Dicen que la palabra se pronuncia sola
en el nombre singular del Poeta;
¡Como si una gota de sangre pretendiera ser carne
o un solo pulso bastara
para sentirse corazón!

Se queda la palabra adherida al labio del Poeta
como un piojo,
como un parásito de mil patas
y debe discernirse de entre la indigencia de la letra,
vedarle la paja,
despojarla de abalorios
para después cristalizarla en su pura esencia.

¿Como si no se trasmite la emoción de la niebla,
la fuerza con la que la raíz se agarra,
la ternura que emana de la muda esquela?
¿Acaso sabe mostrarse desnuda la nostalgia
o se permite un sueño soñar que sueña?

Y dicen que la palabra se pronuncia sola
en el nombre singular del Poeta; ¡que ilusos!
No es la palabra patrón;

La palabra es solo el escoplo
con el que se labra la letra,
la argamasa que le une los cimientos,
el ladrillo basto con el que se forja la trinchera
en la que ha de apoyarse la composición.
Ni siquiera el Poeta es dueño del Poema
-no más que cualquiera que lo sienta-

El Poema es una burbuja de aire libre
de color imposible, atrapado en su único instante
solo por los ojos sensibles
de un perseverante constructor de letras.