No me atribuyo la conquista, ni tu estado de ánimo.
Soy el mismo cambiante de opiniones.
Costumbre se hizo en mí de perseguir tus huellas.
Nuestras almas, desnudas por las noches, vagan y sueñan.
Tengo en mis recuerdos tu primer imagen, la tarde que llegaste;
Y yo de brazos cruzados no encontraba qué preguntarte.
Te fuiste enseguida, como el humo del cigarrillo compartido.
Esa noche soñé, pensé y hasta amé lo imposible.
De tenerte entre mis brazos, de refugiarme en vos.
Te extrañaba. Como se extraña algún amor perdido.
Y hoy te quiero más. Cuando me hablan tus ojos fruncidos.
Te amo de a ratos. Cuando me abrazas en el espacio.
Cuando el silencio nos encuentra juntos, eternizados.
Te amo cada mañana, al despertar con tu mirada.
Te siento mía, al sentir los latidos de tu alma.
Cómplice de mis noches románticas.
Inspiradora de cada palabra.
No me atribuyo la conquista, ni tu tierna mirada.
Me atribuyo la inconsciente manera de buscar tus manos.
De hacer eterno cada segundo que paso a tu lado.
Me faltan palabras para describir este romance.
Eres un abecedario infinito.