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S a l v a c I o n . c u e n t o.

Ese año se transtornó la señora de Mercedito un hombre afable y trabajador que siempre andaba con la sonrisa a flor de labios; la pobre mujer en su demencia creyéndose millonaria, iba a caminar por la Alameda para regalar a los transeuntes el dinero que el esforzado marido le entregaba a diario para la manutención del hogar.
Sonia y Lucía caminaban sin prisa detrás de su madre, para explicarles a los favorecidos qué sucedía con la caritativa señora. Los adultos, comprensivos les devolvían los billetes o monedas, pero los niños se les arrancaban, sin antes inundarlas a groserías. A veces Sonia se impacientaba; los cogía de un brazo y hablándoles en el mismo tono los obligaba a la devolución.


Cuando don Mercedes, recibió a su mujercita, sana y salva del hospital la abrazó con cariño y ambos lloraron de emoción.
Él ya no tuvo que cocinar, lavar y planchar para sus chiquillos, ahora con Gracielita en sus cabales era otra cosa, y hasta se daba el lujo de llevar a la construcción la provista vianda que todos los días le preparaba.
Los aires de bonanza duraron como cuatro años, Mercedito sufrió un infarto y dejó este mundo. La Chelita tendría que arreglárselas sóla con sus cuatro hijos. La Sonia que siempre encontraba soluciones, la convenció para que la dejara trabajar en el emporio de la señora Martita y continuar los estudios en el vespertino del liceo de hombres, donde por suerte empezaron con los cursos mixtos.

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La señora Clarita vivía en la misma calle, pero por la acera de enfrente, mas o menos a la mitad de cuadra después de la calle principal que pasaba en perpendicular. Era la única casa que tenía abrevadero, porque en sus inicios fue establo y luego herrería.Su blancura sobresalía de las demás viviendas, al lado de la puerta de entrada tenía un amplio portón por donde ingresaba Lara con carretela y todo de vuelta de trabajar en su campo.
-¿Cómo se portaron estos vagos? Era el saludo que Lara le hacía a su mujer con la huasca aún en la mano, por si la respuesta ameritara su uso.
Los vagos(que no eran tales) se llamaban Luis y Bernardo, el padre no soportaba que estudiaran las humanidades en el Liceo de Hombres, en lugar de trabajar codo a codo con él en su predio.
(Clarira, muerta de miedo, expuso la situación al director de la escuela, quien era hermano del sargento Montoya con su casa enfrentando la ella, pero como el padre pasaba todo el día afuera ni idea tenía).
Quiso la casualidad que en una de las visitas del director al carabinero, se encontraran con ella tomando el fresco en su puerta a la espera de su marido. Cuando éste vio a un futre y a un uniformado hablando con su mujer frenó en seco a su pareja de caballos y saltó por encima del pescante como un chiquillo a enfrentarles. El director ya en sobreaviso le hizo notar el derecho de los muchachos a seguir sus estudios. Lara con tal que se fueran luego les dio su palabra.
El severo padre notó que sus hijos crecieron y que ya no los podría colgar de las muñecas “por quítame estas pajas” de las ramas del palto; suplicio en que se deleitaba cual sádico inquisidor.
Lo que ignoraba era que Luchín y Bernardo se las ingeniaban balanceándose hasta apoyar los pies en el abrevadero y aunque tenían que esperar horas de horas con los brazos agarrotados a que el padre llegara a descolgarlos, ya no era tan terrible.
Nadie se pudo explicar nunca, como fue que dejara que la Licha, su única hija se casara,y mucho menos que despues de cenar se psusiera a jugar en cuatro patas como un niño más con sus dos nietecitos.
Se ganó la fama de malvado, porque cuando al Luchín le daban los ataques lo hacía volver a puros charchazos(cachetadas en el rostro).
-El hospital es pa’ que vayan a parir la mujeres.No pa’ que lleguen a llorar los maricas.

El Floripondio, único hermano de Clarita, se cansó de salir a las poblaciones a soldar ollas y bacinica o arreglar paraguas destartalados con el Segundo Manuel, porque de vuelta de los agotadores recorridos, apenas le daba un par de monedas …y hasta mañana.
Independiente comenzó a comprar flores en la Vega y apenas Lara se iba colocaba un par de bancas largas y bajas a la entrada del portón con su mercancía. Aunque era un vecindario humilde no faltaba la casera buen corazón que le compraba sus “Ilusiones” o sus juncos. Si hasta la Rosa del Barrio, cuando estaba buena y sana adquiría su ramito de Reinas Luisas.

