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De amor y otras guerras
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Diego empieza a trabajar para ayudar en la economía familiar a los catorce años de edad. Trabajará como aprendiz de camarero en el Café Central hasta que consiga mediante una buena amistad de su padre alguna recomendación para entrar en los nuevos tranvías, que hacen el recorrido desde la puesta del Sol hasta el Barrio de Salamanca.

A su salida del Café Central lleva la merienda a su padre que se encuentra trabajando en la Imprenta Nacional, donde se imprimen documentos tan importantes como el Boletín Oficial del Estado-.
El joven Diego respira el olor de tinta, observando cómo se mueven las rotativas. Se siente identificado con esos olores, que han acompañado su niñez y parte de su adolescencia.

A las siete de la tarde se acerca a buscar a su madre, que trabaja como cocinera en una casa acomodada cerca del parque de El Buen Retiro. Ella ríe feliz con su hijo menor, el menos esperado, ya que sus hermanos le llevan más de diez años de diferencia. “Es un tunante”, piensa su madre, con sus ocurrencias aún de niño.

Le dice sonriente: “Mamá yo de mayor quiero ser sereno por los barrios de Madrid y dar con la porra a los delincuentes”. Ella lo mira y contesta: ¿Tú te has mirado lo esmirriado que estas? ¡Ay Diego! ¡Qué ocurrencias tienes!
Mirándolo seriamente le dice que quiere un futuro mejor para él, que estudie. Sus hermanos no lo pudieron hacer, pero ella trabajaba para darle una educación mejor.

Otra tarde, paseando él le dice que quiere ser arquitecto, para trabajar en la construcción del Puente de Segovia. La madre hace caso omiso, y le lleva a la imprenta dónde trabaja su padre. Las rotativas no paran de funcionar, se nota el calor de las máquinas. En ese instante, Diego se empieza a interesar por las letras.

Ha pasado el tiempo, Diego es a sus veinte un joven soñador. Le faltan tres años para licenciarse en Filosofía y Letras. Su pasión es escribir. En sus pocos ratos que le deja su tiempo libre lee y escribe mucha poesía. Lee a los clásicos como Espronceda, Lope de Vega, Calderón de la Barca y Góngora, entre otros.

Su musa no ha llegado aún. Esa muchacha que sueña encontrar algún día y hacerla protagonista en cada verso, en cada soneto.

Con unos libros que tomó en préstamo en la Biblioteca Nacional, de la que es asiduo, subo la larga escalinata. En la amplia sala, unas lámparas cuelgan del techo para iluminar la instancia. Se acerca al mostrador extrañado de no ver al anciano D. Ginés, encargado de la inmensa Biblioteca. Mientras espera que alguien le atienda, observa las estanterías llenas de libros, los estudiantes en las mesas, otros estudiosos mirando documentos antiguos y de incalculable valor. Se encuentra cómodo, en ese ambiente de libros y de quietud.

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Ante su sorpresa. Don Ginés no aparece. En su lugar, alguien que parece un ángel se muestra sonriente ante él. Su timidez le impide articular palabra. Sus mejillas y manos delicadas, blancas como la nieve y sus ojos chispeantes le miran divertidos. A él en su nerviosismo se le caen un par de libros. Ella le ayuda a recogerlos. Observa disimuladamente su cabello rojizo, que cae en unos bucles sobre los hombros. Nunca había visto nadie tan bella.

El azul intenso de sus ojos forma un acorde agraciado con el escarlata de sus rizos. Y Diego, deslumbrado, se queda sin habla. Las palabras escapan de su boca como pájaros y se posan lejos, en los hombros de los árboles por fuera del ventanal. No tiene ojos más que para aquellos ojos. Le parecen dos lagunas cuyas aguas pulsan con la brisa y embrujan la tarde de diciembre. Su cerebro, de repente, se convierte en una tempestad sin viento, en un sol que no quema, en una playa sin marea ni espuma. Estático, no acierta sino a modular un remedo de sonrisa y una pregunta anodina.

