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No se que siento. Incapaz de analizarlo. Alterado doy vueltas en los absurdos recovecos que forman los muebles del dormitorio. A través de la ventana me doy cuenta que la mal alumbrada calle padece una gran soledad. Percibo luz por los interticios de alguna ventana vecina. Me alejo. Enciendo un cigarrillo y lanzo las volutas de humo al techo buscándo respuesta a esta inquietud que agobia. Llegan los ruidos propios de de la casa en el primer piso. Se que ella no volverá, su orgullo es más fuerte que el mío. Un cambio de palabras, un capricho de ella o terquedad mía. Una suave tonalidad verdemar
en sus párpados destacando la mirada ambarina de sus ojos. Reparo en los punteros del reloj que se acercan a la medianoche. El te que ingerí me produce náuseas, la boca seca y amarga, decido salir y antes de encaminar mis pasos por la desierta calle opto por encender otro cigarrillo.
Deambulan oscuros seres que matan la espera y gastan la suela de los zapatos apagando puchos en la vereda. Una de estas luciérnagas en las sombras pide mi cigarrillo encendido. Se lo cedo, agradece con coquetería. La leve luz que se percibe a través de sus amplios
ventanales mugrosos me hacen creer que está cerrado. Al acercarme más, percibo la vida, voces y risas.Empujo la mampara ,poca gente, fuman y beben cerveza, me siento en la barra saludo al dueño del "CARUSSO" Admiro la belleza de las antiguas máquinas schoperas de relucientes arabescos y la antigua caja Registradora.
Siento movimiento a mí lado y regresa mi mirada al piso vecino donde unas piernas enfundadas en medias negras que suben hasta el borde de una falda corta. Llega mi café, el aroma me anima. Un pequeño sorbo y alzo mi rostro y distingo un busto realzado con una blusa roja y sobre los hombros una chaquetilla de cuerina negra. El mozo le ofrece a la mujer: Schop, café o un Hot Dog. Ella insiste en que espera a alguien.
-Como siempre- masculla el dueño.
Ella hace como no oye y sonríe. Y yo, estúpido, me siento humillado por la situación de la mujer que ni se inmuta, acostumbrada a estas treta para paliar el frío, mitigar la negrura de la soledad entre el pavimento y el cielo negro. Sin mirarla casi, le ofrezco un café, que acepta sin remilgos. La chica alarga el de ella y pido otro café antes de irme. Aspiro en el entorno su pesado perfume.La miro y me responde una roja sonrisa y unos dientes amarillentos. Es como invitante si la miro en esa media luz, es como agua de charca para un gran sed. Observo sus ojos oscuros de noches negras, pestañas gruesa como patas de araña.
...y me hicieron recordar los tuyos,ojos oscuros con brillos de estrellas, custodiados por largas pestañas sedosas. Ojos que cantaban la felicidad, que me decían los reproches. Que mostraban amor y pasión, la dulzura de los sueños y las esperanzas. Solamente míos. Tus ojos muy diferentes no los perderé por una suave linea verde mar sobre tus párpados.

Silvia Parra Baeza. ( rdejunio)

Texto agregado el 13-01-2012, y leído por 250 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
09-03-2012 Muy bien plasmado. Logra transmitir la tristeza, evocación de recuerdos, soledad. Bueno********* pithusa
20-01-2012 siempre es un placer leerte. besos y ++++++++++ avefenixazul
14-01-2012 no se pierden ciertos recuerdos, al contrario, el tiempo los agrande y se nos hacen fieles compañeros. Muy buen texto. *********** tequendama
14-01-2012 La prosa completa está bellísima. Lástima que no puedo dar más estrellas. Felicitaciones Silvita. girouette
13-01-2012 Ya veo la historia completa, hace rato no estaba, es una historia, entre triste, tierna... me encanta, gracias******* jagomez
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