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Inicio / Cuenteros Locales / zumm / Mirinda en el geriátrico

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Mirinda llegó al geriátrico escondiéndose entre las sombras.
El portón de entrada estaba cerrado. Todas las luces estaban apagadas. Seguramente los viejitos internados allí, dormían.
Mirinda decidió trepar por el muro y entrar por las ventanas a los dormitorios hasta encontrar a Rocío. Debería volver a su forma natural, es decir como una gigantesca cucaracha de casi dos metros de altura.
Cerró los ojos y haciendo un gran esfuerzo mental trato de concentrarse y lograrlo. No pudo.
—Habré puesto poca fuerza —pensó mientras hacía una tensión terrible apretando las mandíbulas.
Lo único que logró fue que se le escapara un
enorme gas, que los humanos llaman pedo…
Trató de trepar por la pared, pero es muy diferente el cuerpo de un humano bípedo a un organismo cucarachil, así que no logró subirse a la altísima pared que rodeaba al geriátrico.

Decidió tomar al toro por las astas y se dirigió al portón y tocó el timbre, que sonó adentro como un carillón de iglesia.
Mirinda parado en la puerta, esperaba . Se sintieron unos pasos y un hombre vestido de blanco abrió una mirilla que había en el portón.

—¡Señor! La hora de visita terminó hace mucho.—le espetó

—Por favor doctor, permítame explicarle mi situación…

El hombre abrió los ojos con sorpresa y abrió rápidamente el portón, y se abalanzó a abrazar a Mirinda.

—¡Ademir! ¡Eres tú! ¿Cómo es posible?— preguntaba entre lágrimas

Mirinda trató de calmarlo y le explicó que él no era ese Ademir y que seguramente se parecía mucho a esa persona, pero no lo era y que son cosas que suelen suceder. Quien mas, quien menos tiene un sosías en algún lugar.

—Pero eres igual a Ademir. ¡Hasta en el tono de voz! Pero, claro, Ademir falleció hace tres meses. Era mi hermano más querido.

—Lo siento —le dijo Mirinda y lo sentía de verdad…

—Perdone mi equivocación, señor…¿En qué puedo
ayudarlo?

—Tengo que hablar con Rocío y llevármela de aquí…

—La única Rocío de este establecimiento es Rocío Noboa y es una persona de casi 80 años.

—¡Ella es, doctor, ella es! ¡Permítame verla!

—Esto es muy raro, señor. Ella casi no recibe visitas que no sean sus sobrinos…

—Yo la conozco de su juventud. Fuimos novios alguna vez.. —aseguró Mirinda

—Ella está media chapita. En un tiempo se la pasaba hablando de un novio que viajó a la Luna o algo así — recordó el doctor

—Ese era yo. Le aseguro doctor que le estoy diciendo la verdad.

—Pero Ud. es mucho más joven que ella. Parece de 40 años…y además usted me dijo que se la quería llevar de acá…

—Sí, doctor. La haré viajar al pasado, si ella quiere, hasta el año en que nos conocimos. Ella será joven otra vez y podremos comenzar otra vida juntos…

El médico miró a Mirinda con desconfianza. No podía creer esa historia. Era tan increíble como las historias que escribía un amigo suyo, Alejandro Casals se llama. Es más, estaba considerando a Mirinda como un loco. Estuvo a punto de dejarlo plantado en el portón. Pero pensó en la larga noche que le quedaba de guardia y decidió dejarlo hablar para
divertirse con él. Además esa cara tan parecida a Ademir…

Lo hizo pasar y le pidió que le contara ese plan de volver al pasado.

—Es muy simple, doctor. Cualquier cosa que viaje más rápido que la velocidad de la luz, va a parar al pasado. Todo depende del tiempo que eso esté viajando. Lo que no puede hacerse es viajar al futuro. O sea que si yo viajo al pasado, digamos al año 2005, me tengo que quedar allá, es imposible
volver.

—Eso lo sabía del colegio —contestó el médico— y también sé que no hay nada que pueda viajar más rápido que la luz.

—Eso sucede acá en la Tierra. Pero en mi planeta hemos desarrollado un combustible que hace que se alcancen esas velocidades y para nosotros es fácil viajar al pasado, pero pocos desean hacerlo porque no se puede regresar.

—Pero si Ud, viaja al pasado con Rocío, ella llegará mucho más joven, pero Ud, llegará siendo un bebé…

—Ella viajará primero, pero debo consultarlo con los
científicos de mi planeta, aunque ambos rejuveneceremos la misma cantidad de tiempo. De eso estoy seguro.

El médico ahogó un bostezo. —Bueno, Ademir, ¿puedo llamarlo Ademir?

—Mi nombre es Mirinda, doctor. Por favor lléveme a ver a Rocío…
El médico asintió…

Texto agregado el 11-01-2012, y leído por 290 visitantes. (6 votos)


Lectores Opinan
12-01-2012 que bueno que no se convirtio en cucaracha, tal vez el médico le tiraba Raid jaja.Me encanta seguirte***** shosha
12-01-2012 está interesante y muy linda tu novela el símbolo de amor representado en mirinda quedó de lujo ****************** yosoyasi2
11-01-2012 Està muy interesante!!!***** almalen2005
11-01-2012 De cuerdos y de locos todos tenemos un poco. ¡Cuánta incomprensión para el pobre Mirinda! Apenas logro ubicarme dentro de la Ciudad de Buenos Aires, ni me imagino teniéndome que ubicar en otro planeta. ¿Será conveniente para Rocío? Mirinda tendrá que vivir siempre a su lado. ¡Cuánto amor de su parte! 5* Susana compromiso
11-01-2012 Ahhh, esto me está gustando mucho!!!***** MujerDiosa
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