- Don… ¿Don Ginés no está?

- No – responde la chica con un mohín de pesadumbre - Mi padre no estará más en la biblioteca. Pero yo puedo atenderlo. ¿Qué libro desea?

¿Libro? ¿Acaso hay libros en una biblioteca? La mente del muchacho se ha declarado en bancarrota. El mundo se ha esfumado y entre nubes de misterio sólo queda la presencia de aquel ángel que le habla sin que apenas la escuche. Si existen las telarañas de amor, Diego quedó atrapado sin posibilidad de escape.

- ¿Libro? Ah si, libro… ¿Cuáles están hoy de oferta?

- ¿Perdón?

- Oh, digo… libro. Si. Si. Espronceda. O mejor… Bécquer. No. No. ¡Qué cabeza la mía! En realidad venía a devolver estos que me prestó su padre.

Le alarga los libros y al tomarlos, la muchacha le roza sin querer las manos. Luego, ella se da la vuelta y camina hacia la estantería de los libros de ingreso. Diego la observa alejarse. La cadencia de las caderas son olas que baten la playa de su embeleso.

Sus neuronas se reconectan. Al menos lo suficiente para cuestionarse. ¿Será eso lo que llaman amor a primera vista? No la conoce. Jamás la vio antes. Pero sabe, si, lo sabe, que aquella criatura al parecer frágil, inocente y candorosa, es una fiera dorada, un espejo de fuego, una pasión que incendia las voluntades como el sol inflama los bosques al amanecer.
Ella regresa con las fichas.

- Está todo bien. ¿Le puedo ayudar en algo más?

- No. Pero vengo acá con frecuencia y me gustaría saber cómo debo llamarla.

- Frida.

- ¿Frida? ¡Qué coincidencia! Yo soy Diego. Frida y Diego. ¿Los conoce?

- ¿Se refiere a Frida Kahlo y Diego Rivera?

- ¡Claro! Los famosos pintores…

Se había roto el hielo. Lejos estaba Diego de sospechar que no solo el hielo se rompería...
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Aprovechando el comentario, juntó coraje y comenzó a hablar, con una fuerza inexplicable, con una contundencia misteriosa, con una seguridad que no le era propia.
-Ciertamente, los famosos pintores. ¿Sabía Usted que Frida se llamaba, en realidad, Magdalena Carmen Frida y nació en Coyoacán, México, el 6 de julio de 1907? – Frida negó con la cabeza, sonriendo - tuvo tres hermanas, Matilde, Adriana y Cristina, y su padre era fotógrafo , quien le dio enseñanzas que, posteriormente, le fueron útiles para pintar.
- No… en realidad no lo sabía. Pero me asombra su conocimiento. Evidentemente, le gusta mucho la lectura
- si, y sobre todo las anécdotas de personajes famosos. Esa historia que es un trasmallo detrás de la historia que nos permitieron conocer. Y volviendo a Frida, la pobre, además de sufrir poliomielitis a los seis años, también tuvo un accidente que la postró durante muchos meses…. – Frida se mostraba algo inquieta y, al notarlo, Diego se apresuró a disculparse - Lo siento, Frida, ha de tener usted mucha actividad en la biblioteca. Le dejo los libros, también tengo cosas que hacer, volveré a buscar estos otros… es que su padre me permitía dejarle una lista y al volver de la facultad, pasar a recogerlos. ¿Me permitiría usted conservar esa excepción?
- Por supuesto, délo por hecho. Además, mi padre me ha hablado de usted y su gran dedicación a la lectura. Hemos modificado el horario en verano, así que ahora atendemos de 10 a 18.
- ¡oh, no! Salgo de la facultad a las 18 exactas y no creo poder llegar! ¡ Necesito esos libros para redactar un discurso para Oratoria! No es que me haya dejado estar: es que el tiempo, como le digo…
- Tranquilo, Diego. Lo esperaré en la escalinata con los libros. Es mi nuevo trabajo y aún voy armando mis rutinas.
- Frida… no sabe cuánto se lo agradezco- el sonrojo fue mutuo porque la mirada se prolongó en esa vibración del aire que une cuatro retinas diletantes, esferas de dos elipses que coinciden en un punto indeterminado de tiempo y espacio….
- Vale, vaya o llegará tarde a clase!
Diego salió de la Biblioteca con la imagen de Frida recorriendo cada milímetro de su pensamiento, si es que el pensamiento fuera mensurable, claro está. En su mente se mezclaba su sonrisa con las frases cliché de su anciano profesor de filosofía, que siempre les recomendaba comenzar de cero aunque se hubiese recorrido un largo camino. Apelar a la sorpresa. A la novedad. Dar vuelta de revés los pensamientos consabidos de los grandes filósofos de la historia y volver a la especulación en la que nosotros mismos podemos encontrar nuevas respuestas a los grandes interrogantes, o comprender mejor las respuestas conocidas, adaptando nuestro paso al lento discurrir de una reflexión.
Sonrió. Pensó que si Frida lo escuchara, diría que estaba loco. Entonces, siguiendo el consejo de su tutor, uno de los hombres que más había influido en su carrera, quitando de su camino las briznas de la duda que su padre, inflexible, solía sembrar en su vocación. Esta vez no fue especulación, sino improvisación, reconstrucción de esas frases archiconocidas con el sentimiento inmediato, sin paradigmas, mezclándolas con fragmentos de poemas.

