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VIAJE A LA TIERRA DEL SOL

Es solo un papel, un boleto común, pero ahora que lo observo bien sobre la palma de mi mano, la memoria me transporta a aquella época, cuando a los treinta y cuatro años ya podía considerarme un empedernido solterón. Mi padre había muerto siendo yo muy chico, y apenas alcancé la edad necesaria debí hacerme cargo de la casa con todos sus gastos ya que mi madre no podría sola... Y mi adolescencia y juventud trascurrieron bajo estas dos responsabilidades; la de trabajar y la de estudiar para llegar a ser alguien, solo, porque como si no existiera otra preocupación dejé pasar varias posibilidades de formar mi propia familia cuando se supone que así debe ser. Pasó que me quedé demasiado tiempo acompañando a mi madre. Todo el que ella parecía necesitar para salir de su profunda depresión, de sus nostalgias y de sus reiterados y vívidos recuerdos. Momentos felices que siempre a flor de labios terminaba narrándome como consuelo y desahogo, especialmente de cada viaje que había hecho por nuestro país junto a mi padre que tanto amaba. Es que como jóvenes e intrépidos aventureros se habían propuesto conocer palmo a palmo cada una de nuestras provincias argentinas antes que yo naciera y les complicara este proyecto trazado con tanto entusiasmo. Y organizadamente, pues llevaban un mapa donde iban marcando las ya recorridas y dadas por bien conocidas, quedándoles al fin muy pocas, las más lejanas, la Patagonia entera no pudo ser, me dijo un día con cierta frustación y desconsuelo. Por eso en una oportunidad le planteé la idea de completar ese mapa, de retomar esos caminos con la excusa de interrumpir con algo compartido felizmente nuestras propias soledades. Pero fue inútil, para ella el último viaje de su vida lo había terminado con mi padre. Lamentablemente y a corto plazo yo también sintiría una cosa parecida, desde el mismo día en que ella falleció en mis brazos. Sin nadie a mi lado ahora debía ser yo quien debía elegir entre ahogarme en esa soledad desesperante o reflotar mi vida sacando fuerzas de flaquezas. Sabía que aún era joven y que no debía sucumbir en una sombría existencia, que necesitaba ver una luz al final del camino.Entonces comprendí que necesariamente debía salir de esta caprichosa encerrona comenzando por rodearme de nuevas amistades buscando otros horizontes. Y porqué no conocer gente de otros lugares me pregunté, mientras miraba ese mapa incompleto que resistía colgado en la pared como una invitación a saldar esa deuda pendiente que había quedado entre ellos dos. Recorriendo lo que falta del Sur me dije en principio, y comenzando por esta provincia de Mendoza al sudoeste, agregué apenas me llamó la atención de que no estuviera marcada siendo no tan lejana a nuestra querida Santa Fe. La que llaman “ La tierra del sol” por su clima seco, con su calor y frío tan pegada a la cordillera, bien apta para los viñedos y el buen vino, por supuesto. Entonces me acordé que allí todavía vivían unos tíos que muy a menudo nos escribían. En especial esa tía siempre tan interesada en saber cómo estábamos, cómo vivíamos, pendientes de nosotros casi con una exageración incomprensible... Y así fue que como guiado por este impulso y revisando el buzón del jardín encontré una carta a su nombre que seguramente había llegado un poco después del día en que había fallecido mi madre. En ésta su persistencia era mayor, reclamaba ahora conversar conmigo en forma personal y casi urgente. No esperaba algo tan así y me resultó inquietante. En su final dejaba entrever que tenía una buena propuesta para hacerme, un ofrecimiento o algo por el estilo, no estaba muy claro. Tras esta lectura ya no me quedaron dudas que el destino no podía ser otro que ése. Encontrarme con estos tíos casi olvidados ya era y una obligación moral para mí y además había una intriga que me empujaba a cumplirla... La terminal de ómnibus estaba colmada de gente. Cientos de insólitos destinos se entrecruzaban en un mismo lugar, de familias enteras o de casuales vagamundos como yo. Pero a todos seguramente alguien los estaría esperando, a mí la incertidumbre de lo insospechado y desconocido. Y viajar solo era como de incógnito, por eso rogaba en silencio que al menos me tocara una persona afable como vecina de asiento, y si era mujer y joven, mejor que mejor... Con esta ilusión me puse último en la fila del micro, con el número 47- Pasillo en el boleto y en la mano, desde allí podía hacer un mejor repaso visual de los pasajeros a subir. Ha saber: chicos, pocos, gente mayor, la mayoría, de edad intermedia; algunos, medianamente jóvenes; varios. Algunas chicas interesantes, no tan lindas pero interesantes - apunté. ¡Qué expectativa! Con quién deberé viajar me