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De corazón parte 4

-pero… - esas fueron las única palabra que pude pronunciar.
-No te enojes con él. Me reencontré en la esquina. Coincidimos. – dijo Salvador.
-si claro. – respondí. Muy nerviosa.
-estas…. esto es para ti – salió al pasillo y entró con un ramo enorme de flores rojas – espero que te gusten.
-estas muy bonitas. – no podía decir más. Eran maravillosas.
-como sigue tu tobillo. – pregunta Arturo.
-mal. Me duele mucho.
-necesitas reposo absoluto. – recomienda Salvador.

Los meses pasaron y desde casa atendí mi negocio. Aunque la estética está a dos calles de mi casa no me preocupaba tanto dejar el negocio en manos de mis trabajadoras, sobre todo de Arturo que es el que me tenía al tanto de todo lo que pasaba. Lo que si me preocupaba es que tenía meses de no ir a la congregación con mis amigos cristianos. Pero en esos momentos era cuando ponía en práctica el amor que tengo por Dios y la fe. Salvador me visitaba casi todos los días en casa para saber de mi estado de salud. Ya me podía levantar y caminar, lo que me tenía contenta, claro lo hacía gracias a la ayuda que me daba Salvador.

De mi cajón saqué un cuaderno que es que llevo a la iglesia y guardo toda la propaganda de la religión. Tengo notas sobre las pláticas, el pastor días antes me fue a visitar a mi casa y me sentí bien al saber que alguien tan cerca a Dios me hacía compañía. El pastor me dejó un libro de poemas dedicados al cristianismo, lo saqué y lo leí pero me quedé dormida. Arturo le dio un juego de llaves de mi casa a Salvador para que pudiera entrar a mi casa sin que yo me levantara de la cama para que el me revisara. Un día entró a la casa subió a mi cuarto y vio la libreta de mis notas junto con el libro de poemas. Y se fue.
Pasaron los días y el ya no iba a visitarme, preguntaba por el pero nadie sabía nada. Ya me encontraba bien de mi pie y regresé a trabajar le pedía a Arturo que me diera la dirección del consultorio de salvador para ir a visitarlo. Me costó mucho llegar porque es una zona que no conozco.

-disculpe se encuentra el doctor salvador de la fuente – pregunté en recepción.
-quien lo busca – dice la enfermera
-samia castro.
-un minuto por favor. – responde la muy amable y bonita enfermera.
- el doctor dice que pase
-gracias – abrí la puerta del consultorio y detrás del escritorio estaba salvador con una bata blanca, un estetoscopio en el cuello un par de plumas en la bolsa de la bata.
-hola, tu secretaria me dijo que podía…
-si toma asiento. – dice el muy serio.
-gracias. Ya no has ido a mi casa –dije temerosa.
-porque no me dijiste nada – dice serio.
-no te entiendo – le respondí
-si entiendes, ese día entre a tu casa y vi que leías unos poemas cristianos, vi tu libreta.
-bueno es que tú eres atoe y yo soy cristiana – lo dije en un solo suspiro.
-doctor, perdón que lo interrumpa, la señora Rodríguez tuvo una crisis
-en un momento estoy con ella.
-claro doctor – dice la enfermera.
-tengo que ir…
-si anda ve no te apures – de dije.

Y salí del consultorio sin que nadie se diera cuanta. Pasaron 15 días y me escondí de el para no verle cuando el hacía lo mismo conmigo se escondía de mí. Hasta que una mañana salí a caminar un rato y olvidarme de mis problemas cuando me lo encontré en el parque y fue inevitable verle.
-hola – le dije.
-¿cómo estás? - preguntó el.
-bien. Ya no me duele mi pie – dije muy tímida.
-oye discúlpame
-olvídalo, que bueno que te veo.
-¿qué pasa? – le pregunté
-porque mañana me regreso a chile.
-¿como? - De nuevo pregunté y mi corazón se detenía.

Continuara…

Texto agregado el 17-12-2013, y leído por 169 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
24-04-2014 Mmmmm,se nota que existe entre ellos un magnetismo que se da pocas veces. Me encanta***** Victoria 6236013
 
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