A los que corren en un laberinto, los esperan labios de rubí.
o….. Para desembarcar en la isla de la sabiduría, por los aires sube
la dulce flor de la esperanza mía.
¿Sería que se estaba enamorando? No. Imposible. El sabía que el amor podía ser engañoso, una linterna imaginaria en la profunda oscuridad del ser. Algo desencajaba en la brusca desaparición de don Ginés y la presencia de su hija Frida. Tan moreno y alto él, tan rubia, casi volátil ella. Tan culto el bibliotecario, tan aparentemente asombrada ante el conocimiento su hija. Don Ginés nunca le había hablado de una hija. Cierto es que sólo hablaban de literatura, de filosofía, de autores, historias. Tan cierto como que la última vez que lo vio, una semana antes, nada le dijo el bibliotecario de una ausencia. ¿Sería repentina? ¿Estaría enfermo? ¿Se estaría por jubilar?-
Ante todas estas preguntas, Diego se sintió abrumado: esa gran incógnita, nada filosófica, había logrado distraerlo por completo. Sí, por primera vez tuvo la capacidad de romper el hielo ante la imponente belleza de una mujer como Frida. Pero, al mismo tiempo, sentía que esa había sido una trampa del destino.
- Ten cuidado, le había dicho su padre en muchas ocasiones, no hables con nadie de nuestras actividades en la imprenta. Uno nunca sabe de dónde puede surgir el enemigo o con qué máscara podrá seducirnos para infiltrarse y sacar información.
Diego apuró el paso y cambió el rumbo: se fue hacia la imprenta. Su padre conocía muy bien a Don Ginés. Seguro podría sacarlo de esta encerrona en la que su propio pensamiento, mezclado con un repentino deseo nacido en las entrañas, lo habían metido. Antes de dar un nuevo paso, tenía que sacarse esa duda.
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Pensaba en cómo presentarse sin levantar sospechas ante Diego. Su padre ya le advirtió que era un muchacho inteligente y muy noble.

Recordó que su madre había sido una doctora de Linz, en Austria. En el pueblo hubo una evacuación con urgencia y no les dio tiempo más que a recoger algunas pertenencias. Los trenes abarrotados y muchas familias, entre ellas la suya, emprendieron el camino del éxodo a pie. Cuando llegaron a la primera aldea nació Frida y en el parto murió su madre.
De su padre no tuvo conocimiento.