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Segundo Manuel, el maestro ojalatero tenía un crimillón de chiquillos, el mayor de como quince años era el Julio, un retardado que se lo pasaba chutea y chutea los tarros vacíos de la calle “Dos de Octubre” además de hablar y reirse solo.
Negras y escalofriantes anécdotas se contaban sobre él con gatas y gallinas, de las que todos se daban cuenta cuando su madre lo correteaba a la calle a punta de escobazos con las mangas arremangadas y los brazos y manos con espuma por lavar ropa ajena.
En sus días de cordura, que eran los menos, el Julio se iba a la Vega a ganar cortesitos en el acarreo de canastos, bolsos de compras o barriendo los puestos después de las ventas. Al atardecer volvía cargado de hortalizas para la casa y frutas para sus hermanos menores.

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De repente a la Sonia se le empezó a ver mas arregladita en el almacén de la señora Martita. Se peinaba con cuidado su mata de pelo ondulado, se colocaba labial de mantequilla cacao para que le brillara la boca y hasta se pintaba las uñas con barníz natural.
Siempre hablaba con voz estridente al atender a las compradoras, y estas no se atrevían a rechazar lo que les ofrecía. La muy astuta apretaba las paltas y golpeaba con un mazo los melones tunas, para que las clientas los encontraran a punto.
-Señorita Sonia. ¿Me prepara una hallullita con queso, por favor?
He ahí, “La madre del cordero”… Bernardo Lara había hechizado a la Sonia con sus ojazos verdes y tratándola de señorita, cada vez que pasaba a comprarle el “sanguche” que se comía camino al liceo.

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El Julio, para el día de difuntos acompañó hasta el cementerio a una casera que le compró muchas flores al Floripondio. Le ayudó a limpiar la sepultura del difunto marido, y le acarreó toda el agua que se le antojó, por ese nuevo servicio recibió la fortuna de veinte pesos. No había pisado nunca el camposanto, así que se dedicó a recorrerlo de arriba para abajo, lo que le sirvió para seguir recibiendo monedas por su oportuno acarreo de tarros con agua.
-¡Gracias, mi tontito pillo!, le dijo su madre cuando le entregó casi todo.
-Voy a llevar a los chiquillos a la matinée del teatro Apolo, le dijjo a la mujer ese domingo. Ella pensó que por fin sentaba cabeza y se hacía responsible de sus hermanos ya que a Segundo Manuel, lo único que le importaba era soldar algún trasto en las poblaciones, para tener con qué pagar su par de cañas de vino.

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Contaban que la señora Clarita murió después que Lara le dio una golpiza por defender a Luchín, cuando le volvió a dar el ataque. Pero ninguno de sus tres hijos se atrevió a denunciarlo. Después de los funerales de su madre, la Licha tomó las riendas de la casa.
De seguro que agobiada de pena por la pérdiada de la Clarita, ese día se le olvidó tenerle el portón abierto al padre, y como Lara era un viejo cascarrabias orgulloso, le dio la revuelta a sus caballos y se fue a su campo de donde no salió mas.


El Floripondio escogió las flores más lindas para su hermana, y toda la familia lo acompañó en el primer aniversario de su muerte. La Licha con sus niños y su esposo, el Luchín, y el Bernardo con la señorita Sonia que ya eran novios.
De pasada divisaron al Julio sentado en una tumba, reposando su espalda sobre la cruz de granito como si descansara de un gran esfuerzo,
De vuelta de cumplir con el rito de limpiar bien el mausoleo, colocar las flores y rezar por el eterno descanso del alma de la finada, se fijaron que el retardado, esta vez, trataba de colocar un ataud en su nicho. Todos alabaron el buen corazón del tontito.
-Sigan no más, voy a ayudarle. Luego los alcanzo, les dijo el Luchín.
Cuando estuvo a su lado reparó en el cinturón suelto y en ese olor tan peculiar en el entorno…
-¿Qué hiciste, hombre por Dios?
-¡Esto poh! Se apretó ambos lados del bajo vientre e hizo un par de contorciones de ida y vuelta. Es que esta pobre niña se murió de necesidad y yo la salvé…

Texto agregado el 18-06-2012, y leído por 285 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
14-03-2013 Tienes la fluidez de la narrativa latinoamericana, alimentada de cotidianidad y rico saborcito. Un abrazo!!! Cinco aullidos yar
29-11-2012 Un cuento bien llevado. Sus personajes, ambientes descriptivos, situaciones, etc, lo hacen ver como un estilo costumbrista. Me encantó******* pithusa
08-11-2012 Realidad y personajes sacados de cualquier esquina embellecen tu relato con una profunda sensibilidad que aflora en cada frase, realmente muy bueno lo tuyo me sorprendió ese paisaje realista de tu historia muy parecido al mío y a de tantos otros, en eso radica que me hallas conmovido. Gracias amigos y van mis aplausos sinceros rolandofa
06-11-2012 Bellisimo cuento, realmente se disfruta. shosha
28-10-2012 Personajes sacados de la vida real, y una historia creíble. Las descripciones muy buenas, y pareciera que se estuviese ante una gran pintura. Me encantó, Panterita amada. Un beso. SOFIAMA
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