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Inicio / Cuenteros Locales / Arenyndriel / El último día (segunda parte)

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La Comunidad se sentó a analizar la situación por la que nos hallábamos para tomarla en cuenta y determinar el rumbo que nos convenía seguir. Frodo, todavía indeciso, pidió un momento a solas para pensar claramente y ver si así lograba tomar una decisión; lo que le fue concedido. El Mediano se alejó rumbo a las profundidades de Amon Hen, lo que consideré como algo propicio para llevar a cabo mi plan. Aproveché un momento de distracción de mis compañeros para des inmiscuirme poco a poco de ellos y dirigirme hacia donde el Portador había ido. Nadie notó mi ausencia hasta poco después. Busqué a Frodo por un rato y lo encontré sentado en una roca meditando sobre el destino que seguiría. Al parecer, sintió que me hallaba presente ahí porque volteó repentinamente hacia donde estaba como si esperara encontrarse con alguien. Cuando me descubrió, yo comencé a hablarle a hablarle en tono conciliador y me le acerqué al tiempo que le comentaba acerca de lo urgente de nuestro estado y la necesidad de una buena decisión. Él me miraba desconfiado, como si intuyera lo que iba a hacerle. Yo le mencioné acerca de mi país y de mi ciudad, de los golpes que le iba asestando el Enemigo mientras yo estaba lejos., de la ayuda que requeríamos y del poder que alcanzaríamos mi pueblo y mi persona si conseguíamos obtener un arma con la cuál derrotaríamos a Sauron sin sacrificar vidas. Dije que si podía utilizar aunque fuera un poco dicha arma ya no habría más pesar para mi gente y todo mal quedaría atrás, y para ello habría que ir a Minas Tirith para darle un buen uso a esa cosa y no arrojarla de inmediato al Orodruin, desperdiciando una oportunidad única de vencer para siempre al Señor Oscuro.Esto último no salió de mi boca, sólo lo pensé mientras platicaba con el Mediano e intentaba convencerlo de ir conmigo a la Ciudad Blanca. Mis palabras sonaban tan ciertas y las razones que exponía parecían tan razonables que no dudé que mi interlocutor pronto habría de ceder ante mi petición.
Pero Frodo no se dejaba convencer. Su mirada era recelosa y rechazaba cualquier motivo que le diera para ir a mi lugar de nacimiento. Le ofrecí darle un buen consejo de mi parte y, neciamente, la declinó alegando que el corazón le advertía estar prevenido. Negó que el miedo que decía experimentar fuera su buen sentido que se le revelaba, como yo había sugerido. Y sobre todo, insistió en que la Misión debía llevarse a cabo y que destruiría el Daño de Isildur a pesar de lo que otros dijeran. Aquello me molestó ya que el Mediano redundaba en lo mismo que otros presentes en el Concilio, quienes no habían contemplado la opción que yo propuse. Estaba al límite de mi paciencia y me dispuse a darle al Portador una última oportunidad de que me entregara la Carga por la buena. Le palmeé el hombro amistosamente para que creyera que no tenía malas intenciones y recuperara algo de confianza en mí, mientras me dirigía a él con frases dulces. Con lo que no conté fue que no pude controlar el temblor de mi mano producido por la ansiedad que me invadía. Frodo lo notó, se apartó de mí y ya no quiso escucharme. Le grité autoritariamente y apretó el paso alejándose de mí. Junto con él veía marcharse una nada despreciable oportunidad de victoria absoluta sobre el Enemigo y un maravilloso provenir para Gondor. Ante mí aparecieron imágenes de orcos devastándolo todo, guerreros altivos cayendo muertos, gente llorando amargamente y Minas Tirith envuelta en fuego y convertida en ruinas.Con cada paso que el Mediano daba, esas visiones amenazaban con convertirse en una terrible realidad. Me sentí desolado ante la idea de que eso llegara a pasar y deseé poder evitar esas penalidades a mi pueblo. Fue por ello que opté por quitarle el Anillo a Frodo, en un desesperado intento por ver cumplido mi deseo de salvar a Gondor de la desgracia y alejar aquellos horribles pensamientos de mi cabeza. Volví a hablarle con amabilidad para poco después acercarme a él velozmente y atacarlo. Sin embargo, Frodo interpuso en mi camino la piedra en la que previamente se había sentado y, ante mis ojos, sacó el Anillo y se lo deslizó en el dedo, desapareciendo por completo. Estallé en ira tan pronto ocurrió eso y lo maldije a él y a sus compañeros de la misma raza. En eso estaba cuando tropecé con una raíz de árbol y caí al suelo. No fue sino hasta ese momento en que me arrepentí de mi proceder y le pedí perdón a gritos sin saber donde esta aquel a quien había agravado. Tarde me llegó la culpa y, sumamente apenado, regresé con los demás.