preguntaba. A veces uno lo pasa muy bien, otras resultan un suplicio. Según un rápido cálculo matemático la posibilidad que me sentara al lado de algunas de esas chicas eran pocas, pero no perdía la esperanza. “¡Suban todos que ya salimos !” -ordenó el conductor. Sabía que mi lugar estaba casi al final y que todos estarían sentados, la impaciencia hizo que el pasillo me pareciera un camino a la eternidad, pero llegué . ¿Con quién me tocó? Con una señora bastante mayor, perfectamente instalada del lado de la ventanilla. La saludé con una sonrisa forzada y me hundí en el asiento. Recuerdo que al cabo de apenas media hora ella comenzó una charla como por tiempo indeterminado. ¡Pobre mujer! Era simpática y tenía muchas ganas de hablar, pero yo nada de nada. Simplemente simulaba escucharla, hasta que llegó la noche y pude hacerme bien el dormido. Lo único que rescaté de su monólogo fue que ella también viajaba para visitar a un pariente que hacía mucho que no veía. Después imploré que me despertara yo solo una vez llegado a destino, ya no soportaría esa misma cháchara mañana por la mañana…Pero no pudo ser, en plena madrugada nos detuvimos apenas cruzamos el “Río Desaguadero”, y era aconsejable que nos bajáramos todos. Es un paraje desierto y obligatorio, en el límite de Mendoza y la provincia de San Luís, ( lo averigüé mientras me lavaba la cara en el precario servicio sanitario existente) Allí forzosamente se carga combustible, mientras los pasajeros aprovechamos a descargar nuestras necesidades y estiramos las piernas alrededor del micro porque otra cosa no hay, solo un bar cerrado a esa hora y ninguna casa familiar que denote que alguien vive por ese entorno... Entonces a volver a subir todos enseguida, menos un pasajero que no apareció, mi compañera. “Si no estamos no salimos”, pensé enseguida, y ¿estará descompuesta esta señora, o yo interpreté mal su destino y bajó acá nomás? Seguramente que sí, porque el chofer subió tranquilo y se sentó esperando un poco ante de arrancar. Entonces sí subió una persona como para completar el número, apresurada y pidiendo disculpas por la tardanza, otra mujer, que resueltamente se encaminó hacia el fondo donde todavía a mí me duraba un nerviosismo. Pero cuando la tuve cerca se me pasó de golpe, era lo más gratificante que me había pasado desde que salimos de aquella Terminal de Rosario. Se acercó con el boleto; “48-Ventanilla” en la mano y pude verla bien. Esbelta, muy linda, interesante, y a mi lado, qué más. Si inconscientemente había pedido un milagro, ése era, lástima que se había producido a última hora, faltaba muy poco para que llegáramos. Igualmente pudimos congraciar enseguida y hablamos de todo un poco en un tiempo que se nos pasó volando, y cuando esto pasa es porque algo está pasando... Más recién cuando entramos a la ciudad y se acercaba nuestra despedida, me di cuenta qué. Sentí esa desgarrante sensación de estar a punto de perder algo sin haberlo conseguido antes, eso que se llama oportunidad desperdiciada. Una más, otra frustración para mí. Y fue en la parada de taxis que tuvimos que despedimos a los apurones sin encontrar yo la ocasión de pedirle el teléfono siquiera. No obstante, a último momento, tuve la repentina idea de invitarla a que viajáramos hasta donde pudiéramos en el mismo vehículo, pero cuando me di vuelta ya no estaba, se había esfumado como la esperanza de volverla a encontrar… Con el remitente de una de esas cartas el chofer me llevó al domicilio de mis tíos. Fue él quien sorprendido me recibió, visiblemente no me esperaba; Después que nos saludamos con un emocionado abrazo, noté que ese hombre estaba muy triste y consternado, señal que algo grave había pasado en esa casa, cuando pregunté por mi tía se desahogó diciéndome:
“Murió la semana pasada, pobre santa. ¡Vos no sabés cómo te esperaba!, Pero no aguantó, no pudo... Fue tu madrina, y como nosotros no pudimos tener hijos ella te quería tanto así. Desde la muerte de tu papá vivió culpándose por eso mismo, y últimamente su salud fue desmejorando día tras día . Es que aquella vez ella insistió en que quería verte más crecidito, porque te había visto de bebé, en el bautismo nada más. Tus padres ya habían dejado de viajar apenas vos naciste, tenían miedo a los riesgos que eso significaba, y aquella vez hicieron una excepción. Y tuvieron el accidente tan temido poco antes de llegar aquí, fue terrible para todos... Pasó mucho tiempo, pero lo de tu mamá ahora fue el golpe de gracia, le dio un pico grande de presión y no sé, quedó postrada en la cama, casi no podía hablar ni moverse mucho. La última carta que te mandó se la tuve que escribir yo, pobrecita. Cómo pensaba en vos siempre... Yo creo que tan poco había quedado muy bien de la cabeza, ya imaginaba tantas cosas raras...
