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NO ERES NADA SIN MÍ (II)

NO ERES NADA SIN MÍ

No eres nada sin mí, te tengo que llevar de la mano. Cuando eras pequeño, no hacías más que meterte en problemas, yo te ayudaba, aconsejaba y guiaba para que no metieses la pata más de lo debido. Tu madre siempre te decía que no existía, pero tú creíste en mí, en mi existencia, en mi poder, en mi determinación para salir de apuros. Me creaste con el don de volar, atravesar paredes, de meterme en tu cabeza. Ahora de mayor, me repudias, me ignoras, te avergüenzas de mí. Mírame cómo he acabado, en un rincón de tu cabeza esperando tiempos mejores. Pero ahora me necesitas. Ese niño, sí, aquel al que envidiabas; sí, aquel al que le regalaron una bici y tú, hijo de un simple obrero, solo te quedaba mirar como aquel niño de padres pudientes que se paseaba delante de tus incrédulos ojos de pobre mocoso. ¿Qué pasó? ¿Recuerdas? Sí, claro que sí… fue tal tu rabia que no hizo falta nada más que lo empujara contra el duro y frío suelo donde se rompió la crisma. Sí, ese niño ahora no te deja dormir, sus lamentos te despiertan, te desesperan, es como una ametralladora que martillea tus oídos. Recurres a los socorridos somníferos, pero nada de nada, todas las noches son un tormento, y deseas morirte. Menos mal que estoy contigo, muy adentro de tu cabeza te doy ánimos, tú no fuiste, fui yo. Te lo repito una y otra vez hasta que, por fin, el sueño vence y tu maltrecho cuerpo se abandona en los brazos de Morfeo.

¡No te atreverás!, ¡no serás capaz!, ¡espero por tu bien que no lo hagas! Ha sido un golpe muy bajo por tu parte. Esta tarde fuimos a un psicólogo, intentó hurgar en tu cabeza. Yo, asustado, me refugié en lo más hondo y oscuro de tu materia gris. ¿No sabes de mi instinto de supervivencia? No tienes ni idea de lo que soy capaz, resistiré, me agarraré a tus neuronas, nunca, nunca te librarás de mí.
Así me gusta, sumiso, agradecido y complacido con tu huésped que te aprecia, que siempre estuvo a tu lado, verás como ahora todo irá mucho mejor. ¿Estuvo bien, verdad? ¿Te gustó la experiencia? No, no me lo digas, lo siento a través de tus neuronas que parecen muy alteradas transmitiéndome tu sumo placer, pero estuvo de muy mala educación dejar el cuerpo desnudo de la desdichada a merced de los animales. Hay que ser más profesional, algo más de respeto, bueno, bueno, vale lo admito. No tienes experiencia, es normal, te falta algo de aptitud. Tranquilo, entre los dos haremos grandes cosas, yo pondré la inteligencia y tú, bueno, ya te diré qué hacer.
¡Cuidado! Ese se ve fuerte, decidido, mejor otro. Veamos, sí, ese de vista cabizbaja, pequeño. ¿Fácil, verdad? Tranquilo, con mucha calma, eso es. Ahora lo tomas por detrás, le aprietas la garganta, aprieta, aprieta, que aunque pequeño se mueve bien. Bueno, no ha estado mal, esta vez lo has tratado con más respeto. El lugar de enterramiento está bien situado, puede que incluso le guste. ¡Vamos! Y flores silvestres, todo un detalle.
¡Idiota, imbécil!, te apresaron. ¡No te lo expliqué bien! Déjame a mí la parte intelectual, te has tragado un par de pastillas para el dolor de cabeza y, claro, me has aturdido. Metiendo la pata, haciendo ruido, ¡y sí, señor, vaya chapuza! Te oyeron a kilómetros a la redonda. Idiota, más que idiota, mira dónde nos encontramos. En éste cubículo de hormigón y barrotes de hierro. Sí, sí, ahora date de cabezazos contra la pared, inútil, que te vas a hacer daño. Ja, Ja, Ja, que veo a todas tus víctimas. Mira, ahora forman toda una orquesta de ruidos que no te dejaran ni de día, ni de noche, ja, ja, ja. Eso, eso, cantad pandilla de piltrafas.
Qué pasó, te veo desde fuera. ¡Increíble! Estás tumbado manando sangre de tu cabeza, yo revoloteo por la celda, veo las paredes llenas de manchas de sangre, ¡inútil! Por fin lo has conseguido, tus sesos están repartidos por toda la celda.
Te dejó atrás, me alejo de tu ridículo cadáver, voy vagando sin rumbo fijo, ahora a empezar de nuevo, a buscar un nuevo huésped, con lo bien que nos entendíamos. Espero que sea más listo que tú.
Oigo el llanto de niños, veo un edificio grande de muchas plantas. Ya estoy cerca de ellos, el llanto de los neonatos y olor a pañales sucios me atrae enormemente. Tengo donde elegir. ¡Mmmm!, será este. No, demasiado feo; este no, demasiado raquítico, tienen que ser rollizo y muy guapo, tengo unas enormes ganas de conocer a sus padres, de seguro que serán guapos, jóvenes y de posibles. Una familia encantadores para destruir, será toda una gozada ver cómo poco a poco voy minando ese amor mutuo y eterno que se prometieron mutuamente.

