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Onofre el Pooh reprobó por tercera vez en la primaria, aunque por aquellas fechas escenificó el más importante de sus duelos al vencer por nocaut al Piojo Ramírez durante lo más agreste del recreo.

Sin embargo a su padre Pericles no le importó que el Pooh alcanzara el cetro al tumbarle dos dientes a su rival acérrimo de pelos jamás tocados por el peine. De manera que tomaría medidas severas el hombre que se partía el lomo vendiendo tamales para mantener a media docena de críos alérgicos a los guarismos.

Así fue como el Pooh incursionó en el primer círculo dantesco al ser desterrado para siempre jamás de la primaria sin haber doblegado a la inextricable tabla del siete o los trabalenguas de los verbos.

Al paso de los días el Pooh tendría bien claro en qué consistiría su manda “de ahí p’al real”: debería aventarse el trapeadero de los pisos y "la pinche lavadera de trastes hasta su madre de cochambre”, como recordaría durante años.

Pero lo peor fue cuando el Pooh se las vio negras con dos marranos que se engordaban para los quince años de su hermana Rutilia la Macaca, y sobre todo con “Jeremías”, un gallo iracundo al frente de un harén cabal de gallinas coruquientas.

En sentido estricto, el Pooh sabía que no era la gran cosa remojar a diario las tortillas duras que revolvía con los costales de alimento acarreado con garbo de burro penitente desde el expendio del Calaco.

Lo que en verdad le resultaba un tormento era lidiar con el atascadero de los marranos mientras maniobraba una escoba desmadrada guardando el equilibrio sobre un banco donde rondaba un Jeremías de plumaje siempre erizado, al que el Pooh muchas veces imaginó como una bestia de la estirpe del tiburón.

De modo que era común descubrir al Pooh soltando patadas preventivas a Jeremías desde la precariedad del banco, en tanto zangoloteaba su cuerpo de albóndiga donde el pantalón apenas y cubría el trasero.

Nunca como entonces el Pooh anheló el paraíso que representaba la escuela donde el mayor reto era soportar las clases del soporífero maestro “Poquemón”.

Así fue como al paso de los días el Pooh fue abatido por la nostalgia de aquellos tiempos en que daba empujones en las hileras de la Cooperativa para comprar sus tortas de queso de puerco, o cuando lideraba a cuatro vasallos que organizaban las cascaritas bajo su égida.

Pero la vida del Pooh no cambió cuando la Macaca cubrió su cuerpo robusto color camote con el impoluto vestido de quinceañera, sino al entrar a un segundo círculo donde arrostró la fatalidad de su destino una madrugada de enero en que “su padre lo llevó a conocer el hielo”.

Aquella ocasión Pericles despertó al Pooh con un tirón brusco y un regaño: “¡Arriba, pinche flojo!”, a la vez que bostezaba arqueándose como san Sebastián para eludir los flechazos. Luego lo condujo hasta un triciclo donde el Pooh se agazapó tras los botes de tamales, friccionándose las manos acalambradas por el frío.

Poco después Pericles se detuvo ante un camión donde se restregaban las palmas varios individuos con delantales sobre las chamarras de borra; todos sentados como recua de Homos habilis ante algunos bloques de hielo que el Pooh sólo había visto en los carritos de raspados.

Entonces Pericles descendió de su triciclo y se aproximó a los sujetos entre quienes estaba su compadre, con el que intercambió algunas palabras. Poco después retornó con el Pooh y lo impulsó mediante una palmada viril y una sentencia inexorable: “¡A chambear cabrón, para que se le quite lo pinche burro!”.

El Pooh avanzó con paso inseguro hasta los sujetos que lo miraban divertidos, y entonces sí añoró los embates briosos aunque tolerables de Jeremías, quien a esas horas ya se entesaba heroicamente cantándole al amanecer.

Texto agregado el 19-10-2013, y leído por 266 visitantes. (7 votos)


Lectores Opinan
03-12-2013 Me duele Pooh. Rentass
27-10-2013 qué ameno relato! con esos nombres y apodos tan buenos y tu estilo; los personajes se hacen super reales. Crece una simpatía x el pobre Pooh que hace que uno desee que hayas escrito un final donde regresa a la escuela. Muy bueno! saludos. tigrilla
22-10-2013 Exelente narracion, me gusto mucho. jaeltete
21-10-2013 Una historia que se sucede muchas veces. Lo que lo hace grande y diferente es tu estilo con esos adjetivos y palabrejas que es combinación de lenjuaje de barrio y culto. Un abrazo. umbrio
 
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