Al volver con el resto de la Comunidad, ellos ya se habían percatado de que no los acompañaba y me preguntaron si durante ese tiempo había visto a Frodo. Quería ser sincero, pero mi corazón resentía lo ocurrido hacía poco y no deseaba que los demás perdieran la confianza en mí, al igual que el Portador, si se enteraban de lo que había hecho. Les contesté que, efectivamente, lo había visto y que lo había instado a que me acompañara a Minas Tirith, a lo cual obtuve una negativa de su parte y yo me enojé con él y me marché. No mencioné que me le había ido encima y que intenté quitarle en Anillo, únicamente dije que me molestó el que no aceptara mi propuesta y que luego de alejarme de donde nos encontramos vagué un rato por los alrededores. Mi respuesta dejó conforme a la mayoría de la Comunidad, pero Samsagaz, el Mediano que fungía como sirviente de Frodo, me miró receloso y supe que no me creía, al menos no por completo. Me sorprendió la suspicacia que alberga aquella pequeña raza del Norte, pues ya eran dos Medianos que habían intuido algo raro en mí, tanto en mis palabras como en mis intenciones. De pronto, sugirieron ir en busca del Portador, ya que este no había retornado y el tiempo concedido para su solitaria reflexiónhabía expirado. Nos dividimos en varios grupos que se dirigieron hacia diversas direcciones para agilizar la búsqueda. Samsagaz se fue con Aragorn y yo me propuse acompañar a Merry y Pippin, los “hobbits” más jóvenes. Estos, empero, se apresuraron a buscar a su compañero desaparecido y se me escabulleron como peces en el río. A pesar de tal cosa, decidí permanecer cerca de ellos por si llegaban a necesitar mi ayuda.
No podía sobrellevar la congoja que me había invadido. Me arrepentía infinitamente de mi precipitado proceder y deseaba que Frodo apareciera para, frente a frente, suplicar su perdón. En esos momentos de cólera había estado dispuesto incluso a terminar con su vida con tal de arrebatarle aquél valioso objeto y llevar a cabo mis propósitos. El recordarlo me estremecía de pavor y me llenaba de un agobiante pesar que atormentaba mi ya de por sí afligida mente. Lamentaba tanto haber atacado al Portador como si se tratara de una bestia del Enemigo y no como a quien juré proteger en Imladris hacía tanto tiempo. Sin embargo, todavía me sentía desesperado por el destino de mi patria, el cuál pintaba más que adverso al no llevarse a cabo mi plan. Ya no podía contar con llevar el Anillo a Minas Tirith después de haber agredido a Frodo y mis esperanzas de salvar la Ciudad Blanca por medio de dicha arma se habían desvanecido. Le pedí perdón al Portador interiormente, pero hacía lo mismo con mi bien amado pueblo por haber fallado en mi misión de impedir que se cumpliera un funesto porvenir. Creía vislumbrar el rostro de mi padre con un semblante de amplia decepción y lo escuchaba lamentar la oscura suerte que pronto se cerniría sobre nosotros. También me oía a mí mismo disculpándome ante todos y repitiendo una y otra vez que había hecho todo lo que estuvo a mi alcance para evitar que el Mal terminara por dominar toda la Tierra Media. En los rostros que me pareció ver no había más que desilusión, tristeza y malestar; si acaso algo de compasión hacía mí por mi insistencia de salvar Minas Tirith y mi maldito fracaso. No sabía que me dolía más, si mi desleal e impulsivo ataque hacia Frodo o la idea de que para Gondor ya no habría un mañana al no haber conseguido el Anillo.

Texto agregado el 20-08-2013, y leído por 174 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
25-12-2013 Estás siendo muy fiel al guión original, pero también muy acertada con el personaje, como representante y heredero del gobernante de Gondor, con todo el peso de su responsabilidad a los hombros. Es un trabajo muy fino el que has realizado. Sigo. ikalinen
21-08-2013 ¿ Buscando viejos manuscritos entre los huesos de Tolkien ? Saqueadora... me hubiera gustado ver otra versión. stracciatella
 
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