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Aquel teléfono timbró, volvió a timbrar y timbró de nuevo, con un sonido igual al de todos los teléfonos, como si el diseñador, no tuviera otro maldito zumbido diferente y poder variar el siempre eterno ruido, como las alarmas de los autos, que todas suenan igual, y fue quizás este detalle el que lo engañó, porque pensó que la alarma que gritaba no era el de su auto, por eso se lo robaron, tan solo unas semanas atrás. Desde el tercer piso el detective continuó mirando fijamente su espacio vacío en el parqueadero, como creyendo que de esa manera, tal vez su carro iba a aparecer, mecánica y casi inconsciente, levantó el auricular, era tan solo una llamada más, de rutina, pero había que atenderla.
Tragos se preparan, buen hielo, cada servilleta en su lugar, cualquier detalle se vería sobre la marcha, el horno de micro ondas pedía con gritos estridentes le sacaran de sus entrañas aquellos bocadillos pimentados, la escena estaba puesta.
El celular sonó, una, dos, tres, cuatro veces, lo dejó sonar porque aquella espera lo excitaba provocando en Antonio una copiosa sudoración en sus manos, que por poco dan al traste con una valiosa botella de vino importado. El pito de un auto y el timbre de aquel apartamento alquilado para la ocasión sonaron al unísono, un intenso fragor confabulaba contra sus sentidos, y a esto hay que sumarle a Guns ´n Roses en el estéreo tocando a las puertas del cielo con el volumen al máximo. Entonces preguntó a su compañera si todo estaba en orden, Carla le contestó que todo estaba a pedir de boca, pero él no la escuchó por lo que ella acentuó con la cabeza, formando una onda en su ensortijado y bello pelo negro recién tratado. Carla y Antonio se conocían con Benjamín y Dalia desde la infancia, compañeros de estudios, novios de la adolescencia, de Universidad, las dos parejas en boda juntos, ahora compañeros de trabajo, competían en todo, siempre había un juego por delante para medirse cuál de los dos era el más fuerte ó el más sagaz, pero esta vez celebrarían algo diferente, ya que el puesto vacante de la vicepresidencia lo obtendría uno de los dos.
Las anécdotas iban y venían, los recuerdos se sucedían uno a otro, aquella reunión deparaba, como en portal navideño, verdadera camaradería, de las medias risas se pasó a las carcajadas, hasta los más insípidos chistes hacían aparecer aquellas bien cuidadas dentaduras, tragos se consumían, luego las botellas. El juego de “ mucha ropa, poca ropa ”, se dejaba al giro de una botella, el juego solo era interrumpido por atornillados besos entre las dos parejas cuando se descubría por ahí alguna nueva parte del cuerpo. De pronto, Benjamín propuso un brindis, por el mejor, que el puesto sea del mejor, salud, con esto aprovechó mermar un poco aquel desenfrenado jolgorio, pero Dalia propuso continuara el juego, mientras se acomodaba la blusa, entonces Antonio con el dedo índice atravesándolo en su boca la hizo callar, pidió silencio a los demás para decir que, si alguno de los tres se daba cuenta de que sus nombres llevaban las cuatro primeras letras del abecedario, y que el detalle siempre había pasado desapercibido
- Pero que importa eso ahora – Le interrumpió Benjamín de mala manera, mientras le hacía ver a Antonio que estaba borracho, y sacando de su billetera un grueso rollo de dinero le incitaba a apostar, ya que él estaba seguro que el asunto no era así, que no se formaban las cuatro primeras letras – Eso es verdad, le replicó Dalia a Antonio, como atizando el fuego – mientras le fruncía el ceño
Simuló disgustarse con el desafío, y talvez éste sería el pretexto para concretar su plan, Antonio optó por ponerle más sabor al plato, ya de por si bastante cocinado, el estéreo vociferaba el mismo CD que hacia vibrar hasta los vidrios, entonces trató de levantarse, pero el peso de su cuerpo y el alcohol acumulado hizo que perdiera el equilibrio, estrellando su espalda contra el respaldar de aquel sillón de felpa, lo que atizó aún más su hoguera interna, veo que alguien quiere apostar, guiado por su mano contra la pared logró llegar al cuarto, con gran dificultad marcó el número de emergencias, - comuníqueme con la policía -, de la mesa de noche extrajo un revolver que aun despedía olor a aceite, entró de nuevo a la sala, con la propuesta de un nuevo juego, de las tres personas que todavía daban vuelta a la botella, dos quedaron atónitos y boquiabiertas. Uno a la vez, Antonio les fue pidiendo permiso para aquel nuevo enfrentamiento, el juego como siempre era contra Benjamín, las damas serían espectadoras, éste si será un juego de verdad - decía, todos se miraron sin articular palabra alguna, Antonio dio por un hecho que el silencio había sido su cómplice, el juego se había aprobado, enseñó el arma, ahora quien empieza?, decía mientras la llevaba hasta su sien… y sin pensarlo dos veces haló el percutor, ahora en aquel lugar se podía oír perfectamente el vuelo de una mosca, pero aquel silencio casi de tumba fue interrumpido bruscamente por el tintineo escabroso del teléfono, que devolvía quizás una llamada, Antonio aun con el revolver en su sien se ofreció voluntario para contestarlo; ya que el resto permanecía petrificado sin poder dar un paso, al otro lado del teléfono el detective escuchaba con atención como su interlocutor le describía un juego macabro que dejaría una escena dantesca y que él, no tendría nada que ver en el asunto, porque se trataba de un simple juego, y como tal habría un ganador y un perdedor; dos minutos después regresaba a la sala informando era una llamada equivocada, - pero sigamos con esto, - es tu turno Benja, le decía Antonio mientras le entregaba el arma . - No me vas a defraudar – Benjamín pensó que estaba loco, pero el gusanillo de la competencia hacía mella en su orgullo herido. – Dame esa mierda, que no me vas a dejar creyéndome un cobarde para siempre. Un destello amarillo acompañó al trueno infernal que iluminó toda la habitación, la sangre se esparció formando un estampado en las caras casi invisibles de los ahí reunidos.
Algunas copas sonaron, volaron los cristales, el grito ensordecedor de una de las mujeres no fue suficiente para callar otro disparo. Más copas se levantaron…. pero esta vez, para brindar. – Apaga ese aparato que ya no necesitamos tanto ruido -
- Dalia - deja la luz encendida que la policía, está por llegar -.


FIN

Texto agregado el 26-02-2013, y leído por 216 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
27-02-2013 me atrajo la historia, muy bueno. carlosB
26-02-2013 Excelente cuento con muy buena creatividad e inesperado desenlace. elbritish
 
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