo me animé a dar una vuelta por el velorio y despedirme de ese cuerpo que me alojó por años. Yo también le tenía mucho afecto.
Poco a poco la vida vuelve a la normalidad en casa, las tareas y las necesidades humanas, obligan a trabajar, limpiar, cocinar, planchar…
La tristeza en sus ojos me tiene atrapado acompañándolos, quisiera tocarlos, hablarles, decirles que estoy bien, que estoy con ellos.
Solo la perra me ve. Al principio la asusté, claro, no puede verme ni olerme, solo atinó a gruñir, pero luego, con el pasar de los días se me acerca tímida y llora a mi lado, desde mi muerte no ha vuelto a comer.
Mis seres queridos me extrañan, cada tanto alguno prorrumpe en llanto, a veces se retiran solos, buscándome en sus recuerdos. No se como abrazarlos, reconfortarlos, me retiro unos pasos, yo también sufro y siento.
Hace rato que debería haberme ido, me reclaman en mi nuevo mundo. La perra finalmente ha muerto, simplemente se dejó morir. Ella no me preocupa, se por experiencia propia que está bien, pero a ellos debo abandonarlos, se me ha vencido el tiempo. De pronto una idea se me ocurre.

Ha pasado un año desde mi muerte. Mi familia sigue unida, los conozco, mi plan se está por llevar a cabo.
Ahí vienen, pasan conversando ente ellos, están mucho mejor gracias a Dios. El corazón me late con fuerza. Mi mujer se asoma a la vidriera como de costumbre y de pronto me ve.
Muevo la cola y ladro con alegría. Todos se detienen a verme, continuo ladrando y llamando la atención, busco desesperado el contacto visual, esta es mi única oportunidad. Mi mujer entra al negocio y habla con el dueño. Abren mi jaula y ella me levanta.
El dueño dice que soy puro de raza, de la primera camada.
- Todavía no los inscribí, si quiere le puede poner el nombre que quieran, tiene que ser alguno que empiece con la letra A.
Mi nieta me acaricia y yo le lamo la cara con felicidad. Ella dice resuelta.
- Abu, se va a llamar Abu.
Mi mujer llora y me abraza. Mi hijo mayor me mira acariciándome y dice.
- Parece que a Dios se le escapó un alma

Luego de muchas “fiestas” he logrado que me suban de vuelta a mi cama. He vuelto a mi hogar, descanso tranquilo mirando a mi esposa que duerme serena. Ahora todo está bien.

Texto agregado el 05-01-2012, y leído por 302 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
10-09-2014 Que bello texto, salido de un alma buena. Sé por lo que pasaste amigo y doy gracias a Dios por tenerte entre nosotros. El final... extraño. Cinco aullidos aquí yar
27-04-2014 :) - Qué puedo decir? La primera parte de tu narración cuenta una gran verdad, y de una gran verdad pasas al mayor de los anhelos del hombre: permanecer, si no perdurar. Más allá de la muerte, el tener la posibilidad, si se fue feliz, de seguir viviendo esa felicidad, el contacto con los seres amados, con los lugares conocidos. Ojalá pudiera ser así... Ikalinen
01-02-2012 Me gusta la pasion con que escribes, es un reflejo de cuando es el tiempo de partir y aun asi peleamos hasta el ultimo minuto para no irnos de este bello y cruel mundo. esclavo_moderno
14-01-2012 Reencarnacion. Yo quiero se pantera negra con ojos verdes. pantera1
06-01-2012 Me ha encantado. Me sobrecogió la visión que el hombre tiene de sus seres queridos, siempre he pensado que cuando alguien muere los que realmente son dignos de lástima son los que quedan. Después la idea del perro me ha parecido genial. Abu es como llama mi hijo a mi madre. m_a_g_d_a2000
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