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Era una noche como cualquier otra en aquel bar. Buena música, buen alcohol, buen tabaco. Además de decenas de personas, incluido yo, que de manera estúpida quieren terminar con todo el alcohol existente y se embriagan como si fuera la última noche de sus vidas y necesitaran completar su cometido.

Había llegado al bar un par de horas antes, luego de concluir una jornada más de plasmar la realidad y mis sueños en papel. Cuando entré al local, sin mirar hacia las mesas, me dirigí de inmediato a mi lugar favorito: La barra. Justo el lugar donde me puedo emborrachar sin ser molestado.

Sentado en uno de los bancos colocados estratégicamente frente a la barra, ordené y me tomé los primeros cuatro rones con agua y su rodaja de limón de la noche. Durante todo ese tiempo me dediqué a tontear con el paquete de cigarros. Sólo interrumpía el “juego” cuando mi copa era historia y requería pedir otra.

Sin embargo, unas risas algo estridentes que retumbaron prácticamente en mi espalda, me hicieron voltear. Eran tres jovencitas y dos jóvenes, todos con apariencia de universitarios, los cuales vaciaban uno tras otro los envases de cerveza que les pusieron sobre la mesa en una pequeña bandeja metálica.

Al voltear hacia la mesa que estaba más o menos a un metro de distancia de la barra, una de las tres jovencitas robó mi atención. Di un sorbo a mi copa y empecé a imaginar las formas en que podría dibujarla si aceptaba ser mi modelo. Aunque no tenía planeado proponérselo. Al menos, no antes de otras tantas copas más.

No obstante, mientras dibujaba mentalmente a mi nueva musa, sucedió algo que me hizo cambiar de opinión. Sin dudarlo ni un instante, interrumpí mis trazos mentales y dejé de considerarla una posible modelo, lo cual ni siquiera llegué a proponérselo. Ahora mis ojos se fijaban en otro objetivo.

“Recuerdo aquella noche en que llegaste al bar. Debo confesar que minutos antes ‘moría’ por hacer una serie de dibujos de tu amiga; sin embargo, aunque suene contradictorio, cuando noté aquellas lágrimas escurriendo por tus mejillas, fue el preciso momento en que decidí que tú debías ser mi modelo.

Varias semanas han transcurrido desde que tuve la fortuna de conocerte en el bar, y aún sigo ignorando por qué llegaste llorando a refugiarte a los brazos de tus amigos. Tus razones tendrás para dejarme al margen de esas lágrimas; sin embargo, es casi imposible no incluirlas en los tantos dibujos que he hecho de ti.

Por las lágrimas que escurrían de tus ojos, fue que quedé prendado de ti. Además de tu belleza y la forma de vestir. Confieso que esa forma medio ‘hippie’ que adoptaste en tu vestimenta, también fue de las cosas que me dieron valor para abandonar la barra y aplicar la auto-presentación contigo y todos tus amigos.

Como te habrás dado cuenta, mi forma de abordarlos fue bastante burda. Pero debes saber que nunca había aplicado esa táctica para acercarme a las personas. Bueno, sólo una vez, pero no resultó la más efectiva. Incluso aún me duele, y te pido no preguntes sobre ese tema que quiero dejar en el pasado.

El caso es que acepto que llegar a tu mesa y decir ‘hola, soy dibujante y me gustaría hacer unos cuantos dibujos de ti’, no es la mejor forma de intentar relacionarse con otras personas. De ahí que resultara natural el asombro de todos ustedes. Afortunadamente el alcohol consumido les hizo aceptarme.

Aunque claro, primero me pusieron a prueba. ‘Si en verdad eres dibujante, enséñanos algo que hayas hecho últimamente’, me dijeron casi en coro. Pude haber sacado cualquiera de los dibujos que cargo en mi maleta que tenía guardada el barman, pero mejor opté por dibujar algo en ese momento.

Cuando terminé de dibujar un pequeño boceto de tu rostro, lágrimas incluidas, quedaron convencidos de que en verdad era dibujante, y que realmente quería que fueras mi modelo. ‘Si estás de acuerdo, mañana podemos corregir los errores del dibujo’, te propuse con una sonrisa de por medio.

Sonrojada por mis palabras, aceptaste convertirte en mi modelo. ‘Pero no hago desnudos, ni nada que se le parezca’, me advertiste. Quedé conforme con tus condiciones. Finalmente lo que me había cautivado de ti, era el rostro bañado en lágrimas. Nuevamente acepto que eso resulta un poco incongruente.

Estuve con ustedes unas cuantas horas más. Después de varias bandejas de cerveza que compartimos, una vez que dejé mi ron con agua y su rodaja de limón, me despedí de todos y me marché. También es necesario confesar que no soy muy adepto a emborracharme en grupo. Prefiero hacerlo solo o en pareja.

Quedaste muy formal de pasarte al otro día por la escalinata de la plaza principal para continuar con tu dibujo; sin embargo, esperé hasta tarde y nunca llegaste a la cita. Pensé que habías cambiado de opinión y que las correcciones al boceto tendría que hacerlas con lo que recordaba de tu bello rostro.

Pero dos días después, cuando ya me había resignado a no verte nunca más, apareciste en la plaza principal. Luego de mil disculpas, me explicaste que habías tenido exámenes y eso te impidió asistir. ‘Primero la escuela. Luego todo lo demás’, te dije entre risas para demostrarte que no había bronca.

Me dedicaste una sonrisa que noté exageradamente sincera. Te agradecí el gesto con otro similar. Después te sentaste a mi lado para que pudiera hacer las correcciones al dibujo que teníamos pendiente. El mismo boceto que había hecho para convencerte a ti y a tus amigos de que realmente era dibujante.

Después que completamos en la escalinata de la plaza principal ese primer dibujo, el cual iniciamos unos días antes en el bar donde nos conocimos, te lo llevaste para colgarlo en la pared de tu recámara. Donde lo conservas como si fuera el más importante de los trofeos. Algo que te agradezco como no tenés idea.

En los siguientes días, dibujé hasta el cansancio tu bello rostro. Te entregué una copia de todos los dibujos para que la conservaras. Había llegado la hora de tomar rumbos diferentes, pero me tenías preparada una sorpresa. En la que sería la última sesión, tomaste la iniciativa y te aferraste a mis brazos. Luego me besaste.

Nuestro primer beso provocó que me perdiera en tu cuerpo. Durante las siguientes horas nos embriagamos de pasión. Y aunque en el bar donde nos conocimos me advertiste que no hacías desnudos, mientras reposabas en mi cama, me pediste te dibujara. Cuando terminé el dibujo y obtuve tu aprobación, me perdí otra vez.

Han pasado varias semanas desde que hice el primer dibujo de tu rostro lleno de lágrimas. Infinidad de cosas ocurrieron desde entonces en nuestras vidas. La más importante: Que todas las noches me permitas recorrer tu cuerpo y embriagarme de ti. Aunque nunca me confieses por qué llorabas la primera vez que te vi”.

Twitter: @animalenotturno
Facebook: Animale Notturno

Texto agregado el 21-06-2012, y leído por 101 visitantes. (0 votos)


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