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EL LOCO Y LA COLO.


¡Por fin! Después de tantos años Carlos decidió dejar la soltería. Había conocido a la mujer más llamativa del subte, se enamoró y al poco tiempo se casaron.
Él era vendedor de libros a domicilio desde hacía mucho tiempo, ella en cambio había cambiado varios empleos, pero ya de esposa dejó de trabajar.
El matrimonio parecía funcionar bien, aunque para Carlos era todo un logro que siguiera así. Para ello debía mantener contenida y oculta una severa celopatía que siempre lo perseguía, que tantos problemas le había acarreado en sus noviazgos anteriores. Temía que algún día explotara como una bomba de tiempo.
Lamentablemente el detonante estaba en casa y se activó el día en que revisando una cartera que su esposa ya no usaba, encontró una libreta de anotaciones. En ella figuraban nombres, direcciones y números telefónicos de algunos hombres.
Desde ese día su vida se convirtió en infierno y era una tortura dormir junto a ella. Le dolía ahora el pecho cada vez que pensaba en la posibilidad de que esos hombres hubieran estado con ella. En sus pesadillas, todos esos desconocidos juntos se reían de él.
Dentro de esa psicosis concibió la idea que la única manera de deshacerse de esos perniciosos pensamientos sería eliminando la causa que los provocaba; “borrar” a esos hombres en la libreta.
Comenzó a planear la muerte de cada uno de ellos sin que su esposa notara nada sospechoso. Carlos ya era un psicótico, ahora un asesino serial en potencia. Contando con los datos y con su oficio de la calle no le fue difícil ubicarlos, estudiar sus movimientos, esperar el momento oportuno para entrar a sus casas sin despertar desconfianza ofreciendo sus libros, y pegarles un tiro en el pecho. Así lo hizo, sistemáticamente y sin remordimientos con los primeros de la lista, y hubiese continuado...
Cuando llamó a la puerta de la siguiente víctima lo sorprendió su recibimiento.
“-¡Carlos, qué hacés por acá! ¡Cuánto tiempo sin verte!. Vení pasá. Dejá los libros sobre la mesa y sentáte que te invito a tomar un café ¿Querés?”
Carlos que se había quedado petrificado no pudo hacer otra cosa que aceptar, y sin que le saliera una palabra entró, se sentó y esperó que su “amigo” volviera con los cafés.
Sentado frente a la taza humeante y a una persona que no recordaba conocer, Carlos quedó descolocado, fuera de su propio su plan.
Y ante su falta de respuestas el otro comenzó una conversación:
“-¿Qué es de tu vida, te casaste.”
“-Sí, hace poco” por fin respondió Carlos, secamente.
“-Yo no” –
“-Lo sé “- infirió Carlos.
“-Este era tu barrio también, ¿te acordás de la barra que teníamos? ¡Las cosas que hacíamos!”
Esta vez para no hablar quiso tomar el café pero un nudo en la garganta se lo impidió
El amigo insistía en refrescarle la memoria. De un cajón de la cómoda sacó un álbum de fotos, eligió algunas y las desparramó sobre la mesa.
“-Te das cuenta, todavía guardo el recuerdo de aquella época gloriosa... de la secundaria... del equipo de fútbol... Mirá esta de la barra, éste sos vos!..”.
Carlos no podía o mantener la presión contenida tanto tiempo, ya se había apoderado de él un estado de nerviosismo que lo paralizaba, su visión estaba borrosa y su mente amenazaba con irse de ese lugar. Hasta que con esa foto sostenida largamente ante sus ojos pero que no veía, finalmente reaccionó.
“-¡Yo no vine a mirar fotos!”- Exclamó cortante.
“-Tenés razón, disculpá. Creo que vos viniste a venderme libros y yo te entretengo con estas estupideces.”
“-Tampoco para eso.”- respondió mientras levantaba lentamente la tapa del libro ahuecado de donde extrajo la pistola que apoyó sobre el corazón de su irreconocible amigo.
“-¿Qué hacés, estás loco o es una broma?”
“-No sé si estoy loco pero esto va en serio amigo.”
“-¡Pero qué te pasa, si entre nosotros nunca hubo un problema, nada malo...”
“-No te creas...”
“-¡Verdad... éramos buenos amigos, mirá esta foto, salimos abrazados!”
Recuperada su firmeza, Carlos sin inmutarse ajustó su dedo sobre el gatillo, pero demoró el disparo. Ya no tenía porqué, pero una duda se le cruzó: ¿no le habría pasado antes con otro ex amigo?
Este instante de vacilación fue bien aprovechado por su víctima para intentar distraerlo.
“-¡Mirá ésta (sosteniendo otra foto, temblorosa ante su vista), acá aparece también la pelirroja, la “colo”como le decíamos, te acordás.”
Él no quería desviar su vista, sólo buscaba el instante en cual disparar contra su pecho. “-¡No me digas que no te acordás de la Colo! Era la “ligerita” del barrio, varios debutamos con ella. Vos también, no te podés olvidar se eso...”
Tres segundos después que Carlos miró la foto, apretó el gatillo...
La sangre que manó de su propia sien poco a poco fue cubriendo todas las fotos sobre la mesa. Hasta llegar a una donde la coloradita ya lucía llamativa pero algo más candorosa que en el subte…
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Texto agregado el 06-03-2013, y leído por 183 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
07-03-2013 El colmo de los celos: que haya razones para tenerlos. tsk
06-03-2013 Muy buena narración, está genial. Te invito a leer alguno de mis cuentos, espero que te gusten :) mirandi_loky
06-03-2013 Una narración muy detallada que me ha gustado. elpinero
06-03-2013 Ups!! Qué relato, me dejaste helada...qué tortura celar a la pareja. Un abrazo. gsap
 
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