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El animal alzó el vuelo. La muchacha lo miró de soslayo e irrumpió en llanto. Su cuerpo escueto sobre el mullido asiento, al ver que la hermosa ave de verde plumaje se alejaba, vibró de emoción. Impotente, sin poder saltar de la silla y correr detrás del pájaro que por años había sido su fiel mascota.

Recordó con nostalgia ese día, cuando aquel joven de ojos verdes, cabellos rubios y mirada penetrante llegó a su casa llevando entre sus manos al granívoro, mostrando en sus labios una hermosa sonrisa. Con voz atiplada se dirigió a ella. Entregándole el bello animal, le dijo. “Es para ti” te lo regalo”. Ella con manos temblorosas y una bella sonrisa en sus labios, dijo. “¡Gracias!”.

Todavía no lo creía, que aquel muchacho alegre, de cuerpo atlético, fuerte musculatura se dirigiera a ella de forma amable. Explayando sus ojos azules, buscó con sus brazos en jarra sentada sobre la silla hurgando en el tiempo. Oleadas de recuerdos afloraron a su mente. Lívida, pegada a su cuerpo, feliz entre los brazos de él recibía su primer beso como prueba de su amor fugaz, siendo único testigo el cautivo animal.

Sus manos escuálidas, aferradas con fruición al cuerpo varonil recorrían ardiente la espalda hermética del muchacho, mientras la silla muda gemía por el peso de los dos. Sentado a horcajadas sobre ella, el cuerpo de él, febril se apretujaba al de la joven que ardiente temblaba de placer al sentir el contacto de la carne plácida del joven.

Ella, tranquila entre los fuertes brazos de él se dejaba hacer de todo, devolviendo en silencio las caricias de ese amor inusitado que brotaba de sus cuerpo como un germen horadando sin diatribas la interioridad de su ser. El pájaro cómplice de los dos, en silencio, moviendo tan sólo su cabeza, en cuclillas sobre el arco colocado como un icono en la sala, guarida de ella y el hermoso animal.

Las lágrimas corrían por las mejillas de la bella muchacha, en vigilia, sentada en su metálica silla de ruedas, con sus piernas flacas y marchitas, esperando con ansiedad la llegada de su amor trayendo entre sus manos de regreso a su mascota, que al igual que él se había marchado para siempre de su lado.

JOSE NICANOR DE LA ROSA.


Texto agregado el 18-11-2013, y leído por 870 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
19-11-2013 ¡¡Hermoso y bello cuento!!. me ha gustado mucho lunazaul
18-11-2013 Excelente narración! Una vida triste la de esa joven. Ojalá volvieran ámbos. 5* kirra
18-11-2013 Triste vida y un amor que nunca fue. jaeltete
 
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