Camino abandonando con cuidado recuerdos en los rincones donde me pierdo, en esta ciudad que no es tuya ni mía, ni nuestra. En esta ciudad de nadie, donde la pertenencia es una palabra que abriga pero que no significa nada. Nada salvo soledad y existencia, porque ya no hay generaciones que la perpetúen.
Encuentro al pasear extraños con los que hablo, a pesar de tus consejos, y les regalo tu nombre y ausencia. Tal vez luego te los cruces tú, sin saberlo, y te devuelvan uno a uno los retales de la memoria que aquí he ido perdiendo, como el globo que, para ascender, va soltando lastre innecesario ahora -porque ahora, lo realmente necesario lo llevo dentro- y el resto: tus te quiero, tus recuerdos y hasta tu nombre, es exceso de equipaje.