Secretaria

Siempre he escuchado esa frase que dice “es simple como la vida misma” y pienso buuuu, la vida puede hacerse tan difícil a veces, sólo por querer que así sea. Escucho a mi jefe gritar neurótico al teléfono y yo intento concentrarme en la carta urgente que me pidió, justo cuando aprieto la r en el teclado, él golpea la meza con su puño, para hacerle escuchar a su interlocutor que quien manda es él, mis dedos se contraen y “rrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr” en mi escrito, mi corazón en la boca y el estomago apretado.

Termino la carta y se la dejo para la firma, me ve con cara de odio, como lo conozco tantos años, se que no me está mirando a mí en verdad, su mente está pegada aún en la discusión que acaba de tener, así que no le hablo, sólo le sirvo otro café y salgo. Me voy a almorzar, espero que el ambiente esté más tranquilo cuando regrese en una hora más.

Almuerzo en 20 minutos para alcanzar a dar una vuelta por el negocio de la esquina, debo llevar un par de cosas para la comida de la noche que me faltan en la despensa, además un cuaderno de matemáticas para mi hija y unos elásticos para su pelo, no sé cómo logra perderlos todos. Vuelvo y a mitad del pasillo ya escucho sus gritos de nuevo, hoy es el día del berrinche al parecer.

Entro en silencio, enciendo la cafetera cuelo café nuevo, le hago un cortado mediano y le preparo un platillo con un montoncito de chocolates que le he comprado en la esquina, camino sin que me escuche por la alfombra, le dejo a un lado del teléfono la taza y el “regalo” a su buen comportamiento, sigue gritando desaforado, me mira indignado y se traga un chocolate al borde de la histeria, luego otro y otro, salgo.

Termino unos proyectos que también son apurados, contesto un par de correos, reenvío otros a quien corresponde, pido el dinero de la caja chica para la próxima semana, archivo los papeles del día, voy a Finanzas a dejar unas facturas, vuelvo a mi escritorio y veo que se ha calmado por un rato, suspiro y pienso que debo llegar a estudiar con mi hijo para la prueba de lenguaje de mañana.

Sigo escribiendo en mi computador por otro rato, de pronto levanto la vista y está parado frente a mí con la carta en la mano, la firma en mi escritorio y me pide que la mande urgente con un mensajero, me sonríe y me da las gracias. Miro el reloj, falta una hora para regresar a casa, espero que el efecto chocolate alcance hasta que nos vamos.