Ella tenía la fotografía de un niña muy ampliada del original, desdibujada y brumosa. Era una niña de unos seis u ocho años, peinada con tirabuzones con un lazo mustio. Parecía que iba a sonreír, pero que no le dejase el peso de una gran tristeza.
Después le recogieron sus tíos que eran exiliados (rojos) de la Guerra Civil y vino a vivir a España. Ella adoraba a D. Ginés, él era el único que había conocido.

Y en su mesita de noche antes de dormirse miraba los ojos de aquella niña del viejo portarretratos. A veces, se le arrancaba una lágrima y rompía en sollozos escondidos entre la almohada y el pecho.

Frida sintió un estremecimiento, no era indiferencia lo que sintió cuando enfrentó sus ojos a los de Diego. Y desde su primer encuentro por la mañana anduvo todo el día inquieta…
Lo achacó a que era su primer día en la Gran Biblioteca Nacional y su cargo requería una gran responsabilidad.

Por la tarde, cuando apareció Diego y sin darse cuenta estaban caminaban uno al lado del otro, hablando con naturalidad y sin reparos y dirigían sus pasos hacia el Parque del Buen Retiro.

De su progenitor solo supo que le llamaban “el alemán” en casa de d. Germán y que durante la Segunda Guerra fue un poderoso jefe de la GESTAPO. Pero escuchó en una conversación adolescente, que ella no fue fruto de una historia de amor. Si no más bien, todo lo contrario, era la consecuencia del secuestro y la violación de su madre. Fue en la noche del año 1940 en un ataque a la ciudad de Linz, tras un largo asedio por el ejército de Hitler.
Siguieron encaminando sus pasos hacia el Retiro y atravesando la Puerta de Toledo se dieron cuenta ambos que se habían tomado del brazo sin apenas notarlo. Y no dijeron palabras. Siguió cayendo la tarde, y no importaban los libros, ya no importaba nada.
Era primavera, así que los colores y los aromas estallaban en los sentidos como una sinfonía de luz y apetito por la vida.
Seguían paseando por El Retiro como desde hacía unos meses…
Llegaron al cruce de caminos destinada a contener la estatua más original, la única que existen en el mundo sobre Lucifer…. “el ángel caído”. Allí se entretuvieron unos instantes mirando ensimismados, y sobrecogidos por tanta belleza.
Diego se acercó a Frida y le dijo: “creo que eres la mujer de mi vida… serías
Tan amable de ser mi esposa ,podemos ser felices juntos. Y ella le tomó las manos y le besó y ya no hubo palabras

Texto agregado el 06-09-2012, y leído por 334 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
07-09-2012 A mi inicio, que data de 2007, el magistral ZEPOL le dá un toque mágico al iniciar una historia de amor con nombres de referencia como son los de Diego y Frida. Cromática dá un giro a lo que parece una historia de amor en tintes de misterio sabiamente redactado, y camino-de-vida con sus bellas palabras de poetisa le dá el toque romántico y con un final feliz. El texto original lo pueden leer en mi bio. Interesante, no tienen nada que ver. Stromboli
07-09-2012 Final: camino-de-vida. camino-de-vida
06-09-2012 Me ha gustado mucho,principalmente el toque filosófico y como el chico queda atontado al reconocer a su amor, me resulta familiar. Felicidades muy buen trabajo.***** Akia
06-09-2012 Me gustó mucho seguir con la línea del texto. Es notoria la aparición del nuevo narrador/a; creo que ese sería un gran aspecto a trabajar, pero en ningún momento pierde el hilo. Por otra parte, considero que el armazón de la historia está bien logrado, y me causó placer continuar con mi lectura. hdenavas
06-09-2012 *5 MARIAOTILIA
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