Esa noche no podía dormir, daba vueltas y vueltas en la cama. Me volvería al día siguiente, ya lo tenía decidido. En resumen, había viajado para distraerme y sólo había logrado una angustia enorme, no podía sacarme de la mente esas cosas fuertes que me habían pasado en un sólo día: La noticia del fallecimiento de mi tía fue la pena mayor. Esa mujer del colectivo que se bajó en un paraje desierto y no regresó, un desconcierto total. La chica que subió en su lugar para después desaparecer en la parada de taxis justo cuando me estaba enamorando, otra enorme desazón. Todo me había resultado tan confuso aunque a la vez conectado, más aún cuando noto que aquella señora del colectivo se parecía tanto a mi tía fallecida, que desde ese retrato suyo en la pared parecía sonreírme ahora solo a mí... Y esa mañana en casa ajena me levanté muy tarde, casi a la hora de almorzar. Mi tío ya tenía la mesa puesta y también por suerte un cara mejor, digamos que hasta dicharachero se mostraba ahora. Cosa que después de un rato de hablar de bueyes perdidos me sorprendió con una curiosa anécdota. Tal vez para levantarnos el ánimo, aunque volviendo al mismo tema me contó; “¿Sabés lo que me dijo la vez que pude entender lo que hablaba cuando vio a la reina de la vendimia por televisión? “Ésa chica es justo para mi sobrino de Rosario que todavía está soltero ”. Eso me dijo, ya divagaba la pobrecita. Y no te podés imaginar lo porfiada y casamentera que se había puesto últimamente, estaba obsesionada con eso... Ahí sonó el teléfono y era para mí... Han pasado bastantes años más de todo esto, suficientes como para preguntarme ahora mirando este viejo boleto de ida; Quién lo hubiese imaginado ¿no?... Apresuradamente lo guardo de nuevo donde estaba, en nuestra libreta de casamiento y saco de la cómoda el pañuelo que en realidad estaba buscando. Se nos esta haciendo tarde y mi esposa me apura, esta noche se corona a la “Reina de la Vendimia” y no podemos perdernos esta fiesta desde su apertura, nuestra hija fue pre-seleccionada y quizás tenga la misma suerte. ¿ Porqué no? Si salió tan esbelta , tan linda e interesannte como su madre...



Texto agregado el 12-12-2013, y leído por 213 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
22-12-2013 Ay no sé como se me había pasado este relato, qué bueno que lo encontré... me encantó. Te abrazo querido. gsap
13-12-2013 Creo que al personajes los angeles del cielo lo llevaron por buen camino, un buen lugar, un gran amor y una familia. Hermosa historia. jaeltete
13-12-2013 hermoso elato lleno de cosas lindas en,lo común de la gente, así es mi pueblo, hermano, así de acogedor a pesar que muchas cosas se fueron quedando en el camino sigue siendo igual con reinas y vendimias te envidio amigo por tu suerte final asi es el destino desde Mendoza levanto un vaso lleno de -tinto carlon- para brindar por ti un abrazo me regalaste un lindo regalo rolandofa
12-12-2013 Que buen relato amigo, lleno de aventura y sentimiento... ME ENCANTO. Cinco aullidos felices yar
12-12-2013 !Hermosa historia! Bien contada, llena de sentimientos y amor al recordar. Un saludo de afecto y***** NINI
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