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Cuando anduve por Tokio en enero del 2009 hasta marzo, me peché con un espíritu muy odioso jamás visto (por lo menos por mi), este espíritu no me dejaba dormir en ningún momento, obligándome a escribir insistentemente, me amenazaba a gritos cuando trataba de pegar los ojos, me tenía jarto y mal humorado.

El odioso andaba con un hermoso sable de esos que usan lo samurái, su vestuario era poco común, no usaba cinturón, pero algo que me llamó la atención fue que en su bata rosa tenía una colección de cabos de lápices de carbón.

Me llegué a preguntar ¿que significan esos lápices gastados que exhibe con tanto orgullo? mientras estuve en Japón no me enteré de la repuesta.

Cuando regresé a Santo Domingo donde resido, el espíritu ese me soltó en banda, ¡y yo guapo!

De inmediato retomé el sueño, y dormía como un bebe. Pero justo cuando cumplí dos años de mi viaje a tierra de lengua nipón, me reencontré con el molestoso espíritu odioso, pero ahora él visitaba mi ciudad, me hizo unas cuantas preguntas, estuve obligado a respondérsela pues andaba con su hermoso sable (no se como logró pasarlo por aduanas).

Una de las preguntas que me hizo fue:

-¿Qué has escrito en estos 22 meses que te he dejado solo?

Yo de inmediato pensé ¿y a este que le importa lo que yo escribo? él interrumpió mi pensamiento y expreso:

-¿Observa estos cabos de lápices que hay en mi vestuario?

Yo pensé ¡claro no soy ciego! y el dijo:

Son los lápices que utilizaban algunos escritores (o que se jactaba de tal), a los cuales el Supremo me ordenó que los persiguiera por doquier, por deshonrar el oficio que se ocupa de dinamizar la lengua.

Yo que me creía todo un escritor, se me cayo el alma como chorro de agua en el suelo y no encontraba como recogerla, se me había derramado por todo lugar, no podía ni tragar en seco.

Él al escuchar mi horrible silencio, repitió:

-¿Qué has escrito en todos estos meses?

Yo en realidad no había pasado balance nunca de mis escrituras, total para mi no significaba nada, pero ahora vi la necesidad de hacerlo.

Rápidamente traté de recordar que había hecho desde que regresé de Japón, y respondí:

-Como cinco cuentos.

Odioso se alarmó con sable en mano, tal como las siguas palmeras lo hacen cuando ven que se aproxima algún peligro a sus nidos y me reprochó diciendo:

-¡Que vago eres!, en tantos meses solo cinco cuentos, y casi seguro que ni un mensaje positivo llevan.

Yo con la expresión de mi rostro le expresé preocupación y me dijo:

-Si fuera por mi, te hubiera quitado el cabo de lápiz que tienes (me puse a buscar el cabo de lápiz pero no vi nada), pero el SUPREMO me ha limitado contigo, porque supuestamente tu ora a él para que te haga un buen escritor.

Yo recobré el ánimo y le dije casi alegre:

-¡Si es verdad!

-Claro que es verdad, el SUPREMO no miente. Mi pregunta es la siguiente: ¿Por qué no practica constantemente?, en veintidós meses solo cinco cuentos, eso es ridículo, ni un aprendiz de tres años de edad es tan vago como tú.


CONTINUARA…

Texto agregado el 29-12-2013, y leído por 117 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
30-12-2013 Muy interesante el personaje, igualmente la inspiración a veces no baja. jaeltete
29-12-2013 Muy curioso, imaginativo la figura de esa especie de Samurài. Bueno los Japones son muy trabajadores, eso dicen, puede que ese Samurài sea el espiritu, del Trabajo, pero el escritor, no solo tiene que escribir tiene que encontrar a las musas de la inspiraciòn, que suelen ser perezosas, y muy vagas. No todo es culpa del ecritor lunazaul
29-12-2013 Menos mal que yo no soy escritora ni pienso viajar a Japón, solo de pensarlo se me ponen los pelos de punta, suerte con lo tuyo elisatab
 
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