Acerté de pleno, la madre de 28 a 30 años con estudios superiores, media melena, el pelo tintado a la moda, viste unos jeans envejecidos lo justo, blusa de colores vivos algo de transparencia adivinando un delicado sujetador blanco inmaculado, la cara de facciones suaves sin arrugas en la frente, cutis cuidado, la víctima perfecta para ponerle la cara como un poema.
Él, también de estudios superiores, edad similar, atuendo a la moda, donde la comodidad prima ante la sofisticación, todo un polluelo para destrozar.
En un par de meses, mis llantos, antojos, dolores de muelas y de un sinfín de molestias que con mucha paciencia y perseverancia voy inculcando en mi compañero al que llaman Pedro. Que gracias a mi tenacidad lo estoy convirtiendo en “Pedro el cruel”. Su cerebro es un juguete para mí, sus padres están ojerosos, irritables, no paran de discutir entre ellos, una gozada de situación, donde el caos se apodera del domicilio, antes idílico nidito de amor, ahora un infierno que huele a pañales sucios, humo de tabaco y la mejor alegría para mí, el penetrante olor a alcohol que desprende la madre que ya empieza a coleccionar unas preciosas arrugas en la frente, el marido tan joven y atlético, empieza a pasar de ser donante de sangre a donante de pelo. Je, je, je, no puedo ser más feliz, ¡imposible!
De vez en cuando, salgo de la cabeza de mi amiguito y voy en busca del padre, que ahora mismo parece que está teniendo un sueño erótico, no le culpo, ya que su parienta alcoholizada no está para esos menesteres. Me zambullo en su sueño, me pongo en lugar de la fémina de turno, y cuando parece que llega su éxtasis, me descubro cual bruja arpía con la cara llena de horribles pústulas a punto de estallar. Él, malogrado y estúpido, se despierta entre gritos de angustia, sudando y jadeando de miedo. Su mujer medio ebria se despierta a su vez y de tal enojo le da una patada en sus pudientes partes. La escena me regocija de tal manera que le susurro al oído del varón. “Mírala a la borracha, sucia envejecida que ni siquiera te satisface en lo más mínimo, ahora es el momento”. Luego de largas noches inculcando mi odio entre ellos, por fin la toma del cuello apretando, apretando, hasta que sus ojos están a punto de estallar, su pataleo cesa. Él, de repente, recapacita, ¿qué hará? Ahora me pregunto.

A: si los remordimientos le pueden, se matará.
B: puede que vaya a por el bebé y acabé con él, luego se mate.
C: se desprende del cuerpo de su mujer y se queda con el niño.
D: se entrega a la policía diciendo que son las voces que lo volvieron loco.

Decisión A: qué gracioso es este hombre, le da un beso en la frente de la desdichada mujer, luego va en busca del niño dándole otro, se sube a la azotea del edificio y, con una carrera de un sumado corredor de velocidad, emprende el vuelo cual invento de Leonardo Da Vinci, pero de los que sin duda fracasaron estrellándose en la dura y fría calle de nuestra ciudad dormida.

Decisión B: con mucha rabia, culpando al angelito de todos sus males acaba con él, acto seguido toma su Gillette, llena la bañera de agua muy caliente, enciende su Mp3, se hunde en las acogedoras aguas de su baño, cuando el agua cambia a un fuerte color rojizo, a su rostro de bendito idiota se le dibuja una sonrisa de oreja a oreja.

Decisión C: arrastra el cuerpo de la desdichada hasta la bañera, previamente se hace con esa sierra eléctrica que compró de forma compulsiva en la tele tienda y que ahora le viene de perlas. Trocea el cadáver, distribuyéndolo en sendas bolsas de basura, las baja una a una dispersándolas por varios contenedores del barrio. Una vez terminado con esos macabros menesteres, toma al infante y desaparece en la oscura y silenciosa noche.

Decisión D: tembloroso y sudoroso con voz ronca y entrecortada hace una llamada a la policía haciendo una terrorífica declaración. Cuando los atónitos agentes llegan viendo el macabro escenario del montuoso crimen, antes de que este desdichado loco apareciera ante los tribunales, ya tenían todos formados la opinión de que solo un loco paranoico y solamente él es capaz de tal atrocidad. Efectivamente, el sujeto acaba en un manicomio para el fin de sus días.

Final A: el maullido de un gato en celo desgarra la noche. Un personaje andrajoso que estaba rebuscando en los contenedores de basura, en esas tareas poco agradables andaba cuando un ruido seco como el que hace un saco al caer llama la atención de nuestro vagabundo. Curioso, se acerca al agonizante cuerpo que, hecho un muñeco de trapo, trata de hablar entre estertores de muerte. El errante se acerca tanto que su oreja queda a escasos milímetros de la boca del infortunado moribundo, oyendo las siguientes palabras.
—Lo he matado… Por fin acabé con él…Ya no me molestará…
El vagabundo, poniendo cara de circunstancias, rebuscaba entre los bolsillos, encontrando una cartera con unos cuantos billetes de banco y tarjetas de crédito. Mirando a hurtadillas en todas las direcciones como un buen depredador, se asegura de que está solo y, acto seguido, emprende su huida camuflándose en la oscuridad de la noche.

Final B: cuando el fuerte olor a putrefacción de los cadáveres ya se impregnaba en todo el edificio, los vecinos que habían dicho que aquello vendría de alguna rata muerta, ya dedujeron que era imposible que algún roedor despidiera ese olor tan insoportable, que al pasar por delante de la puerta del desdichado obligaba a todos a taparse boca y nariz.
Al derribar la puerta, los bomberos curtidos en mil batallas quedaron atónitos ante tanta crueldad.

Final C: en un lejano y pequeño país de Centro América, dentro de una vivienda parecida a muchas otras de su categoría, un hombre joven esgrime un gran cuchillo con el que le asesta varias puñaladas a su padre. El hombre, atónito con los ojos desencajados, observa cómo su primogénito le atraviesa con saña varias veces con el cuchillo carnicero de más de 20 centímetros de longitud, a la vez que, a gritos, escupe improperios e insultos.
—¡¡No soy yo, padre,… es él quien me obliga!!

Final D: en un lugar inhóspito, a las afueras de una gran urbe está el mal llamado sanatorio mental. Gritos de sus huéspedes y malos olores anuncian que el infierno está cerca, hacinados como sardinas en lata, un buen conjunto de mentes trastornadas se afanan en componer una ordenada fila india que da vueltas ininterrumpidamente a un angosto patio durante la hora permitida para recreo de los desgraciados. En el medio de dicha rueda está nuestro amigo a cuatro patas, gruñendo como un animal tratando de morder a algún incauto que se atreva a romper el círculo.
FIN.
J.M. MARTÍNEZ PEDRÓS.


Todas las obras están registradas.

https://www.safecreative.org/user/1305290860471

Texto agregado el 18-10-2013, y leído por 147 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
15-05-2014 Me gustó que lo desarrollaras. Al terminar el primero, eché de menos algo más de un texto tan versátil. Y me vino a la mente lo del parásito; y recordé también la película "Fallen". Y explotaste todas las variables con mucha habilidad. Ikalinen
18-10-2013 Curioso ejercicio, me recuerda a los libros de Elige tu propia aventura, donde uno tomaba decisiones con diversos finales. Por lo que veo la Maldad existe y anda suelta. Bien lograda la voz narradora aunque me chirría un poco la puntuación del segundo párrafo. walas
18-10-2013 Ah¡¡ pero que infierno deben vivir estas pobres personas... y aveces nos preguntamos porque hacen tantas barbaridades, ¿ Que tenían en la cabeza?.. krisna22z
18-10-2013 Esccalofriante y entretenido cuento. elpinero
 
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